I
En la obra de Marx no hay un análisis específico del problema colonial. Su tratamiento está dado en la medida en que aclara la comprensión de su estudio del capitalismo o en los casos en que se convierte en problema de la actualidad política europea —muchas veces inglesa—, y, por tanto, incide sobre su objetivo: la revolución comunista.
En El Capital hay un tratamiento del fenómeno colonial en cuanto este forma parte del proceso de acumulación originaria del capitalismo y muestra la rapacidad y la barbarie capitalista en la búsqueda de ganancias.
Para Marx la era capitalista solo data del siglo XVI.[1]
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.
Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria.
Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro en un orden más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se reúnen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista.[2]
De esta cita podemos inferir que para Marx no discurren separadamente las metrópolis y las colonias, sino que ambas forman parte de un solo y único proceso: el proceso de génesis y desarrollo del capitalismo.
La historia de la expansión colonial es, simultáneamente:
- una historia de bandidaje, en la que caben todas las atrocidades imaginables;
- un proceso de concentración de capital en Europa Occidental (Ernest Mandel ha calculado en más de 100 millones de libras el producto del saqueo colonial entre los siglos XVI-XVII, más que el valor de toda la industria europea en esa misma época);[3]
- un proceso de crecimiento de las desigualdades en el desarrollo del capitalismo, entre unas y otras regiones;
- y; finalmente, un proceso de modelación de las economías coloniales por las metrópolis.
En cierto sentido, el capitalismo formó el mundo de producción de las colonias, exportó un modo de producción, que iba destruyendo y/o integrando la economía primitiva o aquellas formas de producción que encontró.
De esta forma, la economía de las colonias fue subordinada a la economía de las metrópolis, constituyendo las primeras economías complementarias, en las que el proceso productivo respondía a necesidades metropolitanas o del mercado mundial, “especializándose” en materias primas agrícolas y mineras.
“Las colonias brindaban a las nuevas manufacturas que brotaban por todas partes mercados para sus productos y una acumulación de capital intensificada gracias al régimen de monopolio”.[4]
Si en algún lugar hay que buscar los orígenes del intercambio desigual que hoy aqueja a los países subdesarrollados, es en la formación de nuestra economía colonial.
Para Marx las enormes riquezas obtenidas en las colonias se convertían en capital en Europa —la colonia era una proveedora de capitales—[5] y el papel principal del sistema colonial fue robustecer el naciente capitalismo europeo.
Hoy se habla de que el movimiento de capitales es mayor de los países subdesarrollados hacia los desarrollados. En realidad este movimiento siempre ha sido así. Por el saqueo o por el comercio ya desde los orígenes del capitalismo se estableció esta dirección de flujo de capital.[6]
Esto nos obliga a considerar la economía de estos países insertadas en la estructura mundial del capitalismo, aunque, desde luego, esa estructura no es la misma en el siglo XVI que en el siglo XIX: hay un proceso de totalización de la estructura capitalista que en cuatro siglos erige un sistema internacional de explotación, de tal forma, que la historia del capitalismo en el mundo colonial no es la historia capitalista de esos países. Hay un proceso de inserción, desarrollo y predominio del capitalismo en el mundo colonial, que sería objeto de estudio de la historia concreta del capitalismo colonial, mediante el cual este disgrega las economías precapitalistas o las incorpora, en una combinación de relaciones de producción correspondientes a distintas formaciones sociales bajo la hegemonía capitalista.
“Si en algún lugar hay que buscar los orígenes del intercambio desigual que hoy aqueja a los países subdesarrollados, es en la formación de nuestra economía colonial”.
II
La utilización de las colonias de sistemas de mano de obra que históricamente han correspondido a otras formaciones sociales (esto es, la esclavitud o la encomienda en el caso americano), ha sido fuente de confusiones al establecer el carácter de la colonización.
Tomadas estas relaciones fuera de su contexto, han servido para aumentar la existencia de esclavitud o de feudalismo en América. En una palabra: la repetición de un ciclo que históricamente no se dio en nuestro continente, ya que este fue incorporado directamente al naciente sistema capitalista.
