Yo sabía quién era Marta Valdés, por supuesto, la compositora. Yo atesoraba el fonograma donde Elena canta —qué digo canta, exprime— sus piezas. Casi lo había quemado en mi viejo tocadiscos: “Tú no sospechas / estas furias inmensas / que me dominan / cada vez que te acercas…” Yo había recibido desde mi butaca, como una oleada, aquella descarga: “Palabras / quisiste con palabras engañarme / fingiendo comprender mis sentimientos / fingiendo que tenías corazón…”
Yo creía saber quién era Marta Valdés (1934-2024) hasta que conocí a Raúl Nogués, aquel muchacho que asomaba en el Noticiero Nacional de Televisión. Un día de esos salió de las pantallas, el destino me lo puso cerca en un evento de la radio (la imbatible), y no hubo mejor regalo, mejor camino hacia la amistad que el libro Palabras dejado en mis manos. Marta recogía en esas páginas algunas de sus historias con la música y los músicos, en una red tejida con autoridad, con insospechados acordes.
Una leyenda sumergida en las leyendas
Hay una curiosidad, un espacio de coincidencia de esos con el que el destino juega, marca con sus misteriosas raíces: Luyanó fue el espacio vital de Marta en su primera década y fue el lugar de nacimiento de Raúl Nogués Monteagudo, el dichoso 18 de noviembre de 1981.

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad de La Habana, sus crónicas y reseñas han sido reconocidas en el Concurso Rubén Martínez Villena de la Asociación Hermanos Saíz, en las convocatorias de la Unión de Periodistas de Cuba y más allá. Sin embargo, Raúl Nogués no es un caballero de exhibicionismos: él es esencia pura, auténtico goce interior. La cobija de Marta parte de esas serenidades. Y hay que decirlo, él ha tocado parte de lo más notable de la creación cubana durante las últimas dos décadas, como reportero y presentador de la Redacción Cultural del Noticiero Nacional de Televisión, como colaborador de otras publicaciones.
Ahora, cuando ya Marta es eterna, Raúl Nogués (en codirección con Juan Carlos Travieso) nos la devuelve en Soberana del tiempo. Este, su primer documental, fue estrenado con el inicio del año en el centro cultural El Mejunje de Santa Clara, en el Festival de Trovadores Longina. Queda atrapado el abrazo emocionado de Ramón Silverio, el ya mítico director del Mejunje. El 7 de marzo venidero, en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, a las 4.00 p.m., tendrá una exhibición especial en la capital cubana. Es una cita infaltable. Es mi oportunidad.

