Manuel Moreno Fraginals y los aprendizajes del oficio de historiador
9/9/2020
Creo que hay belleza en las cosas innominadas,
que cientos de esas pequeñas cosas van
formando un poco la savia de la historia.
En parte eso me llevó a ser historiador.
Manuel Moreno Fraginals
En una enjundiosa entrevista realizada por Olga Cabrera e Isabel Ibarra al gran historiador Manuel Moreno Fraginals, el autor de El Ingenio confesó algunas de las motivaciones y claves personales que lo llevaron a convertirse en investigador del pasado de Cuba. Entre dichos estímulos mencionó su propia saga familiar, donde era recordada la estampa del abuelo mambí, el coronel Manuel Lico Moreno, recio soldado que “jineteó la Isla durante los diez años de la primera guerra por la independencia, quemando ingenios y cañaverales y liberando esclavos”,[1] y excelente improvisador de versos patrióticos y satíricos; así como la figura dominante del padre, Elpidio Fausto Moreno, “administrador de grandes centrales y técnico en el comercio internacional de azúcares”,[2] quien, en opinión de su hijo, “tenía la idea de que un hombre sin memoria podía fracasar fácilmente en la vida. Él mismo tenía una memoria de elefante. (…) Lo primero fue la presencia de mi padre, que era historia viva”.[3]
Más allá del ámbito hogareño, la formación escolar del futuro historiador estuvo marcada por los vaivenes de la fortuna familiar —dañada por la crisis económica de 1929— y los avatares de la política doméstica, que determinaron el cierre del instituto donde cursaba la enseñanza secundaria en los años convulsos de la revolución del 30. Fuera de los circuitos oficiales de instrucción, matriculó en cursos de pintura y escultura en la Academia de San Alejandro, frecuentó bibliotecas y practicó deportes, en los que se destacaba como corredor.
Al concluir el bachillerato en el Instituto del Vedado, ingresó en la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana. Al decir del historiador Oscar Zanetti: “Las áridas materias jurídicas no le atrajeron tanto como algunas asignaturas —las de Historia principalmente— que debía cursar en la Facultad de Filosofía y Letras. Prueba de ello será el premio obtenido por su monografía ‘Viajes de Colón en aguas de Cuba’ en el concurso conmemorativo que convoca la Sociedad Colombista Panamericana en 1942”.[4]
En la citada entrevista con Cabrera e Ibarra, los recuerdos de Moreno sobre sus años universitarios son los de un lector pertinaz y desorganizado: “Me convertí en un devorador de libros sin ninguna técnica, pero sencillamente eso es algo que te va formando, se va sedimentando en uno”. Asimismo ofrece simpáticas y afectuosas semblanzas de algunos de sus profesores: “Herminio Portell Vilá, que tenía unas malas pulgas de todos los diablos, pero que ayudaba a los buenos alumnos. El viejo Elías Entralgo, muy buena persona. Roberto Agramonte, que pese a su pedantería y a su empaque de profesor de la Sorbona era un tipo estupendo; era un hombre muy gordo, la gente le decía ‘cara de nalga’.[5]
De acuerdo con el testimonio de Moreno, Portell Vilá fue quien le comunicó por teléfono que había resultado ganador del premio con su texto sobre los viajes colombinos, y le dijo: “Moreno, tú tienes el premio; es el trabajo más documentado, el mejor escrito, una prosa excelente”.[6] Algo que, como veremos enseguida, no era cabalmente cierto, y ensalzó la vanidad del historiador en ciernes. El “viejo” Elías Entralgo, en carta que envió al Colegio de México en 1945 con motivo de haber solicitado Moreno una beca para estudiar en la prestigiosa institución azteca, fue menos efusivo que Portell Vilá con el antiguo discípulo. Al parecer no lo recordaba bien, pero igualmente reconocía en el aspirante virtudes intelectuales y humanas:
He tenido […] más de un alumno de apellido Moreno; pero supongo que Manuel Moreno Fraginals [subrayado en el original] es un joven alto, más bien flaco, de espejuelos, que hace años obtuvo un premio en un concurso de la Sociedad Colombista Panamericana por un trabajo acerca del recorrido de Colón por las costas de Cuba. Si como supongo se trata de este joven, puedo decirle a Ud. que le tengo por serio y honesto, inteligente, estudioso, y con especial inclinación a los estudios históricos. Lamento mucho no poder identificar definitivamente a ese aspirante a beca del Colegio de México, pero he estado fuera de Cuba, casi dos meses, no he vuelto por nuestra Universidad más que parte de una mañana, y sé que Uds. no pueden esperar mucho más este asunto.[7]
