Mi razón para votar por Lenín Moreno

Kintto Lucas
31/3/2017

Como el hombre aquel que se compró un bumerán nuevo y nunca pudo dejar el viejo porque cuando lo bota siempre regresa, así se presenta la historia electoral de Ecuador y en particular de lo que se autodenomina izquierda ecuatoriana, o izquierdas ecuatorianas.

Las elecciones son, a fin de cuentas, una pequeña imagen de la realidad política del momento, que es también parte de un proceso histórico, de un proceso mucho mayor a los diez años que dura el gobierno de Rafael Correa. La izquierda ecuatoriana ha vivido electoralmente de prestado y no ha logrado crear una base popular propia, y eso se puede analizar desde Velasco Ibarra a Rafael Correa, pasando por Rodrigo Borja, Frank Vargas, Fredy Ehlers, Lucio Gutiérrez, León Roldós o Paco Moncayo.


Lenín Moreno. Candidato por Alianza País. Foto: Internet

El error de algunas izquierdas fue creer que yendo de prestado estaban haciendo la “revolución”, sin entender las limitaciones de los procesos. Otras, en cambio, se han sumado reiteradamente de forma oportunista a candidatos prestados para ver cómo conseguían algún ‘‘puestito’’ o sostener parte de sus pequeñitas agendas grupales o personales en caso de triunfo.

Hoy vivimos en un mundo de ficción donde unos creen que están haciendo la revolución y construyendo el socialismo. Algunos incluso creen que el destino de la humanidad pasa por Ecuador, hasta hablan de un nuevo “Stalingrado”. Otros creen, en cambio, que están combatiendo el comunismo. Que están en una nueva cruzada contra el comunismo. También están los que creen combatir el fascismo. En el caso ecuatoriano es parte del barroco que también se expresa en todas las fanescas partidistas. Hemos llegado a un punto en que todos los partidos o movimientos, sin excepción, son una especie de fanesca que va desde la izquierda a la derecha.

Hoy, algunos representantes de las izquierdas ponen énfasis en su realidad personal o grupal, no piensan, ni miran más allá. Aquellos que fueron atacados por el gobierno creen que lo fundamental es oponerse a todo lo que tenga algún vínculo con este. Aquellos que se beneficiaron del gobierno creen que lo fundamental es defender todo, incluso acciones retrógradas. Unos y otros caminan en defensa de sus pequeños intereses, y finalmente, terminarán perdidos en el camino de la historia.

Por fuera de la ficción que viven unos y otros, está la realidad, están los grandes intereses que se esconden detrás de la política y en particular de cualquier elección. Los intereses que buscan sacar partido de una u otra propuesta electoral. El poder real. Por otra parte, están las grandes masas populares que intentan enderezar su destino impuesto de antemano, más allá de lo electoral. Cuando llegan las elecciones, esas masas populares esperan que gane alguno que no sea tan malo en el camino permanente de intentar enderezar ese destino impuesto. Finalmente, nos guste o no, a fuerza de buscar encaminar su destino, los pueblos son estrategas.

Ahora, ante la disyuntiva de la segunda vuelta electoral entre Lenín Moreno y el banquero Guillermo Lasso, hay quienes, individualmente desde algunas izquierdas, asumen diversos análisis para justificar el apoyo a una de las dos opciones o no votar por ninguno de los dos candidatos finalistas, y no logran mirar más allá del pequeño metro cuadrado en que se mueven.

De derecha a izquierda: Lenín Moreno y Guillermo Lasso. Foto: Internet

No hay cómo equivocarse al elegir entre Lenín Moreno y Guillermo Lasso. Moreno representa una opción democrática, con todas las limitaciones que puede expresar su candidatura. Se puede votar por Lenín de una forma crítica, sin dar cartas en blanco, aceptando que es necesario luego acompañar el proceso y, si se desvía, luchar por enderezarlo. O incluso resistirlo. Votar por Lasso e inventar explicaciones para hacerlo es, por lo menos, un error estratégico muy grave para cualquier izquierda.

