Poco a poco, Florentina Boti me fue mostrando verdaderas reliquias que guardaba en su casa: cartas originales de Juana de Ibarborou, las notas de alumno de un Regino E. Boti ya sexagenario que estudió Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana; la despedida lírica que sus contemporáneos ilustres, Luis Morlote, Ernesto Víctor Matute, Ángel Ferrand Latoison y Antonio Sánchez le brindaron, cuando ya su enfermedad se había revelado insalvable. Y el poema “Otra Hembra”, entonces inédito, que el poeta le había dedicado a su hija Florentina, algunos de cuyos fragmentos puso delante mío: “A la tristeza de mis años, / tú añades una alegría orbital / y eres de mi floración humana / la más tierna corola”.

Entre tantas confidencias y visitas, nos habíamos convertido en amigos. Acabé agregándole piedras a su colección: le traje una de Duaba, “allí, donde el general Antonio ancló la Patria”. Y me atreví a mucho, a entregarle un poema a la hija de un poeta, en la casa del poeta. Ella sonrió cuando se asomó a los dos versos finales: “La hija del poeta hizo el milagro / el padre va naciéndole en los brazos”.

Un día decidí que aquella entrevista, que se había bifurcado en numerosos cauces y meandros, debía tener fin. Le solté una pregunta de cierre. De filtrar las esencias, de aquilatar, de definir el legado de su padre, Regino Eladio Boti y Barreiro, se trataba. Nadie mejor que ella. Ningún lugar mejor que esté, y tal vez, ningún tiempo mejor para volver a escucharla:

“A mí, que los principios ni se venden ni se cambian. A los guantanameros, a los cubanos… te confieso que nunca había tratado de definir eso… que un hombre puede hacer una obra que traspase sus fronteras y su tiempo, incluso viviendo en un medio hostil e indiferente. Solo el trabajo salva de la estupidez y la inercia”.[1]

Este encuentro, incluso, me ganó el elogio de otro guantanamero-santiaguero a quien respetaba mucho por su saber enciclopédico, Marino Wilson Jay. Le gustaba presentarme como el muchacho que había logrado convencer a dos damas difíciles: Florentina Boti y Dulce María Loynaz. Cada vez que lo hacía, el auditorio, indefectiblemente, me miraba con fijeza, como para cerciorarse de que eso que afirmaba… era realmente cierto.

No puedo dejar de rememorar el asombro, el surrealismo más desbordado, el frenesí que viví una mañana en el guantanamero Parque Martí, mientras conversaba con los amigos que ya había ganado por estas tierras. Imagínense al imberbe periodista que escuchó de los labios de un viejo vendedor de periódicos…

― ¡Entérateee lo que dice la hija de Boti… entérateee!

Los voceadores de periódicos, figura extinta de nuestro panorama popular, ejercían con su escogencia un dictamen primario, una edición al ojo, un promocional viajero. Lo que pregonaban era lo que más tocaba el interés popular, según sus cánones, y en esa materia, seguramente no habrá que discutirle su experticia.

Son de esas cosas que se dan una sola vez en la vida.

Kodak-Ensueño

¿Y dónde queda entonces Kodak-Ensueño? Justamente, al final. Advertí que lo más importante de estas líneas no era el hallazgo, sino el camino. Una tarde, Florentina tomó dos libros, esquivó mi mirada con su cuerpo, escribió algo en ellos y me los extendió. No lo creía, cuando los sostuve en mis manos.  

Se trataba de Kodak-Ensueño, Ediciones Revista de Avance, 1929, 82 páginas, y de Kindergarten (1926-1929), Editorial Hermes, La Habana, 1930, 68 páginas. ¡¡¡Las ediciones príncipe!!! No me estaba dando un libro, sino sellando una confianza.

Dedicatoria de la edición príncipe de Kodak-Ensueño, de puño y letra de Florentina Boti, la hija del poeta, al autor del presente texto.

Un tanto relegados por la poesía magna de El mar y la montaña o por la historicidad de Arabescos mentales, son sin embargo, libros más contemporáneos, más libres. En Kindergarten, por ejemplo, asoma “Babul”, clave de la génesis y el magisterio que ejerció en toda la poética posterior de la poesía llamada negrista, negroide, afrocubana… pero aquí nos toca hablar de Kodak-Ensueño, que festeja sus 95 años de publicado.

Antes, escúchense para poner en contexto y calibrar las vanguardias, algunas de las obras inmediatas y los autores, que la editorial de la Revista de Avance, había dado a la luz alrededor de la misma época: El documento y la reconstrucción histórica de José María Chacón y Calvo, Góngora y la nueva poesía de Francisco Ichazo, Indagación al choteo de Jorge Mañach y El renuevo y otros cuentos de Carlos Montenegro.

Acuarela de Regino E. Boti.

Cuando hablamos de Regino Eladio Boti y Barreiro (1878-1958), naturalmente, lo hacemos del primer gran poeta cubano de las primeras décadas del siglo XX. Boti sacude una época y empedra otra sobre caminos propios, con todo lo que ello entraña de riesgos y rompimientos, de juicios y excesos. Su poesía (junto a la obra trunca de Poveda) subvirtió las márgenes y convirtió los predios orientales en punto nodal de la actividad literaria cubana, corrió al este los focos.

Poco descubro, pero es grato reafirmarlo.  

Regino Boti es, por antonomasia, su “filosofía del silencio”, su silencio diamantino y creador.  Hizo su obra sin complejos, con estoicismo y brillo, desde la Cuba profunda. Creo que aun en medio de las urgencias mediáticas y la tiranía de las redes, esa filosofía de ser ―de ser para poder hacer―, sin baraturas exhibicionistas, puede marcar la diferencia.

