En mi libro —aún inédito— Martí: un género del arte cubano, continuidad de la Antología Visual: José Martí en la plástica y la gráfica cubanas (Editorial Letras Cubanas, 2004), hago expresa la siguiente consideración: el cartel de tema martiano que mejor particulariza a este medio de comunicación en las dos primeras décadas del siglo se caracteriza por no apelar tanto a la iconografía fotográfica que nos legó el Apóstol como a la interpretación en términos visuales de su obra en prosa y verso.
Otra particularidad, los protagonistas de tal renovación, en su mayoría, son jóvenes diseñadores gráficos en vías de graduarse o recién graduados del nivel superior en esta disciplina. De esta cantera son los carteles que hoy nos ocupan: “Dos pies que caben / en solo un beso”, de Irma Gil León, y “Que el vaso no sea más que la flor”, de Irma Peniche.
Irma Gil León se remite a los dos últimos versos del poema “Mi caballero”, perteneciente a esa “épica filial”, como dio en llamar Jorge Mañach al poemario Ismaelillo, para crear una homología visual de las huellas de dos pies de bebé y las de los labios al besar.
Ambos versos hacen la trama tipográfica de fondo. Este cartel, lamentablemente, no impreso por institución cultural o propagandística alguna del Estado cubano, como la casi totalidad de los carteles adscritos a la tendencia gráfica aquí tratada, a nuestro entender, es bien representativo de la nueva sensibilidad gráfica de temática martiana.
“Hasta la concepción de ‘Dos pies que caben / en solo un beso’, no existía en nuestras artes visuales una síntesis tan justa de la ternura y el amor que una madre o padre expresan al besar los pies de su hijo recién nacido”.
De la valía estético-comunicativa de esta pieza de Irma Gil León, es ilustrativa la confesión que nos hiciera Irma Peniche, también joven diseñadora gráfica: “Ante mi indecisión de matricular en el ISDI, fue la visualización del cartel de Irma, lo que me decidió a optar por esta profesión”.
Hasta la concepción de “Dos pies que caben / en solo un beso” (2011), no existía en nuestras artes visuales una síntesis tan justa de la ternura y el amor que una madre o padre expresan al besar los pies de su hijo recién nacido. Mientras que en la literatura en lengua española, por supuesto, la citada poesía martiana inspiradora de dicho cartel.
También de excelente puede calificarse la interpretación visual del pensamiento martiano que le da título al cartel de Irma Peniche, “Que el vaso no sea más que la flor” (2018). Su concepción a partir de un dibujo a línea, en principio parece abordar por igual el vaso y la flor; pero, tras la lectura final del mensaje visual asunto del cartel, se percibe una esencial diferencia en la flor con respecto al vaso, ya que posee el color, cualidad intrínseca a su belleza y naturaleza.
Este concepto visual bien ejemplifica un rasgo de la condición humana más común de lo que se piensa: darle una cierta preferencia a las cosas materiales ―en este caso, un vaso o búcaro―, por sobre aquellas otras que, por cotidianas, no siempre las valoramos del todo como se merecen, al ofrecernos de manera natural, única, la belleza y espiritualidad necesarias para enfrentar el día a día. Actitud que siempre tuvo muy presente nuestro José Martí, inspirador de ambos carteles; no por casualidad, concebidos y realizados por dos jóvenes diseñadoras, que responden al nombre de Irma.