Medio siglo atrás murió Sindo Garay, El Gran Faraón de Cuba
2/7/2018
Llegó el momento en que a Sindo Garay comenzamos a verlo a la manera de una impresionante secuoya, como a un ancianito de vida eterna. Y en tal sentido no nos equivocamos, porque cuando se fue a los 101 años, el 17 de julio de 1968 —50 años atrás—, empezó para él un nuevo ciclo, el de la pervivencia en la memoria, que ciertamente no tiene fin.
de la trova tradicional. Foto: Radio Reloj
Existe una anécdota no tan recordada que ilustra el carácter y la nombradía de Sindo Garay; aquella que recoge para la historiografía de la música cubana la conversación sostenida por Agustín Lara y Sindo en el restaurante La Bodeguita del Medio una tarde de junio de 1952. Entre copas y saladitos, los dos amigos debatieron acerca de la paternidad del bolero. Un periodista atizó la polémica:
— Cuentan que usted ha dicho que el bolero no es cubano, sino mexicano, y que a usted se debe su actual importancia, ¿cierto?
— El bolero, según tengo entendido, es, en cierto modo, español, y también en cierto modo, cubano, aseveró El Flaco de Oro.
Sindo, con espejuelos de gruesos cristales y más de ochenta años bien sobrellevados, saltó iracundo:
— Es un disparate llamar español a lo que es de Cuba, y de Oriente.
Lara acotó entonces:
— Nosotros los mexicanos le hemos dado un nuevo sentido a ese señor llamado Bolero. En México se viste con un ropaje distinto, aunque no podemos negar su condición étnica.
— ¿De modo que usted admite que el bolero rítmico tiene su raíz en el nuestro? —le lanzó el periodista a Lara como si se tratara de un par de banderillas.
— Le dije ayer, lo ratifico hoy y lo repetiré mañana —respondió don Agustín.
Sindo, que ha seguido el diálogo expectante, prorrumpió satisfecho en una incontenible exclamación:
— ¡Usted no podía faltar a la verdad, querido! ¡Lo felicito!
Y con una nueva ronda para todos sellaron el debate en fraternal pacto.
Mucho se ha escrito del gran creador que fue Sindo, empezando por la investigadora Carmela de León, su biógrafa, en el libro Sindo Garay: Memorias de un trovador. De él han opinado los más reputados artistas cubanos, entre ellos Esther Borja, Argeliers León, Frank Fernández, Harold Gramatges, Félix Guerrero, Omara Portuondo, Lorenzo y Reinaldo Hierrezuelo, las hermanas Martí, José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Eduardo Robreño y Miriam Ramos. Una infinidad de criterios con un denominador común: “se trató de un trovador sobresaliente”.
Quien hojee las páginas de la revista Bohemia de las décadas del 40 y del 50 del pasado siglo, encontrará con relativa frecuencia informaciones y fotos de Sindo con su sempiterna sonrisa. Escribió más de 600 obras musicales y fue considerado “el más alto exponente entre los creadores de la canción trovadoresca en Cuba” por el musicólogo Helio Orovio.
Se trataba de un genio naturalmente dotado para la composición, un hombre espontáneo siempre inspirado. Formado de manera autodidáctica, no requirió del papel pautado para expresar su musicalidad. Sin embargo, numerosas composiciones se perdieron debido a esa manera suya de bohemio impenitente.
No podía imaginar Antonio Gumersindo Garay y García que un poeta tan celebrado como Federico García Lorca lo considerara “El Gran Faraón de Cuba” al conocer “La Bayamesa”, “La Alondra” y “Granos de Oro”.
En sus páginas musicales resaltan también “La tarde”, “Labios de grana”, “La baracoesa”, “Adiós a La Habana”, “Guarina”, “Rayos de oro”, “Tardes grises”, y muchas otras, ya que Sindo fue tan compositor como poeta, de lo cual dan medida los textos de sus obras.
Un día, un mes, un año
En la calle Matadero Viejo (hoy Jovito), entre Santa Isabel y Providencia, en Santiago de Cuba, nació el 12 de abril de 1867 Antonio Gumersindo Garay García, quien en sus años de infancia, paralelos a las guerras independentistas en Cuba, sirvió de mensajero a los mambises en más de una ocasión. Siendo adulto, cruzó a nado repetidas veces la bahía de Santiago de Cuba para llevar informaciones a las huestes libertadoras encabezadas por Aniceto Serrano y Agustín Cebreco.
