El destacado actor Mario Balmaseda, poseedor entre otros lauros relevantes del Premio Nacional de Teatro y el Premio Nacional de Cine, falleció en La Habana. Al despedirlo, estamos diciendo adiós a uno de los intérpretes más populares de nuestro ámbito cultural, cuyo desempeño como actor y director cubre todas las décadas del arte cubano desde el triunfo revolucionario. Su aparición en los escenarios, así como en el cine y la televisión, deja una huella indeleble a través de numerosos personajes, que le permitieron demostrar su versatilidad y su indudable talento.
Lo recordamos y recordaremos desde sus compromisos y sus logros, como uno de los mejores representantes de la cultura cubana de los últimos tiempos.
Sus comienzos como actor están ligados a la apertura del Teatro Nacional de Cuba, al que llega como instructor militar y pronto pasa a las Brigadas Covarrubias animadas por dicha institución. Allí conoce a la nueva hornada de dramaturgos que se va forjando en el célebre Seminario de Dramaturgia, y en la Biblioteca Nacional va entrando en mayor contacto con otras figuras que aportan elementos de novedad a ese momento de efervescencia.
En 1967 viaja a Alemania, experiencia que le permite conocer el Berliner Ensemble, fundado por Bertolt Brecht. A su retorno a Cuba, se integra al Teatro de Ensayo Ocuje, que dirige Roberto Blanco. Y en 1971 hace su primera incursión en el cine, a sus treinta años de edad, con un papel en Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez.
Durante la década del 70, también actúa en películas como De cierta manera, El extraño caso de Rachel K, El hombre de Maisinicú y Ustedes tienen la palabra. Llegará a ser director del Teatro Político Bertolt Brecht, deslumbrando con una espléndida caracterización de Vladimir Ilich Lenin en la pieza El carillón del Kremlin. Por este desempeño obtuvo en 1980 uno de los premios de actuación del Festival de Teatro de La Habana. También, desde ese grupo teatral, presenta Andoba, de Abraham Rodríguez, todo un fenómeno de público; e invita a Rosa Fornés como actriz protagónica de La permuta, a partir de un guion cinematográfico de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. En 1983, actúa en Se permuta, con la cual ese argumento llega a la gran pantalla, como una de las mejores comedias del cine cubano.
La popularidad de Mario Balmaseda subió a un grado más intenso tras el estreno de En silencio ha tenido que ser, la serie televisiva en la que compartió escenas con Sergio Corrieri, como el agente Reinier. En la pequeña pantalla protagonizó además Un bolero para Eduardo, no menos exitosa. Otras películas donde actuó fueron El brigadista, La última cena, Entre ciclones, Venir al mundo o Baraguá, donde caracterizó a Antonio Maceo. Regresó al teatro en obras como La panadería, Mosquito, Mi socio Manolo y Alto riesgo, estas dos últimas escritas por Eugenio Hernández Espinosa. Y actuó junto a Pedro Rentería, su compañero de reparto en el montaje teatral, en la versión cinematográfica de Mi socio Manolo, dirigida por Julio García Espinosa.
En el año 2006 obtuvo, junto a Sergio Corrieri, el Premio Nacional de Teatro. También se le otorgó el Premio Nacional de Televisión y la Orden Alejo Carpentier. A sus ochenta años recibió el Premio Nacional de Cine. Entre sus últimas actuaciones estuvo La obra del siglo, película de Carlos Quintela en la que su personaje dialoga con el que interpretó en De cierta manera.
Su desempeño como actor y director cubre todas las décadas del arte cubano desde el triunfo revolucionario.
Respetado y admirado por varias generaciones de actores y actrices, así como por el público de su país, Mario Balmaseda nos deja una obra que resistirá a la triste noticia de su fallecimiento. Al tiempo que hacemos llegar nuestras condolencias a sus familiares y amistades cercanas, lo recordamos y recordaremos desde sus compromisos y sus logros, como uno de los mejores representantes de la cultura cubana de los últimos tiempos.