María Teresa Mora, discípula eminente de Capablanca
Entre los más distinguidos deportistas cubanos, entre los mejores ajedrecistas de todos los tiempos, y entre las damas, la mejor. Tal fue María Teresa Mora Iturralde. Talentosa, con vocación para la música (tocaba el violín y la mandolina) y bella entre las bellas, María Teresa tuvo el honor de recibir clases de ajedrez de José Raúl Capablanca, quien —admirador de su talento— cuidó de ofrecerle lecciones magistrales.
Y en verdad llegó lejos esta mujer: fue la primera campeona femenina de Cuba. Ello ocurrió en 1938 y el título lo ostentó hasta 1960, cuando se retiró sin ser derrotada por ninguna otra compatriota. Además, en 1950 recibió el título de Maestra Internacional de juego ciencia, y con ello fue la primera latinoamericana en conseguirlo. Fuera del ámbito puramente ajedrecístico, hoy prácticamente se la desconoce.
María Teresa fue, o estuvo muy cerca de ser, lo que se suele llamar una niña prodigio del ajedrez. Nació el 15 de octubre de 1902 y de pequeña jugaba con el padre. Con once años intervino en su primer torneo oficial, en 1913, en el Club de Ajedrez de La Habana, y lo ganó para sorpresa de casi todos. Pero lo que sí no podían imaginar ni siquiera los más entendidos era que con 20 años, o sea, en 1922, ganara —siendo la única mujer entre hombres— el Campeonato Nacional de Cuba, esto sucedió al triunfar en la Copa Dewars, algo que se asumía como campeonato nacional aun sin serlo oficialmente.
Teniendo como contrincante a José Raúl Capablanca, en partidas de simultáneas, los resultados de María Teresa fueron más que satisfactorios: dos victorias y una partida tablas, una performance que casi ningún otro ajedrecista del mundo consiguió. ¡Dos triunfos ante el genio de Capablanca!
Lo que sí no podían imaginar ni siquiera los más entendidos era que, con 20 años, ganara el Campeonato Nacional de Cuba.
Hay más. Participó en el Campeonato Mundial de Ajedrez Femenino en Moscú, 1950, clasificó en el onceno lugar, con cuatro partidas ganadas, cuatro tablas y siete derrotas, aunque con una particularidad para el recuerdo: alcanzó un resultado satisfactorio ante Elizabetha Bikova, quien llegaría a ser campeona mundial. Con 60 años, en 1962, protagonizó el primer match internacional, mediante la radiotelefonía, frente a la colombiana Anita de Sánchez.
Esta anécdota revela la delicadeza de una dama ante el tablero:
“Recuerdo el Primer Campeonato Nacional Interorganismos Estatales, contaba Silvino García, primer cubano con el título de Gran Maestro Internacional, a excepción de Capablanca, un torneo por equipos que se jugó en 1960, cuando yo daba mis primeros pasos.
“María Teresa defendía el primer tablero del Ministerio de Educación, donde trabajaba, y tenía frente a sí a uno de los más fuertes ajedrecistas del momento en el país. Desarrolló una partida brillante, hasta consumar su victoria.
“Su oponente se enrojeció, un poco por la tensión, un poco por haber caído ante una dama. Según la costumbre, la felicitó y entonces María Teresa, con esa sencillez suya, le dijo en tono bajo: “¡Ay, qué pena, ¡cómo le he ganado!”
Cubana ilustre y olvidada, murió en La Habana el 3 de octubre de 1980.