Los textos de Marx tienen un vigor extraordinario para aclarar tergiversaciones a este respecto.
Para Marx, el burgués establece las formas de trabajo que le son más rentables allí donde no hay norma establecida y puede imponerla libremente; no hay método —por bárbaro que sea— al que no recurra. Su objetivo, lograr el máximo de ganancia en lo mínimo de tiempo posible, lo impulsa a ello.
Hay una etapa en historia capitalista en la cual renacen ciertas formas feudales con inusitado vigor: la expansión del capitalismo colonial. En la colonia, la posesión de la tierra aparte del lucro que se busca en el tráfico de sus productos, va acompañada de fuertes reminiscencias feudales. El poseedor —compañía o individuo— aplica su ley sin apelación, gobierna sobre las vidas y los bienes sin preocupación jurídica o ética alguna, inventa en su beneficio todos los impuestos que su imaginación y las posibilidades del lugar le permitan. Esto ha ocurrido sin excepción en todos los continentes.[7]
El propio Bagú narra algunos casos en que se reditaron condiciones e impuestos típicamente feudales en la época de la conquista americana.
El capítulo XXIV de El Capital es un desgarrón que muestra “la cara sucia” del capitalismo. Para Marx los horrores de la industria europea —que no titubeaba en esclavizar niños, que recurría a la jornada natural— necesitaban como una base de esclavitud en el nuevo mundo.[8]
Refiriéndose al libro de Charles Comte, Traite de Legislation, dice: “Acerca del trato dado a los esclavos… conviene estudiar en detalle este trabajo, para ver en qué convierte el propio burgués y en qué convierte a sus obreros allí donde le dejan moldear libremente el mundo a su imagen y semejanza”.[9]
A este efecto antes de dar con la esclavitud del negro, primero ensayaron con el indio e incluso con los blancos pobres. Surgieron así algunos tipos de siervos que dieron origen a los siervos controlados (identured servants), y a los siervos forzados, quienes eran víctimas generalmente del secuestro, actividad que, en ciudades como Londres y Bristol, se convirtió en negocio regular. Williams calcula que la mitad de los inmigrantes ingleses en el siglo XVII llenaban estas categorías.[10]
También los delincuentes sirvieron para este tipo de trabajo y durante los siglos XVII y XVIII numerosos delitos se castigaban con la deportación. Solo cuando estas fuentes se agotaron o fueron insuficientes se recurrió al negro; “su origen puede expresarse en tres palabras: en el Caribe, azúcar; en el Continente, tabaco y algodón. Un cambio en la estructura económica produjo un cambio correspondiente en el suministro de mano de obra”.[11]
La esclavitud fue una solución a un problema laboral en las colonias del nuevo mundo.
La organización de la trata de esclavos fue típicamente capitalista en la que actuaron empresarios individuales y sociedades por acciones y participó el Estado en la persona de los reyes y funcionarios.
Al principio, Inglaterra estableció el monopolio en la trata con la Real Compañía de Aventureros, posteriormente fue creada la Real Compañía Africana[12], pero en 1698 fue reconocida la trata libre. Era un comercio como otro cualquiera con la sola diferencia de que los objetos de compraventa eran seres humanos.
Hubo ciudades para las cuales la esclavitud fue su método de acumulación originaria. Marx señala el caso de Liverpool y los datos que aporta muestran los requerimientos de capital y organización que eran necesarios para mantener este tráfico. En poco más de 60 años (1730–1792) Liverpool multiplicó ocho veces el número de barcos dedicados a la trata (de 15 a 32). La historia del desarrollo de la trata es la historia de la prosperidad de Liverpool.
En 1975 Liverpool tenía 5/8 de la trata británica y 3/7 de toda la trata europea.[13]
Un viaje con cargamento de unos 270 esclavos proporcionaba de 7 000 a 8 000 libras de ganancia.