¿Cómo conoces a Marta Valdés y cuáles caminos te fueron uniendo a ella?
“La primera vez que hablé con Marta Valdés fue en 2012, gracias a Ivette Cepeda. Yo estaba preparando un reportaje sobre Elena Burke y se lo comenté a Ivette. Enseguida me dijo: `Debes entrevistar a Marta Valdés; yo acabo de conocerla´, y me dio su teléfono. Esa misma tarde la llamé. Me salió al teléfono con cierta aspereza, indagó sobre quién me había dado su número, pues lo acababa de cambiar; me aseguró que me conocía de la televisión y también que ya ella había dicho todo lo que pensaba de Elena, todo estaba publicado. No obstante, siguió la conversación un rato, ya casi al despedirse, enfatizó: `Llámame mañana´. A partir de esa tarde comenzamos una comunicación sin fin. Todavía hallo respuestas en ese diálogo que duró 12 años”.
Marta Valdés no fue solo una compositora e intérprete imprescindible, ella fue un espíritu que vivió hondamente su tiempo, que escribió libros y artículos desde la originalidad, desde el conocimiento… En esos intercambios, ¿qué momentos te conmovieron más, te corrieron el horizonte, te iluminaron el pasado?
“Marta era un ser distinto, imposible de encasillar, era una inteligencia inusual, con una sensibilidad que ella se encargó de pulir cada día de su vida. Hablaba siempre con mucho ingenio, lo mismo de alguna frase en latín, que de una receta de flan que trataba de aprender… A menudo me obsequiaba libros que luego debíamos comentar. Me pedía siempre que leyera sin apuro, lentamente, que estableciera una relación con la palabra, con la idea, con el paisaje espiritual que el autor se encargó de cifrar. Así pasó con Memorias de una cubanita que nació con el siglo de Renée Méndez Capote, con los Versos Sencillos de Martí, con la poesía de Retamar, o con las entrevistas de ese hombre de radio que fue Orlando Castellanos. Me fascinaba su rapidez para relacionar épocas, contextos, su precisión en el dato, sus anécdotas esenciales. Estar cerca de ella siempre fue para mí vivir feliz en la mejor aula del mundo, con la mejor maestra del mundo”.
“Me quedo con todo. Le paso la mano a la memoria para que no me falle. Necesito tener siempre cerca todo lo que Marta quiso compartir conmigo. Sus frases me salvan, me aclaran”.
Marta rezumaba la sabiduría de la vida y el encanto de una artista singular. ¿Qué frases suyas escogerías, qué historia, qué canción? ¿Con cuál te quedas definitivamente?
“Me quedo con todo. Le paso la mano a la memoria para que no me falle. Necesito tener siempre cerca todo lo que Marta quiso compartir conmigo. Sus frases me salvan, me aclaran. Siempre me decía `El verdadero virtuoso es quien le da la sensación de milagro al que escucha´, o esa otra que subrayaba a menudo: `Me interesa mucho la claridad, no un chorro de luz, sino la luz exacta´, o aquella expresión que me dijo una sola vez y se me sembró en el alma: `Sé cuándo las fuerzas se hacen ciegas, sé cuándo se guardan el corazón en el bolsillo y le pasan el zíper; eso es lo peor que le puede pasar a alguien´.
“Las historias son muchas, su capacidad creativa propiciaba momentos de un humor cubanísimo. Era severa y tierna. Elegir una canción es imposible. Quizás antes te hubiera dicho `Sin ir más lejos´ o `Canción desde otro mundo´, pero ahora las necesito todas. Ellas me componen, según el día, el ánimo o mis necesidades sentimentales”.

¿Por qué Soberana del tiempo? ¿Qué resortes artísticos y humanos fueron tus asideros para atrapar las múltiples dimensiones de Marta Valdés? ¿Qué sensación acudió a ti cuando lo hiciste?
“El documental era necesario. Marta era esquiva para las entrevistas, aunque yo había podido entrevistarla en varias ocasiones. No obstante, no existía un material audiovisual de esa índole. Cuando se acercaban sus 90 años me llené de valor y le dije que quería hacerlo. Me dijo un sí inmediato. Me puse a trabajar enseguida, a organizar mis archivos, a buscar y ella se unió rápidamente a ese empeño. De algún modo también lo dirigió. Elegimos a los entrevistados, ella decía sí o no. También aceptó a Juan Carlos Travieso como copiloto.
“Cuatro días antes de su fallecimiento, me llamó por teléfono y me pidió que fuera con cámaras y micrófonos para grabar una conversación. Hablamos más de una hora y parte de esa conversación está en el documental. Soberana del tiempo, el título del material, es parte de su última canción, que también grabó en su teléfono y quiso que yo la guardara y la utilizara si me servía.
“En los 57 minutos que dura el documental, tratamos de plasmar algunas de sus esencias, dibujar a grandes rasgos su personalidad, las líneas sagradas de su quehacer y su libertad como creadora. Todavía queda mucho por hacer y atender en su obra. El documental es una especie de homenaje, un gesto cariñoso, un abrazo infinito, una forma de quererla de otro modo y compartir con los demás su infinita sabiduría”.

Soberana del tiempo. Créditos:
Directores: Raúl Nogués y Juan Carlos Travieso /Guionista: Raúl Nogués y Rey Montalvo /Editor: Juan Carlos Travieso / Productor: Raúl Nogués y Juan Carlos Travieso / Cartel: Pepe Menéndez y Laura Llópiz.
Me gustó el documental.Se percibe la entrega con la que el periodista se entregó en plasmar la vida de esta grande cantautora
Excelente trabajo