Los cronistas se reúnen

Laidi Fernández de Juan
17/6/2019

Por segunda ocasión se llevó a cabo, esta vez entre el 11 y el 14 de junio de 2019, el encuentro “Cronistas Crónicos”. Dos años antes, en 2017, gracias al proyecto “Sin la espuma del olvido”, auspiciado por el Comité Provincial de la UNEAC de Villa Clara, donde siempre se estimulan las más variadas formas de legitimización del arte, ocurrió el primero de estos eventos. Señalo el espíritu de vanguardia de dicha provincia, no solo por gratitud y deuda hacia sus promotores culturales, sino porque es una verdad indiscutible. Ahí está El Mejunje, ahí están los eventos dedicados al Humor, a la Plástica, ahí está el Longina, el encuentro de tríos y un montón de actividades más.

Fotos: Cortesía de la autora
 

“Cronistas Crónicos”, a iniciativa del escritor Ricardo Riverón, a quien considero uno de los mejores estamperos de Cuba, cumple con rigor las metas que se propuso desde su primera edición. Gracias a la seriedad y al empeño con que la UNEAC de Santa Clara asume cada tarea, las sesiones de este año comenzaron con la presentación del libro prometido en la reunión anterior, en 2017. Se trata de la primera antología oral de la crónica cubana, de cuya nota de contracubierta extraigo algunos fragmentos: “Dieciocho piezas integran el volumen. Sus autores son, todos, conocidos por los lectores. […] Concurren, en plena interacción conciliatoria y fecundante, la literatura y el periodismo”.

El joven periodista José Ernesto Nováez tuvo a su cargo el prólogo, en el que afirma que la crónica es uno de los últimos reductos de libertad dentro del oficio del periodismo, y también que “cuando echamos un vistazo al panorama de nuestros medios de comunicación, a lo que se publica a nivel nacional en revistas y editoriales, la impresión que se tiene es que el género atraviesa por un momento que pudiéramos denominar ‘de crisis’. Salvo algunos escritores y periodistas que mantienen una producción regular, la crónica acusa una ausencia peligrosa”.

Coincido en casi todo con Nováez, y con quien dejó plasmado su criterio en la contracubierta: El medio camino entre literatura y periodismo, o sea, la crónica, la estampa, el reportaje lírico, la evocación al pasado con proyección contemporánea o como quiera llamársele, no solo es infrecuente en la prensa, sino también un ejercicio conciliatorio, fecundante. Encuentros de cronistas como los que tienen lugar con frecuencia bianual en Santa Clara lo demuestran. Ahora bien, vale aclarar que ni somos tan “raros”, ni estamos tan desconectados, ni tampoco sentimos que pisamos terreno de nadie. Cabría preguntarse entonces por qué nuestros textos no logran amplia y sistemática visibilidad, como señala el joven periodista, y los motivos por los cuales aún somos considerados por ciertos sectores culturales como cultivadores de segunda categoría. Hago la salvedad del medio que me acoge, por elemental cortesía: Gracias, Jiribilla.

Sin embargo, a contrapelo con el prologuista del libro Cronistas crónicos. Primera antología oral de la crónica cubana, no considero que el género atraviese un período crítico. En todo caso, no somos nosotros quienes debamos responder a un supuesto silencio, a esa ausencia que alarma, sino más bien debiera cuestionarse la razón que explica la escasa presencia de crónicas en nuestra prensa.

 

Cuba tiene una larga, deliciosa e insoslayable tradición de escritores costumbristas, entre quienes escojo un nombre, sin menoscabar los aportes del resto. Jorge Mañach, como se sabe, el intelectual más polémico de su época, no solo reseñó brillantemente la vida cubana (con particular empeño en Estampas de San Cristóbal en 1926), sino que teorizó sobre el asunto, y de él aprendimos dos (al menos dos), definiciones: El escritor costumbrista es aquel que está, al mismo tiempo, disgustado y enamorado de su entorno… y Si se quiere tomar el pulso a un país, léase a sus escritores costumbristas.

He ahí el verdadero meollo del asunto. No es que seamos poquísimos quienes nos lanzamos a la difícil tarea de reseñar la vida actual de nuestro país, sino que apenas “nos dan bola” en los grandes medios de difusión. El viejo adagio “escritor que no publica es escritor que no existe”, amenaza con invisibilizar a los cultores de un género que, repito, al estar a medio camino entre el reportaje y la literatura, queda un poco en el limbo, para colmo sin espacios donde ver publicados sus textos.

Ello explica la importancia de eventos como el que acaba de concluir, con la participación de 20 cronistas provenientes de La Habana, Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y Villa Clara (provincia con mayor número de escritores costumbristas: de Santa Clara, de Cifuentes y de Encrucijada). Una vez más, la cantidad de hombres superó con creces el número de mujeres, al punto de que éramos dos en aquel Oeste, al igual que en el encuentro anterior. Aunque no sea objeto de esta reseña adentrarse en el escabroso tema de la poca presencia de mujeres en el Humor en sentido general, no puedo dejar de señalar el dato.

Además de la hazaña original de reunir cronistas en un mismo espacio, lo cual ya sería suficientemente meritorio y trascendental, se llevan a cabo dos evaluaciones, la primera de las cuales reviste gran importancia. El público oyente tiene derecho a seleccionar la crónica que prefiera de cada autor, mediante votación secreta, con vistas a que sea incluida en el próximo volumen impreso, siguiendo el mismo procedimiento de la vez anterior.

En otras palabras: la antología homónima al evento fue escogida por los propios oyentes. Y de igual forma se procedió esta vez: cada cronista leía tres trabajos, de los cuales solo uno integrará el libro que veremos en el próximo encuentro. Dicho así, parece que hablo de una suerte de Juegos Florales. Pues bien: si de veras somos de tan difícil reconocimiento, estos Juegos Florales vienen como anillo al dedo, al estilo de las competencias medievales. Celebro, agradezco y deseo larguísima vida al certamen nacional “Cronistas Crónicos”, a las antologías que de dicho encuentro se derivan, y extiendo el regocijo de una honda gratitud a los organizadores santaclareños. Por último, una advertencia a quienes nos subvaloran: aquí estamos, escribimos, nos reconocemos, y seguiremos dando batalla.