Con razón Bagú ha afirmado que la esclavitud americana fue la fuente más rápida y eficaz de multiplicación de capital y Erick Williams concluye en su ya clásico Capitalism and slavery: “El Capitalismo comercial del siglo XVIII desarrolló la riqueza europea mediante la esclavitud y el monopolio”.[14]
Marx dedica el capítulo XXV de El Capital a analizar la teoría de la colonización de Wakefield, donde muestra —y en cierto sentido ratifica— que la existencia del régimen capitalista está ligada a la necesidad de destruir la propiedad privada nacida del propio trabajo. Lograr el famoso hombre libre en un doble sentido: libre de medios de producción y libre de vender su fuerza de trabajo.
Las condiciones de trabajo imperantes, economía de plantación y régimen minero no hacían atractiva una emigración a las colonias —sobre todo a las hispanoamericanas— de fuerza de trabajo libre.
El móvil de los colonizadores era enriquecerse, no convertirse en obreros asalariados. Todo eso obligaba a importar una fuerza de trabajo que no pudiera elegir su lugar de trabajo, es decir, desposeída en un doble sentido: desposeída de medios de producción y desposeída de la libertad de vender su fuerza de trabajo. Una fuerza de trabajo con tales características solo podía ser proporcionada por medios esclavistas.
Para finalizar, es bueno citar in extenso la forma en que Marx analiza el proceso de trabajo en estas condiciones.
Refiriéndose al sur de los Estados Unidos dice:
Aquí coinciden el terrateniente y el propietario de los instrumentos de producción, que es también, por tanto, explotador directo de los obreros, incluidos entre estos elementos de producción. Coinciden también la renta y la ganancia; no se establece separación alguna entre las diferentes formas de plusvalía.
Todo el sobretrabajo de los obreros, que se plasma aquí en el sobreproducto, le es extraído directamente por el propietario de todos los instrumentos de producción, entre los que se cuenta la tierra y entre los que figuran también en la forma primitiva de la esclavitud, los propios productores directos. Allí donde impera la concepción capitalista, como ocurre en las plantaciones norteamericanas, toda esta plusvalía se refuta ganancias.[15]
El capitalista, cuando explota mano de obra esclava, sigue siendo capitalista y puede creerse conquistador de nuevos señoríos feudales, o farmer, pero el proceso es uno solo.
En esto vale la afirmación de Marx en otra de sus obras: “Al igual que los hombres no se juzgan por lo que piensan de sí, las épocas no se pueden juzgar de sí mismas; es preciso explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material”.[16]
Tanto los estudios modernos, como la ubicación que le dio Marx dentro de su obra, al fenómeno del renacimiento de la esclavitud con la génesis y expansión del capitalismo, muestran que esta era una institución capitalista.
No se pueden apoyar en Marx los que buscan en nuestro continente una repetición del ciclo europeo: comunidad primitiva – esclavitud – feudalismo – capitalismo. Las colonias americanas no surgieron para repetir este ciclo sino para incorporarse al naciente capitalismo.
El análisis de Marx no es una filosofía de la historia que establece un patrón por el que deben pasar o hayan pasado todas las sociedades; no se puede atribuir a Marx un supuesto esquema de evolución lineal para todas las sociedades.
La carta de Otietschestwenie Sapiski (Hojas Literarias) es ilustrativa a este respecto, en ella rechaza explícitamente las opiniones de un crítico que
A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa Occidental en una teoría filosófico–histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que al mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todo y cada uno de sus aspectos. Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.[17]
“Para Marx no discurren separadamente las metrópolis y las colonias, sino que ambas forman parte de un solo y único proceso: el proceso de génesis y desarrollo del capitalismo”.
III
Otro aspecto del pensamiento de Marx y Engels sobre la cuestión colonial es el relacionado con el papel de la lucha anticolonial y su relación con la lucha anticapitalista y el relativo al desarrollo del capitalismo en las colonias.