Además del citado estudio sobre Colón, las inclinaciones del joven estudiante lo habían llevado a colaborar ocasionalmente con la obra Historia económica de Cuba, redactada por el estudioso alemán Heinrich Friedlander y publicada en 1944, quien agregaría en su carta de recomendación para el Colegio de México que Moreno tenía “buena inteligencia” y que estaba “familiarizado con las ideas socialistas”.[8]
Otras actividades intelectuales en sus años universitarios incluyen una charla sobre los “Movimientos sociales cubanos en la Colonia”, ofrecida en la sede de la Sociedad Hispano Cubana de Cultura; la redacción de la revista Lux (órgano de una federación sindical), y su principal interés en “los pueblos precolombinos, además de los siglos XVII y XVIII”.[9]
Como quedó registrado en la planilla de solicitud para realizar sus estudios en México, al parecer Moreno no concluyó su licenciatura en Derecho en la Universidad, que había iniciado en 1938 (otras fuentes dan la fecha de 1940): “donde aprobó tres de los cuatro años de Derecho con óptimo resultado (notable), y no haber terminado debido a que tenía que trabajar para mantenerse, lo cual no le había impedido seguir como alumno libre de cursos de Historia, acreditando el estudio de diversas disciplinas”.[10] Esta coyuntura, y dos visitas del historiador Silvio Zavala a La Habana en la primera mitad de la década de 1940, llevaron sus pasos en septiembre de 1945 al recién fundado Colegio de México. En la citada entrevista rememora:
Por aquel entonces llegó a Cuba un personaje para mí increíble y uno de los hombres que más influyó en mi vida, Silvio Zavala, el historiador mexicano. Zavala era yucateco, y el yucateco es un personaje con una gran calma, muy trabajador. Zavala es para mí una de las cumbres de la historia moderna; tiene una obra enorme, yo no sé cómo ha podido escribir tanto. Don Silvio nos da una conferencia en la Universidad y después nos dice: “Se ha fundado el Colegio de México”. (…) Y a mí se me metió en la cabeza ir al Colegio de México y esta idea se me renueva en una segunda visita de Don Silvio en el año 44.[11]
Su encuentro con Silvio Zavala no solo inspiró el viaje a México, sino que se convirtió para el joven habanero en una verdadera cátedra del método historiográfico, al señalarle al trabajo premiado por la Sociedad Colombista Panamericana numerosas deficiencias, entre ellas las citas mal concebidas y las referencias a libros de segundo orden. En los recuerdos de Moreno, Zavala literalmente destrozó aquel trabajo de juventud, le dio una lección de humildad intelectual y le demostró que debía mejorar mucho su estilo literario como historiador:
Me desbarató totalmente el libro que otros habían calificado de obra maestra y que además me había dado fuerzas para ser historiador. Me acuerdo que al final de aquella conversación yo me quería defender por lo menos en algo, otros me habían dicho que el libro estaba muy bien escrito, y voy y le pregunto a Don Silvio qué opinaba sobre el estilo del libro. Todavía me acuerdo de su respuesta: “¡Está muy mal escrito! ¡Usted no tiene idea de cómo se escribe en español! ¡Tiene que aprender a redactar!”. Por eso nunca publiqué ese libro. Me convencí de que estaba muy mal escrito y además del daño que hacen los profesores diciéndoles a los alumnos que un trabajo malo está bueno.[12]
El paso de Moreno por el Colegio de México es un capítulo fundamental en su formación como historiador. Allí tuvo la oportunidad de confraternizar con miembros experimentados del gremio, trabajar en sus riquísimos archivos coloniales, participar en el VII Congreso de Historia Mexicana celebrado en Guanajuato en 1945 (del cual dejó un interesantísimo relato) y ser testigo de un hecho excepcional: el hallazgo en el Hospital de Jesús, en 1946, de los restos de Hernán Cortés, ocultados por Lucas Alamán en 1823 por temor a una profanación de grupos radicales antiespañoles. En contraste con esta dedicación al examen de los archivos, se le reprochaba dejadez respecto a los cursos que se impartían en el Centro de Estudios Históricos. Según la pesquisa realizada por el investigador mexicano Andrés Lira, en el expediente de Moreno en el Colegio de México consta lo siguiente:
