Con pocas excepciones, los medios corporativos han hecho todo lo posible para descontar los efectos o ignorar por completo las políticas de cambio de régimen de Estados Unidos contra Cuba.

Un reciente ejemplo de esta tendencia solapada ocurrió el mes pasado durante las protestas en toda la Isla, que generaron una considerable atención internacional. Abrumadoramente, los medios de comunicación se centraron en la minoría de manifestantes que gritaban consignas antigubernamentales, y dieron mucho menos cobertura a las dificultades económicas, las restricciones de COVID y los confinamientos prolongados que proporcionan el contexto a las protestas. Una cuestión que escapó al análisis serio fue el impacto destructivo del embargo de Estados Unidos sobre las condiciones sociales y económicas de Cuba que fueron una motivación predominante de las protestas.

“El impacto destructivo del embargo de Estados Unidos sobre las condiciones sociales y económicas de Cuba que fueron una motivación predominante de las protestas”. Foto: Tomada de la página web Misiones diplomáticas de Cuba

El embargo, principal componente de la estrategia de cambio de régimen, se ha usado para castigar al pueblo cubano durante 60 años, y las Naciones Unidas han informado que el daño económico ha costado más de 130 mil millones de dólares a Cuba. Para los medios de comunicación, sin embargo, el embargo es algo que debe mencionarse de soslayo, a menudo al final de los artículos. O no mencionarse. La falta de reconocimiento pretende ocultar el daño que estas políticas causan en Cuba, y echar la culpa al gobierno por todas las supuestas insuficiencias de la Revolución.

Durante un reportaje de las protestas, algunos medios de comunicación mencionaron el embargo. Pero un artículo de NBC News, por ejemplo, espera hasta el último párrafo para hacer una breve mención, señalando que el gobierno cubano atribuye la crisis económica al embargo estadounidense contra Cuba y las sanciones que el ex presidente Donald Trump intensificó. Cuando los medios corporativos le restan credibilidad al bloqueo, relegándolo al final de los artículos, afirman que los daños son lloriqueos del gobierno cubano, crean la falsa impresión de que el embargo tiene poca importancia. Esto fue lo que hizo el Washington Post en su editorial del 12 de julio, alegando que los cubanos erróneamente culpan al embargo por todos sus problemas económicos.

“(…) las Naciones Unidas han informado que el daño económico [producido por el bloqueo] ha costado más de 130 mil millones de dólares a Cuba”.

La BBC mostró una notable disciplina narrativa al determinar lo que sus lectores deben entender sobre las protestas. En su reportaje, enumeran tres causas principales: una, la escasez de alimentos; dos, la situación de COVID; y tres, las limitaciones de Internet en Cuba. Lo que pasan por alto es el impacto devastador del bloqueo de Estados Unidos y las estrategias de cambio de régimen. Esto es entendible solo si la BBC desea que su audiencia no tenga en cuenta el factor del embargo.

Cuando el embargo es el centro de atención de los medios de comunicación, la desinformación puede ser peor aún. Por ejemplo, un artículo de opinión el 7 de agosto, en el New York Times, se titula: “Los cubanos quieren algo más que el fin del embargo”. Escrito por dos acérrimos contrarrevolucionarios, pretende que el embargo sea el fin de la conversación, no el comienzo donde deben abordarse todas las demás cuestiones de deficiencias y fallas del gobierno cubano.

La opinión recapitula las acusaciones habituales contra La Habana, incluidos los abusos contra los derechos civiles y las restricciones económicas. Estas narrativas habituales aseveran que la población está desesperada por derrocar a su gobierno. Incluso se introduce una nueva historia: que la Revolución no hace nada por su propio pueblo. No se reconoce, por ejemplo, la continuación de los programas de justicia social del país, incluidas la atención médica y la educación gratuitas. Esto a pesar de los desafíos económicos derivados del cierre de la industria turística debido a la COVID y el recrudecimiento de las sanciones por el expresidente Donald Trump, que Biden no ha hecho nada por revertir.

