Miguel Manzanera y la crítica del sentido común
Miguel Manzanera Salavert ha dedicado su vida a la enseñanza de la filosofía. Conjuntamente con el magisterio, el académico español ha tenido una producción intelectual fecunda con diversos artículos en diferentes publicaciones, varias novelas y uno de los pocos estudios sobre la vida del intelectual Manuel Sacristán, su maestro.
Declarado amigo de Cuba, Miguel confirmó su presencia en la venidera Feria Internacional del Libro de La Habana. Los motivos de su visita, los detalles más recientes de su obra y los planes futuros para ampliarla los trae ese profesor jubilado, ese escritor activo.
¿Cuál es su relación con Cuba?
Cuba es un referente importante porque ha conseguido mantener una revolución en un contexto muy difícil, en situaciones muy complicadas y ha modificado sus ideas y estructuras flexiblemente, con tolerancia y capacidad de adaptación conforme lo iba requiriendo la situación para poder adaptarse a coyunturas complejas.
“Mis relaciones con Cuba son de fraternidad. Esta es la patria del socialismo y el socialismo es el futuro de la humanidad. Este es la patria del futuro de la humanidad”.
Tengo una muy buena relación con amigos de otros partidos, con mucha gente de izquierda perteneciente a varios grupos que comparten ese espíritu crítico, revolucionario, socialista.
El proyecto soviético fracasó y eso nos ha colocado en una situación muy complicada para visualizar la perspectiva del socialismo. Una de mis reflexiones es sobre qué ha pasado, cuál será la continuidad y cómo podría continuarse. En este sentido he debatido con los intelectuales cubanos, con el Instituto de Historia de Cuba, con el Instituto de Filosofía y he trabajado también para la asociación de pedagogos.
Mis relaciones con Cuba son de fraternidad. Esta es la patria del socialismo y el socialismo es el futuro de la humanidad. Este es la patria del futuro de la humanidad, por tanto, es necesario contribuir en la medida de lo posible y de las capacidades de cada cual para que esto se mantenga y desarrolle y nos permita ver con optimismo un futuro a todas luces muy difícil en estos momentos históricos.
¿Qué papel usted le otorga a la filosofía?
Yo entiendo la filosofía como una crítica del sentido popular, del sentido común de los pueblos para descubrir las inconsistencias y las falsas perspectivas que se dan, y ayudar a las personas a reflexionar sobre sus propias convicciones.
Gramsci decía que todos los hombres son filósofos y yo estoy de acuerdo con esa definición. La especialidad de filosofía profundiza en algunas herramientas útiles para exponer los caminos falsos, las ilusiones o espejismos.
La filosofía es la crítica del sentido común. Esa crítica nos debe ofrecer el conocimiento de los ideales y valores de lo que nos hace mejores, de lo que conseguimos construir entre todos: ese espíritu humano de armonía, que es en definitiva lo importante para el ser humano, para alcanzar la felicidad de las personas.
“La filosofía es la crítica del sentido común”.
¿Cómo está estructurada su obra?
Tengo una obra muy variada. Fundamentalmente hay tres aspectos en los cuales he trabajado dentro de la filosofía, además de mi labor en la educación como profesor.
Una línea es el análisis político de coyuntura, que realizo en artículos sobre la situación por la cual transita la humanidad en sus coyunturas, mi país y las relaciones internacionales.
Otra faceta es la de la metodología de las ciencias sociales, es decir, un trabajo más filosófico, más técnico, que abarca mi tesis doctoral y un par de ensayos conocidos en Cuba.
La tercera vertiente de mi quehacer es la novelística, donde describo la vida de las personas y critico esa forma de relacionarse muchas veces incoherente, insuficiente y repleta de conflictos y problemas.
Mi primera novela se llama Desde el sur y tiene connotaciones autobiográficas. La segunda es El silencio encantado, una descripción de Extremadura, la región donde he vivido en España. Ahí estaba buscando el ambiente rural porque me parece que es el futuro también. Las ciudades son insumos de entropía, son insostenibles y es necesario buscar una vida más cercana a las posibilidades reales de la humanidad. La tercera novela, recién terminada, se llama Los sótanos del espíritu y aborda el tema la manipulación del terrorismo por parte de las agencias de inteligencia.
