Mafalda y su gente
3/2/2016
El Fondo Editorial Casa de las Américas, gracias a la colaboración de la embajada de Argentina en Cuba, pone en manos del público cubano “Mafalda ¡¿50?!”, homenaje a la niña genial y archiconocida que increíblemente cumple cinco décadas de vida. Su creador, Joaquín Lavado, el argentino Quino, un señor octogenario que recibiera en 1983 el título de “Maestro de Arte”, quien ha publicado cerca de 12 libros de historietas y que es, sin dudas, uno de los más grandes, ingeniosos y perfeccionistas dibujantes del mundo, ha sido, además, amigo de Casa de las Américas y de Cuba.
Más allá de las consideraciones que puedan hacerse del trazo de Quino desde la pericia de un crítico de arte, es el mensaje profundo, gracioso, humanista y cercano lo que distingue la obra de este artista (no solo Mafalda, por cierto). Pero es justamente la vigencia del texto comunicador lo que mantiene a Mafalda en la preferencia de su público y lo hace crecer. Es de suma importancia que los jóvenes se acerquen a la obra de Quino, se reconozcan en esos personajes (en las travesuras, en los disparates, en los aciertos, en la genuina representación de niños —al borde— de la adolescencia). El motivo de tal sugerencia no se limita al disfrute estético que dichas tiras cómicas generan —donde nada sobra ni falta en el dibujo— sino, sobre todo, en el mensaje social que, sin “teque” de ninguna índole, obliga a reflexionar a través de la hilaridad que producen los textos.
No es casual que dos artistas de la imagen; dos “monstruos” de la historieta; en fin, dos maestros como Quino y Juan Padrón hayan congeniado tan armoniosamente desde la primera vez que se encontraron. Ambos, consagrados al difícil público juvenil (en primera instancia), cuidadosos de guardar fidelidad a momentos históricos concretos, responsables, como es sabido, de los excelentes materiales audiovisuales llamados “Quinoscopios”, resultan más historiadores que historietistas, más críticos sociales que humoristas, y los dos alcanzan el portentoso milagro de enlazar una generación con otra, dando continuidad a un gusto que sería muy simple considerar como “bueno”. Una de las famosas tiras de Quino se refiere al escándalo que causa “no gustarle Los Beatles” dentro de la comunidad de niños-jóvenes, y parafraseándola, puede decirse que a quien no le parezca acertada la propuesta de Mafalda y su pandilla, se verá rodeado de una multitud extrañada, como le sucedió a Manolito en la mencionada tira. No solo es la niña protagonista quien despierta admiración en un público, que, ya dije, acaba (acabamos) de cumplir 50 años de quererla, sino también quienes la rodean; y que representan diferentes estratos sociales, variados puntos de vista, otras generaciones con sus criterios, aspiraciones y decepciones correspondientes, por lo cual deben ser mencionados: Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito, Libertad, Guille, los padres de Mafalda, la maestra, el farmacéutico, el dueño de Almacenes Don Manolo.
Con la calidad a que nos tiene acostumbrados, el diseñador cubano Nelson Ponce seleccionó para ilustración de cubierta de “Mafalda ¡¿50?!” una graciosa imagen de la niña genial soplando un globo terráqueo, de modo que cada lector o lectora, pueda interpretar dicho gesto como mejor desee: ¿Sopla Mafalda para limpiar el mundo; o para que avance; o para despojarlo de malas ideas, por ejemplo? Forma parte de la ingeniosidad seleccionar la respuesta mejor.
Al inicio de esta nota insistí en la importancia que reviste que sean jóvenes quienes asuman la lectura, el disfrute y la interpretación de Mafalda y su gente. Ya abuelos y padres hemos sido cautivados, y la mayoría de nosotros cita frases de Quino como quien acude a los clásicos (¿acaso este artista no lo es?), pero ahora mismo, han sido dos muchachos los responsables de acometer la difícil tarea de antologar. De entre millares de dibujos, de muchos años de entrega por parte del creador del universo mafaldiano, Adrián y Marcelo tuvieron que decidirse por cerca de 100 historietas: una pequeña muestra, que si bien resultó arduo escoger, ilustra y abarca varios años, siempre desde la postura ideológica de la clase media y medio “izquierdosa” a la que pertenecen los protagonistas. Podemos suspirar entre el alivio y la satisfacción de reconocer el alcance que tiene el mensaje que dicta Quino, obviamente sin distinción de edad, país de origen o tendencia política. A través del disfrute de una original comicidad, nuestra juventud, tan comprensiblemente proclive al distanciamiento emocional y el compromiso de sus padres y abuelos, conoce, admira y goza igual que nosotros. Por ello, Elpidio Valdés, de Padrón, y Mafalda, de Quino, son muchísimo más que personajes ingenuos y divertidos.
Felicito y agradezco a Adrián y a Marcelo, al Fondo Editorial de Casa de las Américas, a todos los contribuyentes en este loable esfuerzo: nos regalan una verdadera joya; la perla que nadie debe perder, aun cuando estemos sumergidos en el fango de una cotidianidad tediosa y corrosiva, como todas.