En cuanto a su formación musical, recibió a los diez años las primeras clases de guitarra de manos del compositor santiaguero José Pepe Sánchez, amigo de la familia. Cuatro años más tarde, a orillas del guantanamero río Guaso, compone su primer bolero, “Quiéreme trigueña”, prendado de la belleza de María Mestre.
Del interminable anecdotario del artista son estas dos historias reales:
En 1888 le muestra al pianista alemán German Michaelsen, residente en Santiago de Cuba, una obra de su inspiración. El alemán la observa y comenta: “Su música es muy grande. Tiene mucho de las canciones alemanas”. Movido por el elogio, Sindo la tituló “Germania”.
En 1895 viaja a Santo Domingo como acróbata del circo de Portela y Bonne. Al fracasar el proyecto, se dedica a la talabartería y por azares de la vida se encuentra en Dajabón, frontera de Haití y Santo Domingo, en el momento en que José Martí se despide de sus amigos para partir a la Guerra Necesaria. Al conjuro de este episodio escribió poco después “Semblanza de Martí”.
En el año 1900, estando involucrado nuevamente en el mundo circense, compuso “Evangelina”, al conocer la heroica historia de la mambisa Evangelina Cossío.
Bohemio y parrandero, en 1906 embarca en el vapor Avilés, y sin proponérselo recala en la capital, donde permanecerá por tres años amenizando con su guitarra las noches del barrio de San Isidro y las del café Vista Alegre, en San Lázaro y Belascoaín. Es en ese lapso que conoce al célebre chulo Alberto Yarini, e inspirado en su pintoresca vida le dedicó un bolero del mismo nombre.
El amor y el respeto de Sindo por sus raíces autóctonas lo llevó a nombrar a los hijos que tuvo con Petronila Reyes Zamora —a quien se unió en en 1899 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana—, de esta curiosa manera: Eladio Guarionéx (1901); María Guarina (1902); Julio Hatuey (1906); Laura Anacaona (1908) y Gumersindo Caonao (1910).
Grabaciones
Su primera grabación la realizó Sindo Garay para la RCA Víctor en 1910, pero diferencias de índole comercial lo separaron de la firma. Entre tanto, trabajó en los circos Pubillones, Lowande, Tatalí, Silvani, y otros, sin dejar de ir sumando nuevas piezas como “La perla marina” (1912), “A Maceo”, “Mi Mora”, “Sin tus caricias” y “Amargas verdades”, hasta llegar a la más emblemática de sus obras, “La bayamesa” —conocida también como “Mujer bayamesa”—, criolla compuesta en esa ciudad en 1918.
La década del 20 es un agitado ir y venir desde Santiago hacia La Habana, y viceversa. Nuevos estrenos —“Desde lejos” y “Descenso” (1927) —, y los boleros “Ya es tarde” y “De ayer a hoy” (1928) matizan su inquieta vida, que lo llevará ese año a debutar junto a Rita Montaner, su hijo Guarionéx y otros artistas de la época en el Teatro Palace de París. Allí grabará canciones para la firma Columbia.
Se cuenta que el maestro Ernesto Lecuona, después de escuchar sus canciones, exclamó: “¿Cómo puedes escribir estas cosas, Sindo, sin haber estudiado música?”
En 1946 es declarado Hijo Adoptivo de Bayamo, ocasión en que advierte que a su muerte desea descansar en esa tierra que tanto ama. Con 79 años continúa fumando y bebiendo como desde hace 60 años, y seguirá haciéndolo hasta que se rompa su cuerda vital 22 años más tarde.
Personalidad irrepetible de la cultura cubana, Sindo Garay — ¡qué pena no haberlo conocido personalmente! — continuará “apareciendo” en fotografías, grabaciones, kinescopios, artículos, anécdotas… Fue un manantial infinito de inspiración. Hoy es un río de amplio cauce del que beben los trovadores de antes, los de ahora… ¡y también los que vendrán mañana!
Cuando murió, Sindo Garay vio cumplido su deseo de ser sepultado en Bayamo, mientras un grupo de trovadores entonaba “La bayamesa”.