Como la danza ha sido una brújula para Catherine Zuaznábar, la artista quiso volver a sus raíces a través de ella y convidó a un coreógrafo de su tierra natal a que la ayudara a diseñar ese viaje. Las profusas agendas profesionales y luego la pandemia de COVID-19 obligaron a la bailarina y al creador Raúl Reinoso a probar los primeros pasos de la obra en la virtualidad.


“Cuando finalmente pude trabajar con ella en persona, me di cuenta de su sentimiento hacia la danza y su entrenamiento corporal. A partir de ahí, comencé a replantear la estrategia. Durante el proceso, conversábamos mucho y ella me contaba lo que sentía: había algo en su interior que la motivaba a volver a bailar”, comentó el artífice de Manantial, título estrenado en la Gala de las Estrellas de Cuba, en el Teatro de Beausobre, en Suiza, los días 16 y 17 del reciente noviembre.


El pasado de la Zuaznábar resultaba ineludible, según Reinoso, pues inevitablemente la marcan su formación como bailarina clásica que la condujo a interpretar diversos protagónicos con el Ballet Nacional de Cuba, donde ostentó la categoría de Bailarina Principal, y luego su impresionante carrera con el Béjart Ballet Lausanne, en la época en que aún lo dirigía el célebre coreógrafo y maestro francés Maurice Béjart.

“El diálogo profesional entre coreógrafo y bailarina les regaló una oportunidad para poner en común saberes y aprender uno del otro”.

“Cathy nació en Cuba, pero había vivido gran parte de su vida profesional en Europa, sin conocer realmente su identidad como cubana y mulata. No estaba conectada con sus raíces, con el folclore, con su ritmo. Entonces, la idea que comenzó a brotar en mi mente fue la de un viaje al pasado, un regreso a un lugar que había dejado atrás y al cual conocía de manera vaga, pero sin tener una relación profunda con él. Es como regresar a un barrio donde sabes que viven familiares, pero no los conoces realmente”, relató.


La premisa de retornar al pasado para redescubrir las raíces le pareció poderosa a Raúl, dada su intención de explorar la imagen de la cultura y la identidad latentes, como un ritmo, una vibración de la tierra, como un manantial que se renueva constantemente, que nunca se agota.
“Este manantial de energía representaba la cultura cubana, siempre viva, renovándose, a la que Catherine debía regresar para saciar su sed, su sequía identitaria. Así surgió la idea de Manantial, detalló el coreógrafo.


Tras algunos años sin entrenar en el neoclásico, Cathy sintió por parte de Reinoso la presión de volver a su esencia, incluida la disciplina del clásico puro y del estilo neoclásico. “Fue muy difícil para mí volver a entrenar tanto estos como encontrar cierta mezcla de folklore con neoclásico. Eso propició una experiencia riquísima porque a Raúl además le sirvió para experimentar cosas que no conocía, y a mí me transmitió sus conocimientos sobre los pasos del folklore cubano”, compartió la bailarina.

“Este manantial de energía representaba la cultura cubana, siempre viva…”


Al inicio del proceso creativo, Reinoso se encontraba en Londres, trabajando con Acosta Danza. La pandemia se sumó como obstáculo para un encuentro en vivo y, cuando pudieron verse en un estudio, emergieron desafíos mayores.


“En aquel momento, Catherine no estaba completamente preparada para los movimientos que yo le proponía, sobre todo en cuanto al vocabulario de la danza moderna cubana y el folklore. Se agotaba con rapidez y presentaba algunas dificultades en la movilidad de su espalda, en particular, con las ondulaciones. Por eso, le propuse ejercicios de ese preciso movimiento antes de los ensayos, para mejorar su flexibilidad y aliviar el dolor de los músculos influyentes en la columna vertebral. A medida que avanzaba, su salud y autoestima mejoraron, lo cual también la hizo sentir más capaz de asumir otros desafíos”, reveló Raúl.


De acuerdo con el artista, su intención consistió en insertar en la pieza un universo simbólico que no solo fuera coreográfico, sino también teatral, especialmente al principio.
“Para mí, los inicios de una obra son fundamentales. Así, por ejemplo, la caminata hacia atrás simboliza un regreso al pasado. El uso de las luces me pareció importante en este contexto. Al principio, cuando Catherine llega al centro del escenario, la luz se enciende en un lateral y ella la observa. La luz se apaga y aparece otra. Esto indica la presencia de los ancestros o entidades del pasado, pero tímidas, sin acercarse, simplemente observando. Cuando la luz se apaga y aparece el manantial en el suelo, Catherine se acerca a beber de él, así se manifiesta la conexión con sus raíces. El manantial es como un flujo inagotable de cultura, el agua que viene a saciar su sed identitaria”, explicó.


El diálogo profesional entre coreógrafo y bailarina les regaló una oportunidad para poner en común saberes y aprender uno del otro. Aunque en Manantial todo luce fluido, la danzante atestigua que la demanda de mezclar la parte folclórica, de la cintura hacia arriba, con movimientos neoclásicos abajo, resulta súper difícil.


