Los titiriteros también tenemos heroínas
2/9/2016
Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.
Rabindranath Tagore
23 de julio de 2016
El noticiero de la televisión informa de la despedida de la maestra titiritera Xiomara Palacio ¡Qué momento tan difuso! El rostro de mi hijo Abdiel se contrae. Viene a mi lado con mucha tristeza. Me dice: “Papá, murió una amiga de los títeres”. Con sentimiento golpea una puerta. La admiraba desde pequeño. Ella lo apretujaba amorosa y le hacía cosquillas. En los festivales, eventos y talleres de Matanzas, él la esperaba junto a su colega Armando Morales y los acompañaba a las funciones. Xiomara le calzaba con ternura los títeres en sus manos pequeñas. Armando lo invitaba a que se asomara en el retablo. Qué dúo para nuestras fabulaciones. Recuerdo que en un festival titiritero en Cienfuegos, los dos se lo llevaron a la playa, y en un descuido él se les escapó. Aquel chiquillo del diablo no aparecía por ningún lado. Xiomara y Armando se volvieron como locos. Lo encontraron cazando cangrejitos a la orilla de la costa. Pasaron tremendo susto.
La corte de Faraón, Teatro Nacional de Guiñol (TNG), 1967. Fotos: Rubén Darío Salazar
4 de agosto de 2016
Xiomara, han pasado algunos días, los he necesitado para poder escribir sobre ti. Se me revuelve la memoria. Eso de tener que irnos no va contigo. Te quedas con nosotros. Estás presente, no escaparás de nuestros saludos y abrazos, tu historia no es una historia cualquiera. De los saberes de los títeres nos enseñaste el secreto de lo propio. Entre risas y bocadillos comentabas que ellos eran como la naturaleza: caprichosos, atrevidos, prodigiosos y peligrosos, que no entendían de otras cosas para animarlos que no fuera el espíritu rebelde de dar vida a lo inerte. Muchas veces te vi acariciarlos y ordenarlos para que volaran en barcos y nubes. Tus multiplicadas interpretaciones en los retablos, la comedia y el humor son ejemplos de una artista sin medidas ni limites en la creación.
Xiomara Palacio en el personaje protagónico de la obra El perrito travieso, en el Teatro Nacional de Guiñol.
De los saberes de los títeres nos enseñaste el secreto de lo propio.
Siempre has sido para mí un apretón de gracias. Te conocí en 1960, joven con talla de pequeña titiritera en los sótanos del Guiñol habanero, compartías un brindis junto a Pepe Carril e Isabel Cancio, después del estreno de Asamblea de Mujeres. Yo era alumno del Seminario de Dramaturgia y soñador del mundo de los títeres. He vivido enamorado de tus virtudes artísticas y del poderío titiritero que tenías en la escena. He presenciado la suma de personajes que se apropiaron de tus manos y cautivaron a los públicos en los años 70 del siglo pasado; junto a ti ellos marcaron el respeto a nuestra profesión. Nunca imaginé que peinarías canas. Eres la titiritera ideal de nuestro tiempo y servirás siempre de inspiración y ejemplo para los estudiosos de nuestro arte.
Contigo puedo dialogar del pasado. Tan cercana al legado de Carucha y a los componentes del Teatro Nacional de Guiñol, eres esencial para comprender los inicios de nuestro arte en aquel luminoso proyecto de la Revolución. No entendiste nunca de silencios. Atenta y batalladora criticaste el oportunismo, la desidia y el maltrato de la turbulencia cultural de 1970. No levantaste muros, por eso no perdiste tu lugar; sigues aquí sin marcas, parada sobre ti misma.
Pinocho, TNG.
Evocaciones titiriteras en la mochila
Con su sentido crítico me golpeó numerosas veces, otras me elogió con un abrazo. Cuando vio La zapatera prodigiosa, de García Lorca, que dirigí para Teatro Papalote en los años 80, se maravilló; sin embargo, cuando en los 90 apreció Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, en Camagüey, me dijo desenfadadamente que era una escandalosa colección de huesos y carnes, que era interesante, pero que no le gustaba nada de nada. Sobre el espectáculo Okín, pájaro que no vive en jaula, me expresó emocionada que era un abierto drama de la identidad. Son confesiones que guardo celosamente. Sus opiniones sirvieron y servirán para revisar el presente creador del aquí y ahora. Una tarde no tan lejana, visitaba Matanzas como jurado del Concurso Caricato de Teatro para Niños, de la Uneac. Mientras esperábamos la función de Tres somos tres, en la galería de exposiciones de Teatro Papalote, me comentó con franqueza: “Aquí me siento como en lo que fue el Teatro Nacional de Guiñol”.
La cucarachita Martina. TNG, 1966.
Sus opiniones sirvieron y servirán para revisar el presente creador del aquí y ahora.
Intentamos trabajar juntos muchas veces. Quería hacer la obra Disfraces junto a Armando, Rubén Darío y Zenén Calero. Tuvimos repetidas conversaciones en su casa sobre el tema. Mientras le revelaba soluciones técnicas para la confección y animación de los títeres en la puesta, sus ojos danzaban con apasionada fantasía. Pero la agitada labor creadora de Teatro Papalote dificultó hacer el proyecto realidad. Repaso y disfruto el momento en el Museo Farmacéutico de Matanzas, en que celebramos el aniversario 30 de Papalote. Con poquísimos ensayos y un retablo improvisado en el marco de una ventana del piso superior del Museo, la vi animar a la coqueta gata Tinta, de mi muy querida obra La amistad es la paz. Junto a Rubencito como el solitario perro Carnicero, logró una dinámica virtuosa en la animación de los títeres de guante. Qué increíble cercanía sentí. Había poesía en la cariñosa amistad de esos graciosos personajes. Todo se convirtió en humana magia.
La cucarachita Martina.
Su cercanía a la familia titiritera era el manifiesto de su carácter.
Estoy seguro que muchos más colegas guardan en sus mochilas anécdotas de Xiomara. Su cercanía a la familia titiritera era el manifiesto de su carácter. Sonriente y crítica ante la búsqueda de lo mejor para nuestro arte, prestó ayuda a los jóvenes que se iniciaban en el revelador mundo de los retablos. Su versátil e integral personalidad en la escena cubana es ejemplo de legítima pasión por el teatro de figuras. Seguirá viajando por toda la Isla con su retablillo a cuestas, acompañada del organillo de sus voces y del vital universo de sus manos y títeres.
Los titiriteros también tenemos heroínas.