A Manuel Navarro Luna, “el poeta universal, telúrico, construido de sangre propia y ajena…”, al decir de nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, dedica La Jiribilla este homenaje cuando se cumplen 130 años de su natalicio.
¡Que la voz del poeta nos acompañe por siempre!

Coplas

Navarro Luna te llamas
y en esta Revolución,
eres la pura canción
y la voz que la proclama.

Hombre de estirpe ejemplar,
en tu radiante universo
es la dimensión del verso
tu sinceridad impar.

Dueño de claros senderos,
de montañas y de ríos,
tú nunca sentiste frío
en tu guerrear verdadero.

Cantaste a la libertad
como ninguno en tu tierra
y por eso de la Sierra
te viene la eternidad.

Las auroras que previeron
tus pupilas y tus cantos,
han vencido ya el quebranto
y en un himno florecieron.

Las aguas de tu amistad
nunca son turbias ni frías,
y no he visto todavía
mayor generosidad.

Rodeado de juventud,
de esperanzas y de anhelos,
has conocido el desvelo
en siembras de pulcritud.

No podrá ninguna daga
herirte por el costado,
pues eres el fiel soldado
de una luz que no se apaga.

La vida que tú has vivido
como una pulida estrella,
es para morir por ella
con el pecho bien erguido.

Podrán los años pasar
y tu aliento sucumbir,
mas tú eres ruta a seguir
y luz para caminar.

Soñar es andar

Décima

Soñar es andar. Soñar
puede cualquier peregrino.
Pero hay que tener camino
para poder caminar.
Más que los pies para andar
y los ojos para ver,
lo que hace falta tener
es camino, duro o blando,
para poder ir cantando
hacia el nuevo amanecer.


El que sabe caminar,
caminando siempre llega.
Hasta la paloma ciega
sabe a su nido volar.
Mas no puedes descansar
por muchos que sean tus años;
por hondos que sean los daños
del camino que te dejo,
y del que nunca me alejo
aunque todos me abandonen,
pues para el camino joven
ningún caminante es viejo.

Santiago de Cuba

Deja que los muertos entierren
a sus muertos

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

¡Por allí anda la madre de los héroes!
¡Por allí anda Mariana!
¡Estaréis ciegos
si no veis ni sentís su firme y profunda mirada…!  
¡Estaréis sordos si no escucháis sus pasos;
si no oís su tremenda palabra!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

Así exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio
—¡de Antonio, nada menos, que sangraba  
herido mortalmente!—cuando todas
las mujeres allí gemían y lloraban…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

Allí las madres brillan  
como estrellas heridas y enlutadas.  
Recogieron el cuerpo de sus hijos  
derribados por balas mercenarias,  
y, después, en la llama del entierro,  
iban cantando el himno de la Patria.

¡También lo iban, junto a ellas,
el corazón, sin sueño, de Mariana…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;  
¡hay muertos que no caben en las tumbas cerradas
y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos,  
para seguir guerreando en la batalla…!

¡Únicamente entierran los muertos a sus muertos!  
¡Pero jamás los entierra la Patria!
¡La Patria viva, eterna,
no entierra nunca a sus propias entrañas…!

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

¡Los ojos de las madres están secos  
como ríos sin agua!
¡Están secos los ojos de todas las mujeres!  
Son fuentes por la cólera agostadas
que están oyendo el grito
heroico de Mariana:

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

¡Venid! ¡Venid, clarines!
¡Venid! ¡Venid, campanas!
¡Venid, lirios del fuego,
a saludar las rosas de vuestras propias llamas!

Tienes que escoger tu muerte

Tienes que escoger tu muerte
como se escoge una flor.
Y verás que hasta el dolor
puede ser la mejor suerte.
El pecho, mientras más fuerte,
más tiene que trabajar
vida y muerte, para dar
su flor al camino pulcro
y que pueda su sepulcro,
siendo sepulcro, brillar.

Pues quien así no trabaja
vive con muerte. Vivir
puede cualquiera. Morir,
sin muerte, sólo el que baja
al sepulcro sin mortaja
y con latidos despiertos,
para ser, entre los muertos,
una conciencia anhelante
que en la sombra se levante
con los párpados abiertos.

Hay quien dice: «El tiempo es oro»
y en dinero lo convierte.
Y hasta comprar una muerte
quiere con ese tesoro
Mas en delirante coro
de furias y de agonías,
las sombras, tercas y frías,
hunden, con un golpe fiero,
al que cambia por dinero
el tesoro de sus días.

Pero al que exprime su hora
que es cual milagrosa fruta,
y de sus miles disfruta
con larga ansiedad creadora,
podrá construir la aurora
sobre la sombra mayor,
y hasta convertir en flor
la muerte que nos destruye,
mientras, brillando, construye,
con luz, su vida mejor.

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