“Las ciudades son insumos de entropía, son insostenibles y es necesario buscar una vida más cercana a las posibilidades reales de la humanidad”.
En estos trabajos los personajes son más o menos los mismos, pero cada uno ofrece una perspectiva diferente. Yo escribo para expresarme y para dar una información que puede ser interesante o no. Humildemente uno debe reconocer sus limitaciones.
¿De qué forma ha colaborado con CubaPoesía?
El proyecto con CubaPoesía está vinculado a mi primera novela, publicada hace ya veinte años. Ahora estoy inmerso en las presentaciones del libro. El texto contiene un poema y, teniendo eso como excusa, participé en las jornadas de poesía de La Habana de mayo del 2019. Estoy contento porque leí el poema en las clases de los chicos del bachillerato y tuve una buena recepción. A ellos les gustó y hubo gente interesada por la novela.
Ahora he escrito dos obras más. La última acabo de terminarla hace unos días y se la he traído a Alex y a Karel para que la lean y me digan si les interesa publicarla aquí también. A mí me gustaría publicar las tres porque yo las he escrito un poco como trilogía. Esa faceta donde mezclo la novela y la poesía a ellos les interesa y luego también está la reflexión sobre la estética asociada a eso, pues al fin y al cabo uno es filósofo pues tiene una “deformación” profesional.
¿Qué referentes acoge en su creación?
Sacristán es el motivo de mi tesis doctoral titulada Teoría y práctica. La trayectoria intelectual de Manuel Sacristán. Él es el referente principal para mí en relación con toda la cuestión de la filosofía marxista y su desarrollo histórico. Fue un dirigente clandestino del Partido Comunista español y del Partido Socialista Unificado de Cataluña. No era de habla catalana pero desarrolló toda su vida y su actividad filosófica y política allí, en una época donde había dictadura en España.
Luego he trabajado mucho la filosofía medieval árabe porque en la península ibérica la religión dominante durante siglos fue el Islam.
Ese período histórico en España está totalmente borrado y eso condiciona el hecho de que en la historia de la filosofía europea apenas se considere a los filósofos de ese período, los cuales fueron grandísimos, tanto los de Persia, como al-Farabi y Avicena, como los que luego desarrollaron la filosofía en al-Ándalus. Ellos fueron quienes impulsaron el desarrollo científico en la Europa medieval. La escolástica es una herencia, una continuación de la filosofía musulmana andalusí.
Este período histórico está tan descuidado y tan poco estudiado y es despreciado por la filosofía católica dogmática ortodoxa, pero su importancia es fundamental. Por ejemplo, muchas de las ideas de una figura como Kant están ya previamente diseñadas y dibujadas en los filósofos medievales andalusíes, especialmente en Averrois, cuya corriente de pensamiento en la Europa del final de la Edad Media fue muy perseguida. Algunos de sus componentes más importantes fueron directamente asesinados por la ortodoxia y el creador del Manifiesto del Renacimiento, Pico della Mirandola, era un declarado averroísta.
¿Cuáles son sus planes futuros?
Ahora mismo estoy jubilado y mi intención es seguir trabajando en la escritura. Le prometí a un amigo mío ya fallecido, un notable intelectual de nuestro país, Francisco Fernández Buey, que haría un trabajo sobre Bartolomé de las Casas y el humanismo del Renacimiento. Ya tengo algún trabajo sobre Luis Vives publicado en la revista del Instituto de Filosofía y mi idea es ampliar un poco por ahí.
Paco Fernández Buey escribió un libro sobre Bartolomé de las Casas y a mí me gustaría continuar por ese camino. He leído a estos autores, a Bartolomé de las Casas y al padre Vitoria. Su tratado sobre la guerra es un magnífico estudio sobre el tema y las condiciones requeridas para considerarla justa. Ninguna de las guerras contemporáneas cumpliría las condiciones del padre Vitoria. A lo mejor la de los zapatistas o las de liberación. Aquellas generadas por los imperialistas no las cumplen para nada.
El humanismo del Renacimiento fue perseguido. Bartolomé de las Casas fracasa en su intento de paralizar la conquista y hacer una evangelización pacífica. Al padre Vitoria, como digo, no le han hecho ni caso. Esos ejemplos son como floreros que tiene el sistema para aparecer más simpático. Una fachada. En el fondo es, como dicen, mano de hierro en guante de terciopelo.