Entre las ciudades de la Florida en que había comunidades importantes de cubanos, a fines del siglo XIX, está San Agustín, fundada en 1565. La misma fue visitada por Martí en 1892, con el propósito de ir a la tumba del padre Varela a rendirle tributo, de lo que informa en carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, al que le dice: “…ayer llegamos a Ocala, el lugar, sereno y frondoso, recuerda a Cuba, de aquí iremos a Jacksonville, y de allí a ver la tumba del Padre Varela”.
Durante su estancia, Martí estableció contacto con los cubanos residentes de la ciudad, muchos de ellos tabaqueros que ejercían su oficio en el patio de su casa. Se reuniría también con los miembros de la comisión que recaudaba fondos para el proyecto de monumento a Varela, así como participaría, entre “aquellos cubanos generosos y laboriosos”, en la constitución del Club Patriótico Cubano Padre Varela, expresión de la identidad de sus miembros con el Partido Revolucionario Cubano. De ahí la coherencia de aquella visita de Martí a la tumba de Varela, reencuentro desde la espiritualidad y las ideas con quien fue, en esencia, su maestro.
El Padre Félix Varela desarrolló gran parte de su obra, hasta su fallecimiento, en la basílica de San Agustín, la congregación religiosa más antigua de los Estados Unidos, establecida en 1565. Los tres últimos años de su vida estuvieron marcados por las enfermedades, la soledad y la pobreza, pero, sin quejarse de nada, su fortaleza espiritual sobrellevó la contradicción y el sufrimiento con amor y paz interior. A principios de 1847 se agravaron sus males y hubo de marchar para acogerse al clima más cálido de San Agustín, en la Florida, del que guardaba tantos recuerdos de sus primeros años.
“Los tres últimos años de su vida estuvieron marcados por las enfermedades, la soledad y la pobreza, pero, sin quejarse de nada, su fortaleza espiritual sobrellevó la contradicción y el sufrimiento con amor y paz interior”.
Según el registro de defunciones conservado en el archivo de la diócesis de esa localidad, el viernes 25 de febrero de 1853, casi a los 65 años de edad y prácticamente un mes después que naciera en La Habana un niño llamado José Julián Martí, falleció Félix Varela. Sus restos reposaron en una capilla en el cementerio católico Tolomato ―imitación de la Catedral de La Habana en la cual Varela había sido nombrado sacerdote―, construida en 1853, con el aporte monetario de muchos cubanos, donde permanecieron hasta los inicios del siglo XX, cuando fueron trasladados a Cuba.
En el libro, San Agustín en la Edad de Oro se dice:
Con sus 438 años de historia en San Agustín hay innumerables católicos notables cuyas historias están estrechamente vinculadas a la ciudad.
Entre ellos se encuentra el Padre Félix Varela, nacido en Cuba en 1788 en el seno de una familia de militares, Félix Varela quedó huérfano cuando tenía seis años y vino a vivir con sus abuelos maternos, a San Agustín. Su abuelo, el teniente coronel Bartolomé Morales, fue comandante del regimiento de guarnición en el Castillo de San Marcos, el joven Félix creció viviendo en la fortaleza y se esperaba que siguiera los pasos de su abuelo. Durante 30 años sirvió a los católicos de Nueva York, particularmente a los inmigrantes irlandeses pobres, para quienes había un lugar especial en su corazón, posiblemente debido a su devoción a su antiguo mentor de San Agustín, el padre Miguel O’Reilly. Con el tiempo llegó a ser Vicario General de la Diócesis de Nueva York. A lo largo de su extensa permanencia en Nueva York continuó la lucha contra la injusticia social, la escritura prolífica en favor de la abolición de la esclavitud y por traer la independencia a Cuba por medios pacíficos. Antes de 1849, ya se encontraba en mal estado de salud y pasó los últimos cinco inviernos de su vida en su casa de la infancia de San Agustín. En febrero de 1853 murió en una casa adyacente a la iglesia parroquial (hoy Patio Oriental de la Catedral) y fue enterrado en el cementerio de Tolomato. Venerado como un patriota en su Cuba natal, sus restos fueron finalmente re-enterrados en La Habana en 1911.
Es una coincidencia histórica que José Martí haya nacido el mismo año, solo un mes antes de la muerte del Padre Varela, y por su empatía puede ser interpretada como un signo de la unidad del camino de liberación de nuestro pueblo, cuyo precursor y profeta fue el Padre Félix Varela y cuyo realizador y máximo inspirador fue José Martí, quien expresa en un artículo publicado en el periódico Patria, el 6 de agosto de 1892, titulado “Ante la tumba del Padre Varela”:
…allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto …Uno de nosotros, que no sabe mucho de letras, dijo que le parecía que estaba vivo el Padre …Una comisión de recolecta para el monumento del Padre Varela. … Se levantó el Club Padre Varela…
“Es una coincidencia histórica que José Martí haya nacido el mismo año, solo un mes antes de la muerte del Padre Varela”.
Y, sobre la fundación del Club afirma: “Levantamos, con todos los cubanos que somos aquí, el club Padre Varela. Marín lo preside, y Hardey es el secretario… porque aquí estamos de guardia, velando los huesos del santo cubano, y no le hemos de deshonrar su nombre”. Además, Martí hace suyas, incluyéndolas en el artículo, unas palabras de un patriota de San Agustín: “Me conmovió… al preguntarles (a Martí y sus acompañantes) dónde querían ir, oírles decir: ‘Antes que todo, a la tumba del Padre Varela’, y allí fuimos, bajo el sol abrasador”.
En una crónica también enviada al periódico Patria desde San Agustín se reflejaba no solo la visita de Martí sino de otros líderes del movimiento revolucionario, figuras cumbres de la dirección revolucionaria:
José Dolores Poyo, Serafín Sánchez y el general Carlos Roloff. Martí y los cubanos de San Agustín visitaron la tumba del Padre Varela… el domingo, fue entero para la patria, primero en el almuerzo de casa de (Carlos) Marín, que con todo su patriotismo estaba menos satisfecho que su esposa… luego recibieron los huéspedes la visita de la comisión de recolecta para el monumento del Padre Varela, que habló largo con los visitantes, y dejó en sus manos el plan de procurar más sumas para el monumento… después hubo conversaciones de trascendencia, con la prensa y la Dirección de la ciudad… y luego, en un abrir y cerrar de ojos, oyéndole a Martí la historia de lo hecho y la urgencia de lo que hay que hacer, levantamos, con todos los cubanos que somos aquí, el club Padre Varela (…) Muy contentos hemos estado, contentos como pocas veces en la vida, con la visita de estos patriotas puros; pero además les estamos agradecidos, porque se han captado el respeto de las personas de valer de la ciudad…
Según informaba el periódico Times-Unión el 6 de mayo de 1893, el Club Varela seguía creciendo, y a la sazón tenía doscientos miembros, no todos cubanos, pero todos listos a luchar por la independencia cubana en cuanto Martí autorizara el levantamiento del pueblo de la Isla. Desde el momento de la primera visita de Martí a San Agustín la actividad revolucionaria floridana se intensificó.