Sin olvidar ninguna crítica al gobierno, en este momento es necesario asumir sin ambigüedades el apoyo a Lenín Moreno. Conozco a Lenín y sé que es un demócrata (más allá de que la palabra demócrata encierre muchas limitaciones); creo que es alguien que puede tender puentes, incluso hacia sectores con los cuales se han dinamitado y es difícil volverlos a levantar; es una persona que tiene la tolerancia necesaria para llevar adelante un proceso democrático, no revolucionario (y por favor no ahuequemos más la palabra revolución). La necesidad de mantener una postura digna en defensa de la integración latinoamericana y de los procesos democráticos es fundamental en la realidad actual. Es una necesidad estratégica que Moreno puede mantener. En el ámbito político y económico, seguramente en lo esencial, el gobierno de Lenín Moreno será similar al de Tabaré Vázquez en Uruguay, con las diferencias económicas y políticas propias de cada país. Eso es bastante en la realidad actual.

Sin creer que en Ecuador la situación se pueda asemejar a un “Stalingrado chiquito”; sin pensar que un gobierno modernizador capitalista puede hacer cambios estructurales; sin haberme ilusionado que una Constitución como la ecuatoriana sea un documento revolucionario; convencido que no se hace ninguna revolución desde la institucionalidad; sabiendo que los verdaderos cambios sociales se hacen desde la lucha social, no desde la burocracia; aceptando los graves “errores” del gobierno, que van desde no haber estatizado una de las grandes telefónicas en lugar de renovar el contrato en 2008, hasta haber firmado el TLC con la Unión Europea que en el mediano plazo será catastrófico para las pequeñas y medianas economías campesinas; aceptando que dentro del gobierno y en los alrededores se esconden muchos oportunistas y acomodados que se dicen de izquierda y otros tantos de derecha; y criticando duramente los casos de corrupción; no podemos confundirnos al elegir entre Moreno o Lasso.

Podemos ser muy críticos con un proceso que se desvirtuó en los últimos años y que incluso tomó algunas medidas que se pueden catalogar como neoliberales; pero no podemos entregar directamente el futuro político del país a la derecha más reaccionaria y al capital financiero nacional e internacional, ayudando a sumar un nuevo aliado a la derecha latinoamericana que se va reposicionando y reconsolidando.


La segunda ronda electoral será el próximo 2 de abril. Foto: Internet

Ni ayer, ni hoy, ni mañana, habrá justificación válida para votar a Guillermo Lasso desde la izquierda, o desde alguien o algo que se denomine de izquierda. Quienes creen en eso, se equivocan. En tanto que quienes están convencidos de que no debe apoyarse a ninguno de los dos candidatos deberían asumir, como lo hacíamos en otros momentos históricos, una campaña franca por el voto nulo. Dejar su postura política abierta a la ambigüedad, abre paso a interpretaciones tendenciosas y hace que su postura quede cuestionada.

En 1992, cuando apoyé y defendí la rebelión liderada por Hugo Chávez contra el 90 por ciento de la izquierda uruguaya, y años después, cuando reforcé mi apoyo al proceso bolivariano desde Ecuador, cuando solo dos o tres lo apoyábamos, fue pensando estratégicamente, sin creer que haría la revolución. Aunque luego Chávez demostró un liderazgo que no han tenido quienes venían desde la izquierda. Un liderazgo que será difícil de igualar, sobre todo por su capacidad de mirar estratégicamente América Latina y el mundo.

No apoyé a Correa en la primera vuelta de 2006, apoyé a Macas y volvería a hacerlo; creí en la Constitución y me comprometí con su aprobación, incluso teniendo muchas críticas en los cambios de última hora en la redacción final y sabiendo que tenía muchas limitaciones en el tema laboral; participé en el gobierno, convencido de que la política internacional marcaría una diferencia, y así fue por los menos en el período por el que yo puedo responder; renuncié (ni me botaron ni di un paso al costado) cuando vi que el gobierno se encaminaba a firmar el TLC, y vi además que la restauración conservadora no venía solo de afuera sino desde adentro; siempre me pareció un cuento lo del socialismo del siglo XXI o socialismo del buen vivir, o tantos inventos sin sustento teórico ni práctico; y nunca usufructué de una mínima prebenda en el gobierno o fuera de él. Si bien mucho de eso no tiene importancia, cuando uno asume una postura en momentos como el que vive Ecuador y América Latina es importante dejar claros algunos antecedentes. Ojalá todos los actores políticos siempre puedan aclarar sus antecedentes.

El 2 de abril, mi voto por Lenín Moreno es un voto pensando estratégicamente en el futuro de América Latina, ni más ni menos. Un voto estratégico desde la izquierda.

Fuente: Rebelión