Contiene más de una reclamación por faltar a la clase de Latín, que impartía Amancio Bolaño; reclamos de trabajos no entregados a tiempo (quizá no lo hizo nunca) para el curso de Paleografía, que impartía la profesora Muedra, y los de los profesores Silvio Zavala y José Miranda (Encomiendas en América durante el siglo XVI, e Historiografía de América, a cargo del primero, e Instituciones del siglo XVIII, a cargo de Miranda). Este profesor había ido al Colegio a recoger los trabajos de primer semestre de 1946, y dejó dicho que, faltando el de Moreno Fraginals, lo recibiría en su casa (López 50-305), y podía dejarlo en manos del portero. El disgusto y requerimientos fueron notificados a Moreno Fraginals en carta del 10 de agosto de 1946 por Luis de Santullano, secretario general, dirigida a su domicilio (Anatole France 357-5, lo cual da idea de la ubicación que en la topografía urbana tenía nuestro becario).[13]
Lo anterior no fue obstáculo para que el joven Moreno obtuviera el apoyo de una personalidad tan influyente como Alfonso Reyes para realizar trámites migratorios, pero su estancia mexicana finalizó en 1947 al ser cancelada su beca, lo que le fue comunicado a su domicilio en Cuba a través de una carta firmada por Daniel Cossío Villegas. Años más tarde, en 1951, el secretario del Colegio de México hizo constar a favor del interesado, que había cursado las siguientes materias: “Dos semestres de Paleografía, dos de Latín, uno de Encomiendas en América durante el siglo XVI, otro de Historiografía de Indias y otro de Instituciones del siglo XVIII en América, y un curso de Cuestiones de Historiografía e Historia General. No daba calificaciones y, en carta aparte, señalaba que el Seminario de Filosofía impartido por Joaquín Xirau no podía incluirse en la constancia, pues había tenido lugar en casa del profesor y no se había registrado en el Colegio de México”.[14]
Para estas fechas (1951), ya Moreno había vivido otras experiencias académicas enriquecedoras. En 1947 ganó una beca en España del Instituto de Cultura Hispánica, que le permitió investigar en varios archivos y bibliotecas importantes de la península. Resultado de dichas indagaciones fue su trabajo titulado Misiones cubanas en los archivos europeos, publicado en México en 1951.[15] Como un dato interesante de su biografía intelectual, que demuestra el carácter cosmopolita de sus intereses y sobre todo su avidez por la literatura, Moreno cuenta acerca de su estancia en España:
Mi relación no fue con historiadores, sino con el magnífico grupo de literatos que frecuentaba el Café Gijón. Recuerdo las tres obras que más se discutían en España en aquellos momentos. Nada, la novela de Carmen Laforet; una colección de poemas reunidos bajo el título de Cuando ya no hay remedio; y la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Fui amigo de Buero Vallejo, de Camilo José Cela y de otros, en el café Gijón que está frente a la Biblioteca Nacional, donde yo investigaba (…). Aprendí mucho y creo que me vino bien unirme con gentes que estaba un poco fuera de la historia como disciplina profesional. Me acostumbraron a algo que no sé si es un defecto o una virtud, que es trabajar la Historia no solo con historiadores, sino buscando otra dimensión en poetas, políticos y novelistas.[16]
A su regreso a Cuba, en 1949, colaboró con el historiador Emeterio Santovenia y obtuvo el cargo de subdirector de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. En el número de febrero de 1950 de dicha revista aparece su trabajo titulado “Anselmo Suárez y Romero (1818-1878)”, un penetrante ensayo sobre la relación entre la obra de este escritor y la realidad de la plantación esclavista. Acompaña este texto un minucioso índice de los manuscritos de Suárez y Romero que se conservaban en la Biblioteca Nacional, una labor de elegante erudición que guarda semejanza con el estudio biobibliográfico sobre José Antonio Saco, en que Moreno expone su escrupuloso método de trabajo:
El hecho de que muchos de estos manuscritos no estuviesen inéditos como se venía afirmando hasta nuestros días por todos los intelectuales, no merma el valor de los mismos por diversas razones. Primero, gran parte de las publicaciones donde vieron la luz estos escritos de Suarez y Romero son hoy sumamente difíciles de conseguir. Segundo, algunas transcripciones modernas, como por ejemplo la reedición de las cartas de Zacarías González del Valle a Suárez y Romero, hecha por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación con un prólogo de Francisco González del Valle, está tan plagada de errores que resulta completamente inútil al investigador acucioso. Baste señalar que en el cotejo de dicha publicación con los originales que se hallan en la Sociedad Económica de Amigos del País, hemos encontrado más de ciento veinte errores (!), y algunos de ellos totalmente imperdonables. Además, acrecienta el valor de los manuscritos todas las notas aclaratorias que al margen de los mismos puso Suárez y Romero y que es lástima no hayan sido utilizadas por los investigadores.[17]