Sobre lo primero hay un caso donde Marx y Engels ven con claridad meridiana la importancia de la lucha anticolonial: Irlanda. Desde 1856 defendieron el derecho de Irlanda a ser libre. En correspondencia, artículos y actividades de la Asociación Internacional de Trabajadores. Si analizamos estos materiales vemos una radicalización progresiva en sus concepciones. Veamos esto en detalles:
Ya en 1856, Engels señala a Marx, a partir de un viaje a Irlanda, que esta es la primera colonia inglesa y allí se da uno cuenta de que “la pretendida Libertad Inglesa tiene por base la opresión de las colonias”.[18]
En un principio Marx cree que la liberación de la clase obrera inglesa conducirá a la liberación de Irlanda y así lo defiende en el New York Tribune, pero en carta a Engels del 12 de octubre de 1869 rectifica estos criterios porque ha comprendido que “la clase obrera inglesa no hará nada hasta que se desembarace de Irlanda”.[19]
¿Cuáles son los elementos que lo han llevado a esa conclusión tan definitiva?
Irlanda es un fortín de la oligarquía agraria inglesa. Destruyendo su poder en Irlanda se le debilita en Inglaterra, pues en muchos casos son las mismas personas los propietarios en uno y otro lado.[20]
Pero hay un juicio que repite una y otra vez y que determina sus esfuerzos por movilizar a la clase obrera inglesa por la liberación de Irlanda: la escisión que provoca en la propia clase.
En todos los centros obreros importantes, irlandeses e ingleses se hayan escindidos. El obrero inglés odia al irlandés como un competidor que contribuye a la baja de salarios. Este antagonismo es alimentado por la burguesía.[21] La misma situación de hoy entre el obrero blanco y el negro en Norteamérica.
Los prejuicios sociales, religiosos y nacionales los enfrentan. El inglés se siente parte de la nación dominante. El irlandés ve en el obrero inglés un cómplice de la burguesía que lo explota.
Para Marx ese antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa.
Por eso, la liberación de Irlanda no es una cuestión de humanitarismo sino una cuestión política urgente.[22]
La existencia de las colonias repercute en la conciencia del obrero inglés alienándolo a su burguesía. Con cierta amargura Engels señala a Kautsty: “Usted me pregunta qué piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues lo mismo que de la política en general, lo mismo que piensan los burgueses”.[23]
Y a continuación señala que no hay partido obrero, y que estos se benefician tranquilamente del monopolio colonial de Inglaterra. Engels constata así el fenómeno de la aristocratización de la clase obrera inglesa merced a las migajas que puede darle la burguesía, producto de su saqueo colonial.
Las apreciaciones de Marx y Engels sobre Irlanda son un punto de partida para enfocar la lucha anticolonial en su relación con la lucha anticapitalista, y la ligazón indisoluble entre una y otra.
Incluso Engels le señala a Marx que “cuanto más ahondo en el tema, tanto más claro veo que la invasión inglesa ha impedido totalmente a Irlanda desarrollarse y la ha lanzado varios siglos atrás”.[24]
Es decir, no solo la importancia que para la lucha metropolitana tenía Irlanda, sino también los efectos nocivos de la conquista.
Contrasta esto, como veremos más adelante, con el enfoque de la cuestión india; las razones: presencia política.
Irlanda era también un problema inglés.
Urgido por llevar adelante la revolución europea, cuyo golpe decisivo se daría en Inglaterra, el país capitalista más desarrollado de la época, Irlanda se convertía en un factor de la revolución mundial.
IV
Si bien Marx ubica correctamente el papel de la expansión colonial en el desarrollo del capitalismo, no logra percibir las particularidades del desarrollo capitalista en los países coloniales. A nuestro entender, a las dos razones que señalamos al inicio de este trabajo, contribuye una tercera: en el modelo de funcionamiento de la economía capitalista elaborado por Marx se prescinde del comercio exterior, por no alterar este los resultados del análisis.[25]
El funcionamiento del comercio exterior es vital para entender la forma en que se desarrolla el capitalismo en una economía dependiente. Su producción está en función del mercado mundial y de la metrópoli. Esto modela su economía, estableciéndose una estructura permanente de explotación en las colonias. De ahí que no se percibiera el desarrollo desigual del capitalismo y, además, que esa desigualdad tendiera a ser permanente o cada vez mayor, entre metrópolis y colonias.[26]
Su afirmación en el prólogo de El Capital “de te fabula Narratur” lo extiende implícitamente a la India en sus dos conocidos artículos: “La dominación británica en la India”[27] y “Futuros resultados de la dominación británica en la India”.[28]
Marx denuncia y condena las atrocidades de los colonialistas. Sus artículos sobre la cuestión colonial constituyen una disección de “la misión civilizadora del hombre blanco”, pero para él, a espaldas suyas, la burguesía cumplía una función revolucionaria: incorporaba estos pueblos a la historia moderna, los sacudía del inmovilismo en que las formas asiáticas de producción los había sumido.
