Para Eduardo Torres Cuevas y Samuel Gálvez
Hace exactamente ochenta años, en velada pública celebrada en la noche del 28 de enero de 1943, el Hermano José Echemendía, orador de la Logia Chaparra, pronunció un discurso titulado “Martí. Ideario masónico”, donde afirmó:
Martí fue masón por Derecho, cuando muy joven aún se inició en la Logia Armonía, de Madrid. Realizó Masonería Oficial cuando, en esa misma Logia, desarrolló, como Maestro Masón y como Orador de su Cuadro, una magnífica labor fraternal esotérica. ¡Lástima grande que no se hayan podido recoger sino fragmentos de sus producciones dentro de dicho Taller! En estos días precisamente, la revista masónica Minerva, reproduce un bellísimo trabajo literario, calzado con la prestigiosa firma de Alfonso Hernández Catá, que nos refiere un interesantísimo capítulo de la vida masónica de Martí. Parte de uno de sus magníficos discursos, pronunciado en una sesión de esa, para nosotros histórica, Logia “Armonía”. ¡Cuán interesante e instructivo, por la profunda filosofía que encierra, por lo que de verdad representa!
Y agregaba el hermano Echemendía:
Fue Martí por Derecho Oficial, masón, por su labor fraternal desplegada en las logias que visitara durante su estancia en Estados Unidos de Norteamérica, en América Central y América del Sur. Pero, en nuestro concepto, más que por su labor oficial masónica, fue siempre masón de hecho, por su labor oficiosa ininterrumpida, en el mundo profano; acercando a todos los hombres y a todos los pueblos del Mundo; facilitando la creación y estimulando de continuo, vínculos y fuertes lazos de compañerismo, amistad, comprensión, fraternidad. Todo el Ideario Martiano, iniciado en la infancia y continuado hasta su apoteósica caída en Dos Ríos, y los Ideales de la Masonería, son una misma cosa.
Pocos años antes, en una conferencia pronunciada en la Respetable Logia América, el 3 de junio de 1939, el hermano mexicano Camilo Carrancá Trujillo señalaba como, de toda la inmensa actividad intelectual desplegada por Martí, su presencia dentro de la masonería era de las menos estudiadas, y añadía que solo había pertenecido a la masonería de forma activa durante su estancia en Madrid. En este sentido, la mayoría de los biógrafos del prócer, entre ellos, Félix Lizaso, Néstor Carbonell, Jorge Mañach y Alfonso Hernández Catá, se habían referido a que fue iniciado en la Logia Armonía no. 52, perteneció a la misma y llegó a figurar entre sus funcionarios, con el cargo de Orador. La fecha de la iniciación y el tiempo que permaneció en dicha Logia Masónica no se han podido fijar con toda exactitud; pero, de acuerdo con la época de sus principales actividades en dicha capital, debió ser en los años de 1871 a 1873.
“Martí pertenece a esa cofradía de masones ilustres, al lado de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Antonio Maceo y Bartolomé Masó”.
Hoy sabemos, gracias al riguroso estudio realizado por el Dr. Samuel Sánchez Gálvez, que Martí fue iniciado como Maestro Masón desde el año 1871 en la Logia Caballeros Cruzados no. 62, de Madrid, y que llevaba una vida activa en la citada logia como secretario. Se sabe también que usó el seudónimo de Anáhuac. Fermín Valdés Domínguez, cuyo nombre masónico era Abdulah y fue gran Secretario de la Gran Logia de la Isla de Cuba, al hacer el relato de la vida de Martí en Madrid dijo:
Las noches —en los días de tregua en el estudio, que eran muy pocos— las dedicaba a los teatros. O a la logia masónica, aquella logia “Armonía”, que presidía el General Pierrat o el músico notable Max Marchal, en la que Martí era el Orador; lugar aquel en el que semanalmente se daban cita todos los cubanos jóvenes que estaban en Madrid, y a donde también iban muchos notables literatos y periodistas españoles. Era la logia templo de amor y caridad: ella auxilió más de una vez a los cubanos presidiarios de Ceuta, y así como atendía a las necesidades de los pobres de cualquier país, seguía al cubano al hospital o a su casa. Aquella Logia fundó un colegio de niños pobres, del que era director y único maestro el español —deportado por infidencia— don Aurelio Luis y Vela de los Reyes. Visitaban muchos hermanos, de noche, aquella escuela. Martí lo hacía con frecuencia: hablaba a los niños con todo el cariño de su alma y les dejaba dulces y libros.