En 1951 Moreno finalizó su ciclo de formación académica con la obtención del doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana. Ese propio año se desempeñó como profesor en la Universidad de Oriente y consiguió el primer premio de la Asociación de Bibliotecarios de Cuba con su estudio titulado José Antonio Saco. Estudio y bibliografía, que no vio la luz en forma de libro hasta casi una década más tarde.[18] También un resultado de su acercamiento crítico al polémico pensador bayamés es su texto “Nación o plantación (El dilema político cubano visto a través de José Antonio Saco)”, publicado como parte de un libro de homenaje a su maestro Silvio Zavala.[19]
Otros textos suyos de esta etapa dan fe de la pluralidad de temáticas en su labor investigativa, algunas deudoras de su estancia en el Colegio de México, como es el caso del artículo dedicado a Agustín de Iturbide, resultado de su labor en el seminario que dirigía el novelista Agustín Yáñez[20] y del poco conocido texto titulado “El problema negro en la poesía cubana”, donde indaga la problemática social y racial en la lírica cubana de los siglos XIX y XX.[21]
A su regreso a La Habana, ejerció como profesor en la Escuela de Verano de la Universidad capitalina, ocasión en que colabora con el sociólogo Roberto Agramonte, director de Extensión Universitaria de la Colina. En palabras de Oscar Zanetti, uno de los más acuciosos exégetas de la obra del autor de El Ingenio:
Estos primeros años de la década del cincuenta son testigos del verdadero inicio de la trayectoria profesional de Moreno Fraginals (…). Por su asunto, la mayor parte de esos escritos podrían enmarcarse en lo que hoy se califica de “historia intelectual”, pero más allá de las etiquetas, lo que realmente interesa destacar es el núcleo de preocupaciones que alienta esas obras y que en el largo plazo impulsará toda una línea de investigación, al extremo de que ideas plasmadas en estos primeros textos pueden encontrarse reiteradas en obras muy posteriores. Particularmente en las indagaciones sobre Suárez y Romero y Saco, se hace patente el interés por comprender la circunstancia social en que se va fraguando la nación cubana durante la primera mitad del siglo XIX, así como la tragedia de la intelectualidad involucrada en ese proceso.[22]
Su salida hacia Venezuela en 1954, en plena dictadura de Batista, le deparó a Moreno un aprendizaje diferente al que había recibido en las aulas universitarias y durante sus estancias como becario de instituciones españolas y mexicanas. Sus actividades como gerente económico de la cervecería Caracas, jefe de información de Radio Continente, propietario de la emisora Radio Junín y copropietario de la publicitaria Los Molinos, entre otras diversas responsabilidades administrativas, transmitieron al historiador un universo inédito de conocimientos empresariales y prácticas comerciales que le serían muy útiles en el futuro. En este sentido apuntó:
Las matemáticas me abrieron un camino que yo de ninguna forma pensaba que estaba abriéndose para la historia. Después de regresar a Cuba me fui a Venezuela y trabajé en la cervecería Caracas, y luego de agente publicitario y creé mi propia agencia. Hacíamos investigaciones sociales, estudios de mercado, y sin las matemáticas no hay forma de hacer esas cosas. (…) Durante mis primeros cuatro años en Venezuela tuve el ritmo de lectura más fabuloso de toda mi vida, muy parecido al que tuve cuando estuve en España. Leía libros de economía, de ciencias sociales, de investigación social, de test, etc. Entre el 54 y el 57 leí y “tarjetié” decenas y decenas de libros que aparentemente no tenían que ver con la historia. Además, me vi obligado a enredarme en cosas concretas, a trabajar con personal, con programas de ventas, con el funcionamiento de una planta.[23]
Al borde de los cuarenta años y con toda la experiencia acumulada, desde sus tempranos estudios de derecho, historia, filosofía y economía en la Universidad de La Habana y el Colegio de México, pasando por su sólida formación teórica en archivos y bibliotecas americanas y europeas, hasta la praxis efectiva de carácter empresarial en los años venezolanos, Moreno decidió emprender a su regreso a Cuba en 1960 la que sería su faena más trascendente: el estudio El Ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar. Con ello, la obra del historiador más original y de mayor influencia en la segunda mitad del siglo XX cubano alcanzaría la madurez y plenitud de su destino intelectual.