Y si hoy esa forma de análisis nos puede traer dudas, para Marx se trataba de plantearse si era posible la revolución comunista si el capitalismo no llegaba a Asia. “De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución”.[29]
Marx está consciente de que será chocante presentar una misión revolucionaria de Inglaterra en la India y así se lo manifiesta a Engels en carta del 14 de junio de 1853.[30]
En los años 50 del siglo pasado Marx y Engels relacionan de una u otra manera la lucha en las colonias en la revolución europea. Esa relación está dada para ellos, en un primer plano, por la posibilidad de un desarrollo capitalista independiente en las colonias que podría debilitar el capitalismo europeo. Incluso antes de su muerte en 1894,[31]Engels todavía veía esta posibilidad.
El desarrollo de un capitalismo en China o la India incidiría sobre el ciclo económico europeo agravando sus contradicciones y provocando la debacle, sobre todo a partir de una contracción del mercado metropolitano.[32]
Para ellos la revolución iba ligada al desencadenamiento de una crisis comercial e industrial, de acuerdo con lo que mostraba la experiencia europea desde el siglo XVIII.
“El funcionamiento del comercio exterior es vital para entender la forma en que se desarrolla el capitalismo en una economía dependiente”.
Otro plano era la posibilidad de que la revolución en Europa —que sería una revolución comunista— no fuera ahogada por el resto del mundo, ya que en el continente el capitalismo aún seguía expandiéndose (según su concepción de un modelo único de capitalismo a alcanzar por todas las naciones).
“Lo difícil para nosotros es esto en el continente, la revolución es inminente y asumirá también de inmediato un carácter socialista. ¿No estará destinada a ser aplastada en este pequeño rincón, teniendo en cuenta que en un territorio mucho mayor el movimiento de la sociedad burguesa está todavía en ascenso?[33]
Hombres de su época, a veces les parece que Europa es el mundo, quizás porque era su batalla central. Hay una nota de paternalismo al referirse al futuro del mundo subdesarrollado. Allí la revolución llegaría como una merced del proletariado europeo una vez que este hubiera hecho su revolución. Cito in extenso.
A juicio mío, las colonias propiamente dichas, es decir, los países ocupados por una población europea: el Canadá, el Cabo, Australia, se harán todos independientes; por el contrario, los países sometidos nada más, poblados por indígenas, como la India, Argelia y las posesiones holandesas, portuguesas y españolas, tendrán que quedar confiadas provisionalmente al proletariado, que las conducirá lo más rápidamente posible a la independencia.
Esta carta finaliza señalando el poderoso ejemplo que significarán Europa y Norteamérica emancipadas para incluir a estos países a seguir su ejemplo.
Si con respecto al futuro de las zonas subdesarrolladas Marx no previó su específico desarrollo capitalista, con respecto a América Latina sus enjuiciamientos fueron frutos de una desinformación evidente (repásese su texto sobre Bolívar para apreciar esto).[34]
Para algunos marxólogos púdicos, el ocultamiento de estos textos es la resultante de concebir el marxismo como una nueva teología, en que la palabra del profeta es una verdad revelada y la repetición de citas sustituye el análisis de la realidad.
En definitiva, esto hace el juego al enemigo, una de cuyas armas es la búsqueda de elementos para mostrar que “Marx se equivocó” o que es anticuado.
Ambas actitudes —aunque aparentemente contrapuestas— tienden al mismo resultado: una mistificación del marxismo. Conocemos de ciertas antologías sobre el problema colonial en Marx y Engels que eluden cuidadosamente sus textos sobre América Latina; es el mismo caso de los textos juveniles de Marx desenterrados por la socialdemocracia.