Durante su mandato, el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, arreció las sanciones económicas impuestas contra Cuba, “que Biden no ha hecho nada por revertir”. Ilustración: Osval/ Tomada del periódico Escambray

Los autores critican a quienes pudieran considerar al embargo el principal impedimento para el desarrollo económico y social de Cuba de esta manera: “En un discurso televisado, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, culpó al embargo —endurecido durante el tiempo de Donald Trump en el cargo— por causar las manifestaciones y dijo que los manifestantes habían sido manipulados por los medios estadounidenses para culpar al gobierno cubano. Desafortunadamente, algunos políticos occidentales, organizaciones progresistas e incluso algunos actores estadounidenses se han hecho eco de este mensaje”. O sea, que no se puede tomar en serio a quien reconozca el daño causado por la estrategia de cambio de régimen de Estados Unidos. Durante mucho tiempo, el papel de los medios de comunicación ha sido ridiculizar a los que ven el embargo como un perjuicio para el progreso económico de Cuba.

El escrito del New York Times también usa instrumentos de propaganda tradicionales, como proporcionar un grano de verdad sin mencionar el contexto que permitiría una comprensión real del problema. “Algunos grupos progresistas”, dice, “argumentan que los cubanos están protestando contra la escasez de alimentos y medicinas causada por el embargo comercial de Estados Unidos. Esta interpretación afirma falsamente que el embargo hace imposible la obtención de alimentos y medicinas, a pesar de que Estados Unidos creó una excepción a su embargo comercial a Cuba en el 2000 para permitir la venta de alimentos y medicinas, y vende millones de dólares en alimentos al país, incluyendo granos y proteínas consumidas por los hogares cubanos”.

Intencionalmente, se omiten detalles de los considerables obstáculos que enfrentan las empresas estadounidenses para llevar a cabo negocios con Cuba, incluida la prohibición de apoyo del gobierno estadounidense, o el financiamiento privado de dichas exportaciones, así como la denegación de acceso a garantías de crédito y los programas de promoción de exportaciones del Departamento de Agricultura.

Por esos obstáculos, resulta innecesariamente complicado vender alimentos y medicinas a Cuba. El resultado es que se compra poco, y la excepción no reduce mucho los daños del embargo. Además, por supuesto, no se permiten exportaciones cubanas a Estados Unidos. Esta información habría proporcionado un mejor entendimiento de la excepción. En cambio, se sugiere la conclusión de que el embargo no tiene ningún impacto, y el gobierno cubano es el culpable de no comprar más. El cariz de los medios se revela tanto o más por la información que eligen no imprimir.

El artículo de opinión sugiere además que, incluso si se levantara el embargo, no alteraría lo que los autores afirmaron que eran las políticas económicas y sociales restrictivas del gobierno cubano. No hay base para esa teoría, ya que el embargo ha existido desde los primeros meses de la Revolución. Desde hace 60 años el pueblo cubano no conoce ninguna otra relación con su vecino al norte.

“El cariz de los medios se revela tanto o más por la información que eligen no imprimir”.

Sin embargo, hay pruebas de lo contrario, ya que cuando el expresidente Barack Obama avanzó hacia la normalización parcial en 2014, la vida económica de Cuba, particularmente en La Habana, se benefició dramáticamente por la afluencia de turistas estadounidenses e intereses comerciales. Cuba instituyó reformas económicas y alivió ciertas restricciones, dando pruebas de que, cuando el gobierno siente una disminución del asedio, reacciona positivamente.

El verdadero sentir de los autores se revela en una frase frívola, “Mientras que el embargo ha demostrado ser una política fallida…”. En verdad, no se trata de una “política fallida”. El embargo está funcionando exactamente como se planeó. Decir que la política ha fallado implica que no importa si el bloqueo continúa o no —no ha logrado su propósito, por lo que no influye en la economía de Cuba o el comportamiento del gobierno—.

