Mafalda no queda huérfana
1/10/2020
Menos mal que ella, aunque no lo parezca, está bastante crecidita y sabe valerse por sí sola. Mafalda, la niña que con la mayor seriedad del mundo filosofa y planta cara a los mayores y les hace ver yerros y falencias; la muchachita curiosa e implacable; seguirá siendo uno de los símbolos gráficos más entrañables del imaginario latinoamericano, aunque su creador, Joaquín Salvador Lavado, Quino, haya dicho adiós.
Para quienes no siguieron las tiras en los diarios, donde por años publicó, Quino reunió diez álbumes que vieron la luz originalmente entre 1966 y 1977 por las casas editoriales Jorge Álvarez y De la Flor, replicados en doce volúmenes en México por la filial de Tusquets y revisados de forma minuciosa en una edición de culto, la del cincuentenario del personaje, que De la Flor lanzó en Argentina.
Por si fuera poco, llegó a la televisión del país austral en 1972 bajo la pericia en la animación de otro buen historietista, Jorge Martín (Catú); mientras en los años ’80, su amigo y colega Juan Padrón, en Cuba, en coproducción con entidades fílmicas españolas, eslabonó nada menos que ciento cuatro cortos de un minuto de duración sobre Mafalda. De la entrañable amistad entre los creadores de Elpidio Valdés y Mafalda es testimonio la imagen que Ian Padrón, hijo del historietista cubano, acaba de compartir en el ciberespacio.
En muchos casos, las situaciones reflejadas en las tiras de Mafalda aludían a una etapa de vida argentina caracterizada por la pugna entre el ejercicio democrático y los ímpetus de la casta militar, aliada de la oligarquía, para dominar el país.
Sin embargo, la agudeza y oblicuidad en el abordaje de los temas contribuyeron a la universalización de la lectura de las tiras. También a ello se debe su renovada actualización semántica, al punto que muchos de los dardos lanzados por Mafalda y sus amigos encajan hoy en latitudes diferentes y parecen haber sido concebidos pensando en la cotidianeidad contemporánea.
Dado al desmontaje y explicación de signos y símbolos, el novelista y semiólogo italiano Umberto Eco definió al personaje de Quino: “Mafalda vive en una relación dialéctica continua con el mundo adulto que ella no estima ni respeta, al cual se opone, ridiculiza y repudia, reivindicando su derecho de continuar siendo una nena que no se quiere incorporar al universo adulto de los padres”. Al compararla con uno de los personajes más populares del comic estadounidense, acotó: “Charlie Brown seguramente leyó a los revisionistas de Freud y busca una armonía perdida. Mafalda probablemente leyó al Ché”.
Habrá en lo adelante que ver a Quino también más allá de Mafalda. Humor negro, inteligente, crítico, sintético y provocador, de forma sutil, destilan compilaciones como Quinoterapia (1985); Potentes, prepotentes e impotentes (1989) y Simplemente Quino (2016). O esos cortos realizados por Padrón y otros animadores cubanos bajo el rubro genérico de Quinoscopios.
“Papá, ¿podrías explicarme por qué funciona tan mal la humanidad?”, preguntó una vez Mafalda. Junto a Quino, todos los hombres y mujeres de buena voluntad y conciencia ética, tendremos que hallar la respuesta.