“Trabajar con Reinoso fue exquisito, enriqueció mi lenguaje. Él tiene un estilo particular y reconocible. Creo que los dos aprendimos. De la base contemporánea, aprecié el trabajo en el piso, la importancia de la flexibilidad de los cuádriceps, el trabajo con el demi-plié, que después reforcé cuando Yosmel Calderón vino para los talleres coreográficos organizados por Proyectos Intercambios Culturales (PIC), el cual presido. Ellos manejan técnicas similares y esto me sirvió cantidad”, confesó Catherine.


Con Manantial, Raúl no pretendió sacar completamente a la bailarina de su zona de confort, sino mezclar la formación clásica de base con el vocabulario de la danza contemporánea y el folclore cubano.    
“El objetivo era integrar estos dos mundos sin perder su identidad, y creo que el balance fue bastante exitoso”, enfatizó el creador, acostumbrado a diseñar obras para un colectivo de danzantes provenientes tanto de la academia clásica como de la moderna, gracias a su experiencia con Acosta Danza, que lo llevó a trabajar incluso en Reino Unido con el Birmingham Royal Ballet, igualmente dirigido por Carlos Acosta.

En Manantial se mezclan la formación clásica con el vocabulario de la danza contemporánea y el folclore cubano.

    
La presencia y técnica de la Zuaznábar en Manantial aportaron una conexión palpable con la audiencia, convirtiendo cada movimiento en un reflejo de la narrativa de la obra. La sinergia entre la coreografía de Reinoso y la interpretación de Catherine terminaron por generar un espacio donde la danza se convierte en un poderoso medio de comunicación y reflexión sobre la identidad y su trascendencia en la vida contemporánea.


“Mis raíces estaban dormidas. Para cada bailarín, ampliar el repertorio con un coreógrafo nuevo le ofrece una experiencia inestimable y el valor del crecimiento propio, porque cada creador tiene una manera de montar y diseñar completamente distinta. Yo tuve la suerte de trabajar con Maurice Béjart, quien me hizo crecer mucho como bailarina. Hoy creo que es más fácil retomar ballets clásicos que crear o remontar con coreógrafos nuevos. Eso solo te puede sumar, nunca restar”, consideró la Zuaznabar.

Tras el estreno de Manantial, afloró el disfrute y agradecimiento mutuo. En su coreografía, Reinoso fusiona un rico vocabulario académico —adquirido a lo largo de su trayectoria artística—, con las costumbres, gestos y danzas folclóricas autóctonas que conforman la cultura cubana. Esta mixtura permite al espectador experimentar la profundidad y la diversidad de la identidad de una isla del Caribe como Cuba.

“Me siento muy contento, especialmente al constatar la reacción del público europeo. Para mí constituye una satisfacción ver cómo una pieza que habla sobre nuestra cultura cubana conecta con personas de otras partes del mundo. Y también me hace feliz por Catherine, porque se lo merece. Consiguió ese anhelado regreso a su identidad, y verla interpretarlo de esa manera es muy gratificante”, aseveró.

Reinoso se considera un artista que hace música con el cuerpo, pues la música siempre ha sido su gran amor y, persiguiéndola, descubrió la pasión por la danza. En la etapa de estudiante, cuenta que fue aprendiendo sobre el folklore cubano, aunque su natal Pinar del Río, provincia del occidente cubano, ubicada al oeste de La Habana, carece de una fuerte tradición folclórica si se le compara con otros destinos del país.

 La danza se convierte en poderoso medio de comunicación y reflexión sobre la identidad y su trascendencia en la vida contemporánea.


“Mi formación en la Escuela Nacional de Arte y en Danza Contemporánea me ayudaron a apropiarme de estos elementos, que ahora forman parte de mi proceso creativo. Mi trabajo apunta a un enfoque contemporáneo, buscando un balance entre lo académico y lo más intrépido, lo atrevido, para crear algo que pueda conectar con los bailarines y el público de hoy”, destacó el joven graduado de la Universidad de las Artes de Cuba.


Por su parte, la danzante contó: “La música de Ariwo (grupo cubano-iraní) para mí fue extraordinaria, porque cuando la escuchas y tratas de llevarla al ballet parece muy difícil. Hay partes en las que entra la percusión, la trompeta, y Raúl quería, en ese momento, crear una especie de choque o contraste, como si de repente brotara agua”.

Manantial en una experiencia multisensorial, que invita a los espectadores a sumergirse en un universo emocional, pletórico de significado y belleza.

“Estoy realmente contenta. Mi objetivo es seguir bailando esta pieza durante los años que pueda. Y a Raúl le quiero decir: muchísimas gracias por confiar en mí y por todo el trabajo compartido”, espetó Catherine, para quien 2024 será inolvidable por varias razones, entre ellas, el éxito de la Gala de las Estrellas de Cuba, en Suiza, y el estreno de Manantial, que significó un regreso a sus raíces, mediante el sudor del esfuerzo propio, el amor y la danza.