Curiosamente, los autores no piden el fin de la política; solo reconocen que hasta ahora ha “fracasado” en su propósito de inducir a la población a derrocar, se supone violentamente, a su gobierno. No es de extrañar que La Habana sea particularmente sensible a los disturbios civiles que percibe como designios extranjeros.

¿Cuál es el propósito del embargo? Estados Unidos lo dejó claro desde el principio. En abril de 1960, el Departamento de Estado reconoció el abrumador apoyo mayoritario a Fidel Castro y recomendó una política contrarrevolucionaria “astuta y tan discreta como sea posible”, mientras que perseguía negar “dinero y suministros a Cuba, disminuir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. El presidente Dwight Eisenhower la aprobó, razonando que si el pueblo de Cuba padecía de hambre derrocaría a los revolucionarios. Esa mentalidad sigue plenamente arraigada en la actual teoría de cambio de régimen.

“Decir que la política ha fallado implica que no importa si el bloqueo continúa o no (…)”.

El embargo ha estado lejos de ser una política fallida. Las protestas del mes pasado son prueba de ello. El objetivo principal del embargo es causar miseria económica entre la población, una condición que se expresa plenamente en los disturbios civiles. El resultado esperado sería la caída del gobierno cubano, y los medios de comunicación y las élites políticas de Estados Unidos han hecho todo lo posible para promover esa narrativa. Las protestas en todo el mundo escasamente engendran ángulos ideológicos dentro de los medios corporativos, pero tratándose de Cuba se interpretan por completo dentro de ese marco.

Si los manifestantes reconocen o no que el objetivo histórico del embargo es sacarlos a la calle, es irrelevante: gran parte del propósito de Estados Unidos es garantizar que no se reconozca que las políticas de embargo y cambio de régimen son en modo alguno responsables de las presiones sociales y los trastornos económicos que muchos en Cuba están sintiendo. El comentario del New York Times encaja perfectamente en esa táctica, ya que el lector carece de suficiente información de fondo para comprender completamente las circunstancias atenuantes.

Resulta revelador que los medios de comunicación nunca permiten el diálogo sobre un tema: si el embargo no tiene ningún impacto, ¿por qué se mantiene? Responder a esa pregunta proporcionaría una idea de algo que ha sido efectivo los últimos 60 años precisamente porque el daño que hace no se escruta. La ignorancia voluntaria es la postura fiable de los medios corporativos a la hora de informar sobre el bloqueo, una posición hipócrita para una institución que supuestamente está dedicada a ofrecer información sin filtros autoimpuestos o parcializados.

El objetivo declarado del embargo por parte de Estados Unidos no es solo retórica política. Se trata de una multitud de disposiciones legales que imponen sanciones implacables a todos los aspectos de la capacidad de Cuba para avanzar económicamente, prohíben las relaciones comerciales normales con Estados Unidos y obstaculizan los negocios con el resto del mundo.

“Se trata de una multitud de disposiciones legales que imponen sanciones implacables a todos los aspectos de la capacidad de Cuba para avanzar económicamente (…)”. Ilustración: Alfredo Martirena/ Tomada de Cubahora

Además, el bloqueo no se limita a imponer restricciones económicas. Ciertas tecnologías y servicios de internet, como Zoom, Nvidia, Oracle, Dell y Adobe, también están prohibidos en Cuba. Todo está diseñado para hacer más difícil al gobierno y el pueblo cubano interactuar en igualdad de condiciones dentro del mundo moderno. Sin embargo, persiste la mala fe de que es la parte cubana la que restringe arbitrariamente la internet, por ejemplo.

Los medios corporativos nunca informarán verídicamente sobre la realidad del embargo. Es el procedimiento estándar cuando se trata de Cuba, independientemente del daño que le haga al pueblo cubano, o a la verdad.

Tomado de Progreso Semanal/Weekly

https://progresosemanal.us/20210818/los-medios-de-comunicacion-siguen-negando-la-realidad-del-embargo-a-cuba/


Keith Bolender es autor de Manufacturing the Enemy, The Media War Against Cuba (2019 Pluto Press). Traducción por Amaury Cruz.

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