En la referida Logia, Martí no solo alcanzó el grado de Maestro Masón, sino que, por tratarse de un Gran Oriente, el Lusitano Unido, obtuvo también el de Sublime Príncipe del Real Secreto Caballero Rosa Cruz, que es el Grado 18 de la masonería filosófica. Las insignias del mencionado grado fueron regaladas por Martí a su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez, cuya viuda las entregó a dos hermanos de la Logia Fe Masónica de La Habana, Solano y Domingo Ramos, quienes a su vez las donaron a la Logia, en acto celebrado al pie delmonumento al Apóstol,en el Parque Central, el 19 de mayo de 1924, levantándose el acta correspondiente, que firmaron el Venerable Maestro, Dr. Federico Torralbas y su Secretario, el hermano Ángel Rosende, uno de los jóvenes oficiales del Estado Mayor del Generalísimo Máximo Gómez, en la contienda del 95. Tales reliquias fueron un collarín del grado 30, un mandil del grado 18 y una insignia del grado de compañero, las que adornaron el Salón de Actos de la Catedral Escocesa.
Hoy sabemos, gracias al riguroso estudio realizado por el Dr. Samuel Sánchez Gálvez, que Martí fue iniciado como Maestro Masón desde el año 1871 en la Logia Caballeros Cruzados no. 62, de Madrid, y que llevaba una vida activa en la citada logia como secretario. Se sabe también que usó el seudónimo de Anáhuac.
Otro destacado masón que investigó la presencia de Martí dentro de la fraternidad masónica fue el Dr. Miguel Ángel Valdés, quien fuera Venerable Maestro de la Logia Bartolomé Masó, y cuya conferencia “Martí, masón”, dictada en el año 1932 y publicada en 1937 por la Editorial Mundo Masónico, puede calificarse como uno de los mayores esfuerzos en dicha materia. Allí, Valdés afirma con absoluta certeza: “la vida entera de Martí fue la realización de los ideales masónicos”.
En 1935, una comisión, encargada de averiguar si existían otros vínculos martianos con la masonería, confirmó su presencia en numerosas tenidas blancas, así como sus célebres discursos en el Templo Masónico de Nueva York. De igual modo, no pocas veces aparecen frases y crónicas de Martí donde alude a aspectos vinculados al ideario filosófico masónico.
Durante su estancia en México, Martí publicó en el diario El Federalista, el 25 de marzo de 1876, un artículo donde rezaba: “LOS MASONES -Dícenos que la fiesta masónica que tuvo lugar anteanoche en el templo de la segunda calle de Independencia estuvo espléndida. ¿Cómo no estarlo cuando el Sr. Francisco Hernández y Hernández habló en ella? ¿Para quién es un misterio que ese diputado es uno de los oradores más inspirados que tenemos?”. Como es conocido, Martí tuvo contacto en México con distinguidos hermanos masones, entre ellos el mencionado orador Francisco Hernández y Hernández, Antenor Lezcano, Juan de Dios Peza, Ignacio Ramírez y Nicolás Domínguez Cowan, que había dirigido en La Habana el periódico masónico “El Compás”. También conoció a masones mexicanos de la talla de Justo Sierra, Ignacio Altamirano y Gustavo Baz.
Asimismo, podemos citar la crónica aparecida en el periódico Patria, el 21 de mayo de 1892, en que afirmó, sobre una velada fúnebre en la logia La Fraternidad: “Lo que nace del fuego patriótico perdura. La logia que los cubanos fundaron hace cuarenta y dos años está hoy más floreciente que nunca. Como muestra de gratitud, virtud primordial de las almas buenas, los hermanos de hoy convidaron a sus compatriotas para una velada fúnebre en honor de los hermanos de ayer. Y puede La Fraternidad enorgullecerse del resultado”.
En este sentido, Martí pertenece a esa cofradía de masones ilustres, al lado de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Antonio Maceo y Bartolomé Masó, y también de otras latitudes, como George Washington, en los Estados Unidos; Benito Juárez, en México; Lafayette y Dantón, en la Francia revolucionaria; Garibaldi, en ltalia; y Rafael Riego y Juan Padilla, en España. Su definición del pensamiento masónico guarda hoy una total actualidad: “Obrar irreprochablemente, perfeccionar el ejercicio de la libertad, preparar a los ciudadanos a la vida pública y ayudar al logro de toda noble idea”.
Termino mis palabras como las concluyó Miguel Ángel Valdés en su citado opúsculo: “Martí, queridos hermanos, en su existencia breve pero gloriosa, supo construir el templo de su vida. Hizo más: puso los cimientos para el templo de la vida de un pueblo, y ayudó con su esfuerzo ingente a la obra extraordinaria del templo excelso de la vida de la humanidad. Por eso Martí, más que por haber sido iniciado y recibir nuestros grados, fue un buen masón: un perfecto masón”.