Con Marx, la inteligencia entra en la historia, pero no es ni un místico, ni un metafísico positivista; es, en su acepción más severa, un científico; trabaja con hipótesis, analiza, pero no es omnisapiente.
A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él, de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de la raza o la nacionalidad inadmisibles hoy. Pero los grandes hombres, descubridores de verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas y estas sirven solamente para demostrarnos que son humanos, es decir, seres que pueden incurrir en errores, aun con la clara conciencia de la altura alcanzada por estos gigantes del pensamiento.[35]
Notas:
[1] Carlos Marx. El Capital, t. I.C.F.E., México, 1959
[2] El Capital, I. Cap. XXIV. Op. cit.
[3] Ernest Mandel, Tratado de Economía Marxista, tomo II, Col. Polémica. Inst. del Libro, La Habana, 1969, págs. 562-563
[4] El Capital, I, Op. cit. Página 640.
[5] “El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo, la esclavización y la matanza, refluía a la metrópoli para convertirse aquí en capital”. El Capital, I, XXIV. Op. cit.
[6] A la cifra global de Mandel señalada anteriormente podemos añadir algunos ejemplos que él menciona en su Tratado de Economía Marxista:
– En 1691 la tasa de ganancia de la Compañía Francesa de las Indias Occidentales era del 250 %.
– El pirata francés Drake formaba parte de una empresa de la cual era accionista la reina Isabel. Organizada con un capital de 5 000 libras produjo ganancias por 600 000, la mitad de la cual fue a parar a la reina.
– J. Kuczinski da cifras de un 1000 % de ganancias en su Breve Historia de la Economía.
[7] Sergio Bagú, Economía de la Sociedad Colonial. Cap. V, Edit Ateneo, Buenos Aires, 1949 (reproducido en PENSAMIENTO Crítico. 27, pág. 34)
[8] El Capital, I, XXIV, pág. 639, op. cit.
[9] El Capital, I, XXIV, pág. 639, op. cit.
[10] Eric Williams, Capitalism and Slavery, cap. I.
[11] Williams, op. cit. Cap. I.
[12] Entre los socios distinguidos que tuvo esta empresa, se contaban el duque de Cork y el filósofo John Locke. Cfs. Ernest Mandel, op. cit, pág. 122, tomo I.
[13] Citado por Williams, op. cit. cap. II.
[14] Erick Willians, conclusiones, op. cit
[15] El Capital, t. III, pág. 744, op. cit.
[16] Carlos Marx, Contribución a la crítica de la Economía Política.
[17] Marx y Engels, El Capital, op. cit; Apéndice, pág. 712.
[18] Carlos Marx y Engels. Acerca del colonialismo. Editorial Progreso. Moscú. [S.F] pág. 306.
[19] C. Marx y F. Engels. op. cit, ág. 316.
[20] Carta a Kugelmann de noviembre 29 de 1869 en Marx y Engels. Correspondencia. Edit. Problemas, Buenos Aires, 1947, pág. 295
“He llegado casi a convencerme –y la única cuestión es llevar esta convicción a la clase obrera inglesa- que esta nada podía hacer en Inglaterra mientras no separe de la manera más decidida su política respecto de Irlanda, de las clases dominantes, mientras no haga causa común con los irlandeses, mientras no tome la iniciativa de disolver la Unión establecida en 1801, reemplazándola por una liberación Federal. Y esto debe hacerse, no como cuestión de simpatía por Irlanda, sino como exigencia formulada en nombre de los intereses del proletariado inglés.
“Si no, el pueblo inglés permanecerá atado a las riendas de la clase dirigente, pues debe unirse con ellas en un frente común contra Irlanda. Cada uno de sus movimientos en Inglaterra misma está mutilado por la desunión con los irlandeses, quienes constituyen un sector muy importante de la clase obrera de Inglaterra.
