En el contexto de la I Bienal de Pequeño Formato «Amelia Peláez del Casal», celebrada en octubre de 2019 en la otrora ciudad de Sancti Spíritus, al centro de nuestra Isla, se presentó una pieza de artes visuales de exasperada actualidad. Se trata de la pieza Universos, de la artista Margarita Barroso, quien es de origen venezolano, pero radica actualmente en los Estados Unidos.

Margarita Barroso es una artista de reconocida trayectoria no solo en América, sino también en importantes circuitos galerísticos de Europa; recordemos que se formó durante varios años con Antonio Aguilar, Director de la Escuela de Bellas Artes de Valencia. Cuando miramos en perspectiva su extensa obra en constante impulso y rejuvenecimiento, con inmersión en la pintura abstracta y la escultura, como columnas vertebrales de su creación fundamental, nos percatamos de la multiplicidad de estilos y lenguajes que conviven en su ya sobria estética.

El poeta austriaco Rainer Maria Rilke decía que «Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad». Ciertamente, Barroso niega las modas, así como las condiciones conservadoras del arte moderno, el mercantilismo y los ambientes pancistas en los que muchas veces se mueven determinados «artistas». Margarita Barroso (de)muestra profunda intuición a la hora de alambicar sus esencias más personales, intuyo, es una artista irreverente, que apuesta por la renovación de esas nociones preestablecidas del arte más elitista.

Quizá lo que más me sedujo de Universos, y también del resto de las piezas que he tenido la oportunidad de apreciar bajo su firma, es su honestidad. Un cúmulo de emociones, incluso de las encontradas, emergen de golpe al apreciar sus cuadros abstractos, logrados desde una técnica en la precisión bien depurada y ejecutada. Me hace pensar que es una evocadora de emociones, de ojo agudizado, capacitada para captar el movimiento indeterminado de los individuos y el contexto que la circunda y sintetizarlo en algún lienzo.

Puede parecer contradictorio, pero sus piezas abstractas gozan de una transparencia de los sentidos que la hace proporcionalmente fascinante a la vez que perturbadora. Detrás de las atmósferas texturizadas, coloridas y los trazos aparentemente desenfrenados–metáfora del goce y la libertad febril, en ocasiones frustrada, que le prevalece a ella como artista y como persona, pero también a mí, a la humanidad– divisadas en el conjunto de rigurosas obras que conforman su catálogo. Un amplio catálogo que revela, en definitiva, una diversidad de formas, medios y habilidades que ella es capaz de desplegar consecuentemente en su práctica. La imagen estilizada de la mujer juega un rol fundamental, tanto en sus esculturas, de influencia Cubista, pero con ciertas licencias en los acabados modernistas, y por supuesto, en sus pinturas abstractas. Por ello su trabajo conecta con un público contemporáneo que es tan heterogéneo como su obra en sí, logrando penetrar en los sentidos y subvertirlos, transformarlos, así como con el contexto político, social, artístico y humanístico en el que coexiste, en el aquí y el ahora más radical.

Vivimos tiempos convulsos y el arte, con la cuota de subjetividad que le corresponde y si bien no se lo proponga, es siempre un acto sensorialmente político. Los modos de percepción del público siempre son indeterminados, y en cada contexto en que se «exponga» será recibido por una simbólica pluralidad de interpretaciones, como ha sucedido en el caso de nuestro país con su pieza Universos. Margarita Barroso es una artista que ha estado vinculada a nuestro país en estos últimos tiempos por su trabajo con el artista visual José A. Rodríguez, binomio del que felizmente esperamos pronto una intervención artística en Cuba. Así tendremos la posibilidad de conocer mejor su inestimable y cuestionadora obra.