El mundo se descorazona y los hijos del carpintero se muestran los puños. La fraternidad es amenazada por el fratricidio. Albert Camus sonríe ante la Caída.
Hoy son muchas las amenazas, los desafíos y las inéditas realidades, en un mundo tan diferente, que deja latentes los viejos dilemas de la justicia y la libertad humana.
Las ideas de progreso y utopía andan de paseo, y las distopías del Gran Hermano y el Mundo Feliz, arman un sillón en la sala de la historia.
El mundo es de tal velocidad que no deja nada estable, todo es líquido como los relojes de Dalí y el anuncio de Bauman. Hasta el amor se escabulle de un cuerpo a otro sin dejar rastros de humedad.
Es el zapping, cambio de canales con el pulgar, circulan las imágenes que miran la ceguera del hombre.
Hamelin se lleva a los ratones, y a los niños. Y la Inteligencia Artificial de OpenIA, que cocinan las empresas “sin ánimo de lucro”, amenaza con llevarse a los sueños, el último reducto de humanidad. Y es que la IA no es una herramienta sino un agente.
No hay atención porque las imágenes pasan volando y las emociones no dan tregua al pensamiento.
“Armar, o realizar la unidad en la diversidad, nos conduce a estimular y comprender la diferencia, respetar la mirada del otro desde la alteridad que incorpora los saberes”.
La esquizofrenia es tal, que pensar puede ser una voz en el desierto.
Hay sobreabundancia de emociones y mordidas, y falta de reflexión para dar cara a los errores.
La espada de Damocles saca filo a la punta de la Guerra, y los que tienen mucho que perder, quitan el polvo al búnker para escapar de los infiernos.
Narciso se hunde en el espejo. El hombre se hunde en el selfie. Y en medio de tanto narcisismo, se han corrido de lugar las sillas de izquierda y derecha en la vieja división de los partidos.
¿Por dónde empezar?
Un poco de pesimismo irónico nos devuelve al mundo de Ferdidurke de Witold Gombrowicz y la escena del hombre que huye con la facha entre las manos. El optimismo más ecuménico nos lleva al verso luminoso de Martí: “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”.
Armar, o realizar la unidad en la diversidad, nos conduce a estimular y comprender la diferencia, respetar la mirada del otro desde la alteridad que incorpora los saberes: echar a un lado los prejuicios y las miradas por encima de los hombros. A la libertad de expresión hay que incorporar la expresión de la libertad, desde la Isegoría de la antigua Grecia: no solo se trata de decir lo que se piensa, sino decirlo bien, sin mentir, humillar o irrespetar.
“No solo se trata de decir lo que se piensa, sino decirlo bien, sin mentir, humillar o irrespetar”.
Necesitamos el pensamiento esférico que registre la totalidad de los acontecimientos, sin esquematismos ni falsos dualismos.
Vivimos en un mundo cada vez más vigilado y estandarizado; hay alianzas entre sentirse feliz y ser esclavos, ya las sirenas no necesitan cantar para que los compañeros de Ulises se arrojen al mar.
Por eso, es preciso la cultura de un pensamiento crítico que enfrente, desde otras alternativas, la colonización mental advertida por Martí en el ensayo “Nuestra America”.
La vieja hegemonía cede terreno y acecha la trampa de Tucídides; hay que alzar nuevos discursos, ahondar en los mejores valores de las culturas.
Observar atentamente aquella imagen que no disminuía su visión anti hegemónica: “De virtudes y defectos son capaces por igual sajones y latinos”.
Dentro de esta casa, cuyo pedazo es tan mío como de mi hijo que en la otra orilla alza una mano, andamos con nuestros defectos y virtudes. Afuera es el bloqueo; adentro, el empacho. Hay que sobarse con todas las manos y gajos del monte cubano y a la cubana.
La Uneac es parte de esa casa, un país, un universo, fibras y venas de un mundo global que arde, y no puede permitir que otra vez Nerón toque la lira ante las llamas de Roma.
“El arte, que no es panfleto, no puede olvidar echar su suerte ‘con los pobres de la tierra’ y con los ricos de espíritu”.
Por eso hay que bajarse del ombligo y la vanidad de los espejos. Hay que mirar con respeto y con algo vivo en el corazón bien peinado, porque el mundo padece de ultrajes que se vuelven lágrimas efímeras.
Un poema, una canción, un cuadro del alma humana, es mucho más que una vanguardia: es camino de redención para advertirnos que la belleza no es la cabeza perdida de la “Victoria de Samotracia”. El arte, que no es panfleto, no puede olvidar echar su suerte “con los pobres de la tierra” y con los ricos de espíritu.
Los hijos del carpintero se muestran los puños. Y el Hijo del Carpintero, en vieja lengua del arameo, resucita el mensaje del evangelio: “La casa dividida, no permanecerá”.
Un poeta finlandés, Tomi Kontio, se asoma por la ventana para decirnos:
Aunque te vayas no desapareces
El sol no está más lejos
que la mandarina olvidada sobre la mesa…
Y cae la luz sobre los techos. Y el brother, mira, junto al hermano, el camino de la casa.
*Tomado de la Uneac