“La condición primera de la emancipación en Inglaterra —el derrocamiento de la oligarquía terrateniente inglesa— sigue siendo imposible debido a que la posición de esta no puede ser conmovida mientras mantenga sus fuertes atrincherados puestos de avanzada de Irlanda”.
Marx y Engels, Correspondencia, op,. cit. págs. 295-296
[21] Cfr. el artículo “Nota confidencial”, en Marx y Engels, Acerca del colonialismo, pág. 287, op. cit.
[22] Me permito citar un fragmento de la carta de Meyer y Vogt del 9 de abril de 1870: “por eso la Internacional debe poner siempre en primer plano el conflicto entre Inglaterra e Irlanda, tomando abiertamente partido en todas partes por esta última. La tarea especial del Consejo Central de Londres es despertar en la clase obrera inglesa la conciencia de que la emancipación nacional de Irlanda no es para ella a question of abstract justice humanitarian sentimenr (una cuestión abstracta de justicia o filantropía), sino the first condition of their own social emancipation (la primera condición de su propia emancipación social).
[23] Carta de Engels a Kausty en Acerca del Colonialismo, ed. cit. pág. 323.
[24] Carta de Engels a Marx de enero 19 de 1870 en Acerca del Colonialismo, pág. 318, ed. cit.
[25] El Capital, t. II, pág.
[26] A este respecto confrontar el trabajo de Ramón de Armas, “Marx: colonización, descolonización y capitalismo nacional”, donde analiza los efectos que produce en el análisis de las economías dependientes prescindir del comercio exterior.
[27] Marx y Engels, Acerca del Colonialismo, págs. 32-39, Ed. Progreso, Moscú, S. F.
[28] Marx y Engels, op. cit, páginas 81-87.
[29] Marx, La Dominación Británica en la India en op. cit, pág 38.
[30] Carta de Marx a Engels de junio 14 de 1853 en Acerca del colonialismo, pág. 303, op. cit.
[31] Carta de Engels a Kautsky de septiembre 23 de 1894 y Carta a Sorge de noviembre 10 de 1894, ambas en Acerca del colonialismo, págs 325-326. op. cit.
[32] Ver, por ejemplo, los artículos “La revolución en China y en Europa” o el artículo “Primera revista internacional”, páginas 13 y 15, respectivamente en op. cit.
[33] Carta de Engels a Marx de octubre 8 de 1858. En Correspondencia, op. cit.
[34] Carlos Marx, Bolívar, en Cuadernos de Marcha número 13, Montevideo, mayo de 1968.
En el número siguiente, Cuadernos de Marcha número 14, se inserta una carta de Marx a Engels de 14-2-1858, acompañada de una aclaración de la redacción, que transcribo textualmente:
Carta de Marx a Engels del 14 de febrero de 1858: (…) Además, Dana me pone reparos a causa de un artículo más largo sobre “Bolívar”, porque estaría escrito en un partisan style (estilo prejuiciado o fanático) y exige mis authorities (autoridades, fuentes). Estas se las puedo proporcionar, naturalmente, aunque la exigencia es extraña. Es lo que toca al partisan style, ciertamente me ha salido algo del tono enciclopédico. Hubiera sido pasarse de la raya, querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque (Fasutin Soulouque, presidente de Haití, luego emperador bajo el nombre de Faustino I). N. R. Mew, Band XXIX, S. 280).
* En esta carta Marx se refiere a su trabajo sobre Bolívar para la New American Cyclopaedia. El artículo “Bolívar y Ponte” resultó evidentemente demasiado fuerte para los editores de la obra, aunque estos, no obstante, terminaron por publicarlo. Un par de años después, Marx se mantenía en sus trece respecto a Bolívar. En uno de sus apéndices de Herr Vogt escribía: “La fuerza creadora de mitos, característica de la fantasía popular, ha probado su eficacia, en todas las épocas, inventando “grandes hombres”. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”. (Aclaración que aparece en el Cuaderno de Marcha No. 14).
[35]economía capitalista Ernesto Che Guevara. Notas para el estudio de ala ideología de la Revolución cubana, en Pensamiento Crítico No. 14, La Habana, marzo de 1968.