Notas:
[1] Manuel Moreno Fraginals: El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, tomo I, p. 12.
[2] Ibídem.
[3] “Manuel Moreno Fraginals entrevisto por Olga Cabrera e Isabel Ibarra. Fragmentos de una conversación interrumpida”, Encuentro de la Cultura Cubana, Madrid, no. 10, otoño de 1998, pp. 3-4.
[4] Oscar Zanetti: “El oficio de historiador según Manuel Moreno Fraginals”, en Órbita de Manuel Moreno Fraginals, Ediciones Unión, La Habana, 2009, p. 8.
[5] “Manuel Moreno Fraginals entrevisto por Olga Cabrera e Isabel Ibarra. Fragmentos de una conversación interrumpida”, p. 4.
[6] Ibídem.
[7] Andrés Lira: “Manuel Moreno Fraginals: ‘Diario’ del VII Congreso Nacional de Historia (Guanajuato, septiembre de 1945)”, Historia mexicana, Ciudad de México, año LI, no. 2, 2001, p. 397.
[8] Ibídem.
[9] Ídem, p. 396.
[10] Ibídem.
[11] “Manuel Moreno Fraginals entrevisto por Olga Cabrera e Isabel Ibarra. Fragmentos de una conversación interrumpida”, p. 4.
[12] Ídem, p. 5.
[13] Andrés Lira: “Manuel Moreno Fraginals: ‘Diario’ del VII Congreso Nacional de Historia (Guanajuato, septiembre de 1945)”, p. 399.
[14] Idem, p. 400.
[15] Manuel Moreno Fraginals: Misiones cubanas en los archivos europeos, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México, D.F., 1951.
[16] “Manuel Moreno Fraginals entrevisto por Olga Cabrera e Isabel Ibarra. Fragmentos de una conversación interrumpida”, p. 5.
[17] Manuel Moreno Fraginals: “Índice de los manuscritos de Anselmo Suárez y Romero que se conservan en la Biblioteca Nacional”, Revista de la Biblioteca Nacional, La Habana, segunda serie, t. I, no. 2, febrero de 1950, pp. 73-121. Se publicó como folleto ese propio año.
[18] Manuel Moreno Fraginals: José A. Saco. Estudio y bibliografía, Dirección de Publicaciones, Universidad Central de Las Villas, La Habana, 1960. Dicho trabajo, como informa su autor, se había iniciado en 1946 durante su estancia en el Colegio de México, en el curso de Historiografía impartido por Silvio Zavala.
[19] Manuel Moreno Fraginals: “Nación o plantación (El dilema político cubano visto a través de José Antonio Saco)”, Homenaje a Silvio Zavala, Colegio de México, 1953.
[20] Manuel Moreno Fraginals: Agustín de Iturbide, caudillo, Imprenta Universitaria, La Habana, [1950].
[21] Manuel Moreno Fraginals: “El problema negro en la poesía cubana”, Cuadernos Hispanoamericanos, no. 3, Madrid, mayo-junio de 1948, pp. 519-530.
[22] Oscar Zanetti: “El oficio de historiador según Manuel Moreno Fraginals”, p. 10.
[23] “Manuel Moreno Fraginals entrevisto por Olga Cabrera e Isabel Ibarra. Fragmentos de una conversación interrumpida”, p. 6. Véase un énfasis semejante en el asunto del uso por el historiador de diversas fuentes y métodos de análisis, incluyendo las estadísticas y las matemáticas, en su ensayo “La historia como arma”, en La historia como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios y plantaciones, Editorial Crítica, Barcelona, 1983, p. 22.