Regino Boti tuvo la herejía de ser él mismo, para ser “el otro”. Van varias lecciones en una sola vida.

Muchos han hablado de la obra botiana con justicia, con enjundia. Nunca será suficiente, pero esa circunstancia me ahorrará camino. Cira Romero, apuntaba que “el cuerpo poético de su obra, preñado de idealizaciones y no pocas veces de condena (…) con el apoyo de alusiones clásicas, y hasta de frases lapidarias, intenta consolidar ante el lector una reflexión (…) amplia y eficaz en recursos expresivos, que le permite enriquecer sus composiciones (…) para, definitivamente, entregar textos perdurables”.[2]

Instantes de la conferencia en el Centro Regino E. Boti.

Siempre me he preguntado, ¿cuánto dista, cuánto suma, cuánto puede girar un poeta de un libro a otro? ¿Cuánto muda su raigambre filosófica, su cosmos simbólico y espiritual? ¿Cambia el poeta, cambia la poética, cambia el hombre, o cambian las circunstancias? ¿O acaso, todo se deshace de una vez?

No nos apuremos en responder. Nunca es tan importante lo confesado, como lo que se calla; nunca son tan importantes las cuentas como el hilo que sostiene el collar. Nunca la rama ha sido más que la raíz.  

A veces le pasamos por alto, o lo dejamos allí, tan en el fondo, que se nos escapa. Lo aparentemente subalterno acaba iluminándolo todo. El lirismo de un poeta de la estatura de Boti, es capaz de reformar las cosas más comunes, poetizar lo que no parece razonablemente materia poética, verbigracia: las boñigas.

En perfecta concomitancia, hay que remarcar su capacidad detallista para eternizar el paisaje, de manera pródiga y permanente, sin olvidar, por supuesto, al acuarelista que hay en él. Como suele ser con aquellos creadores que trabajan con los pinceles y las tinturas, poseía una especial aprehensión cromática del universo que le rodeaba.

Estamos, pues, ante la doble interpretación de un artista, un tamiz dúplex que entrelaza y fecunda toda su obra, sin estridencias, a la callada, al estilo del autor. Tengo la sensación de que justo en Kodak-Ensueño esa doble frontalidad, ese goce de profunda ligereza ―valga la aparente paradoja―, alcanza su trazo más sosegado. Los arabescos… se han desenrollado.

Otros que le asignen los “ismos”, yo comparto la certeza de Wilson Jay: “La poesía trasciende las leyes que se le han impuesto (…) Ningún movimiento literario y artístico (…) puede otorgar indicaciones permanentes en relación con lo distintivo de una realización estética”.[3]

Poesía visual, táctil, fotográfica. Menos grave, menos hierática. En Kodak-Ensueño hay un dejarse ir, hay un encuentro con la serenidad. Escuchemos al poeta:

Todo se vela con un argento mate. Argento sobre los azules del cielo, de la montaña y de las ribas. Plata sobre el oro turquesa de la bahía. Plata sobre el siena de la lometa. Blanco sobre los techos de zinc. Plata sobre el verde botella del palosanto rampante, cuyas florecillas moradas parece que se han empolvado para oír misa de seis. Todo argentino. Ante el espectáculo, brota involuntariamente la frase: acorde en blanco mayor.

(“La mañana”)

Cromo vivo, ensueño niponés, copo de nieve entre luminoso vino retoño, la garza abre su copete blanco, las dos cuentas de sus ojos inquisitivos ―obsidiana y cobre― y medita alzada en la impar arquitectura de su pata malabar: cañuto de verde bambú que se quiebra en cinco gusanos adherentes.

(“La garza”)

En la clara tarde de marzo el cielo, palio sobre la estéril montaña, es un mar pálido en calma. Y en él abre su torta lechosa la carcomida faz de la luna a semejanza de una aguamala atisbadora que se asoma a ver como muere el sol.

(“Marina”)

Cuando la noche nos restituye el silencio y la llave del lavabo deja caer su gota perpetua en el fondo del recipiente, la Señorita Agua comienza su interminable sección de solfeo; la, la-fa,fa-mi-mi, mí, sol-do-fa, fafá-do-do-do-mí…

(“Autodidacta”)

Os he contado algo sobre Guantánamo, sobre mis caminos, desde las virginidades profesionales, los asombros de aldea, los toques intempestivos y las cobijas históricas. Ahora tal vez comprenderéis porqué es para mí esta, la más virginal de las ciudades cubanas, porqué bato espadas por ella. Defendamos nuestro mar amatista encantado, no seamos jamás asnos de noria. Jamás. Regino E. Boti, el eterno renacedor, nos está mirando.

Notas:

[1] Todas las citas de la entrevista con Florentina R. Boti están tomadas de “Talla de silencio”, publicadas en nuestro libro El hueso en el papel, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011, pp. 86-93.

[2] Cira Romero: “Regino E. Boti, persistencia y pertenencia en la poesía cubana”, en Claustrofobias. https://www.claustrofobias.com/regino-e-boti-persistencia-y-pertenencia-en-su-poesia/.

[3] Marino Wilson Jay: Los dos Regino, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2023, pp.14-15.

*Conferencia dictada en el Centro Regino E. Boti, durante la 46. Jornada de Literatura y Artes Plásticas Regino E. Boti, Guantánamo, 7 de junio de 2024. Por su extensión, ha sido dividida en dos partes para su publicación en La Jiribilla.

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