Los retratos invisibles de Daniela Águila
Hoy nos reunimos en esta galería de riguroso programa de exhibiciones, para inaugurar la muestra más reciente de la joven artista Daniela Águila. No es usual que a los 24 años un artista visual salte de manera convincente a la palestra de las artes de un país. Es cierto que han existido algunos casos, pero no es lo más frecuente. Para lograrlo se necesitan, además del natural talento, algunas otras cualidades que conformen la energía voltaica que permita avanzar con decisión en ese mundo tan competitivo.
Daniela Águila Travieso, pintora y grabadora, también practicante de la fotografía, posee una condición esencial para quienes se afanan en las artes simbólicas: dispone del concepto, claridad en la idea de lo que quiere decir, una visión panorámica del arte y de lo que ella pretende sea su porción de espacio en el mismo.
Amén de su juventud, Daniela Águila posee la certidumbre de que el lenguaje pictórico es intraducible.
Tal afición proviene de su formación familiar, pudiera decirse que le llega de manera intravenosa o, como un lenguaje maternal, tan natural como la enseñanza tradicional o los juegos infantiles. Daniela ha crecido en una casa convertida en galería, donde su padre Daniel Águila, coleccionista de arte de vieja data, exhibe su tesauro, integrado por obras de importantes de artistas cubanos de todos los tiempos, en particular del siglo XX hasta el presente.
Paredes forradas de cuadros, grandes y medianas esculturas y el arte como tema de las conversaciones familiares, forman parte de este espacio, devenido también estudio de la joven creadora.
Toda esta atmósfera influyente, a la que se suma el contacto frecuente con creadores amigos, tertulias, revelaciones, visitas a exposiciones y estudios de los artistas, se encuentra a disposición de Daniela, que ha realizado piezas a cuatro manos con reconocidos creadores que han aceptado gustosos estas coautorías. Sin duda, todo un estímulo para quien comienza.
Graduada de la Academia de San Alejandro y, actualmente, en la Universidad de las Artes, Daniela Águila lee, mira, analiza y compara. Su percepción de las formas proviene de la racionalidad, emerge de una idea que es preciso convertir en una imagen con poder de narratividad. El resto es el oficio, que luego, cuando se depure, se caracterizará por el estilo.
Amén de su juventud, ella posee la certidumbre de que el lenguaje pictórico es intraducible. Daniela sabe que hay “algo más” en cada cuadro, más allá de líneas y colores; es la pregunta que la imagen plasmada en la tela le hace al degustador, el secreto que revela o el puente que el cuadro tiende al observador para que penetre en su realidad. Es lo que algunos llaman el significado. Sabiendo esa verdad, es más posible que el artista se lance a gestar una obra de valor. Los cuadros se explican a sí mismos, siempre, pero ese “algo más” hace que la crítica intente decodificar las imágenes en pleno conocimiento de que hay un autor de por medio. Lo cierto es que para dialogar con el espectador, el cuadro no necesita de intérpretes, y el artista, al dominar esa verdad, puede ser más libre y auténtico en su creación.
“Intento conectar historias marginales e imaginadas, agregando referencias reales, personales, literarias y ficcionales”.
Daniela Águila ya posee cinco exposiciones personales (una de ellas bipersonal) y una veintena de participaciones en muestras colectivas dentro y fuera de Cuba. También ha recibido varios premios por sus grabados y pinturas. Algunos coleccionistas serios ya han adquirido piezas suyas, lo que demuestra una preferencia por miradas entrenadas. Debo advertir que nunca he considerado al mercado como el rasero por excelencia, pero algo indica cuando de ingresar en colecciones importantes se trata. No me interesa tanto el precio de venta, sino la mirada del que compra.
Ella ha dicho sobre su poética en entrevistas recientes que:
Desde mi producción artística exploro las formas de representación de la mujer en la cultura contemporánea, con una visión de género, raza e identidad.
Intento conectar historias marginales e imaginadas, agregando referencias reales, personales, literarias y ficcionales. Las historias marginales son aquellas casi olvidadas o colocadas de lado por el discurso tradicional, narraciones profundas o íntimas, pero también relatos contra la corriente, contados en los márgenes de libros leídos, historias poscoloniales, subalternas, historias mestizas, fuera del centro, historias del Sur, que ganan así una dimensión política.
En los cuadros de Daniela se puede encontrar un abanico de elementos constituyentes del arte. A saber: cierto surrealismo, acentos bucólicos, erotismo delicado y sugerente, lirismo en la imagen, fuertes relaciones con el pop art, colorismo acentuado (un uso puro del color, sin matices) y figuración realista, entre otros. Vistos de conjunto, estos cuadros muestran a una artista en su juventud y al mismo tiempo en su madurez creciente.
Sus series más recientes se refieren a personajes femeninos negros, un tipo de modelo que ha sido permanentemente relegado en el arte visual cubano, salvo reconocidas excepciones.
La mujer negra (el hombre igual) como visión desplazada de nuestra realidad, es lo que la artista trata de subvertir con su pintura. Modelos negra(o)s que interrogan al espectador. Cabellos afro, indumentaria de origen africano, negras cubanas o de otras latitudes, conforman un tópico central en la pintura actual de la artista.
Neutralizar la invisibilidad de la piel negra es una tentativa de sus pinturas más recientes. Es una forma de bregar contra el síndrome del Tío Tom, echado a andar por la literatura norteamericana y que tuvo sus secuelas en todo el continente porque el germen connatural, en todos los casos, fue la terrible esclavitud.
El acento evidente del diseño en la configuración de algunas imágenes es un resultado de la fuerte perspectiva del pop art en su obra. Daniela ha confesado que las obras de Raúl Martínez y Umberto Peña han sido de mucha influencia en su trabajo y no es difícil constatarlo. Pero según ella misma afirma, es Andy Warhol quien se ganó su mayor atención por su obra y personalidad (“él mismo como obra de arte”, me dijo).
“El acento evidente del diseño en la configuración de algunas imágenes es un resultado de la fuerte perspectiva del pop art en su obra”.
Con relación a la crítica especializada, la obra de esta creadora ha tenido realmente fortuna, tratándose de alguien que comienza.
Para concluir este texto se me antoja una pregunta sobre la originalidad de la obra de la artista, cuestión esencial en su análisis, originalidad que queda a salvo, respondo, sin duda alguna. Ella está gestando un imaginario singular y genuino, una obra que se erige sobre la rara combinación entre dibujo y color. Las influencias recibidas y los referentes que algunos han señalado, no sé si con total razón, se irán diluyendo gradualmente hasta quedar a salvo el estilo, su firma.
La obra de Daniela Águila crece gradualmente, sin apresuramientos, lo cual se agradece, pues la andadura en el mundo del arte tiene que ser estable, sostenida, sin fisuras en lo imaginado y creado. Le deseo el mejor futuro inmediato, su laboriosidad la ayudará considerablemente, pues no hay nada más incitador del talento y del éxito que el trabajo tenaz y constante.
* Palabras de inauguración de la muestra Retratos Invisibles, de la artista Daniela Águila, en la Galería Máxima, el 21 de septiembre de 2023.