Cuando el actor norteamericano Matt Dillon (recordémoslo en Crash, 2004, con nominación al Globo de Oro) visitó La Habana en diciembre de 2014, declaró ser un apasionado de la música. Explicó entonces que preparaba un documental sobre el cantante y compositor Francisco Fellove.
“Conocí de él —expresó— a través de un amigo, y cuando comencé a investigar en la década de 1990 supe que Fellove vivía en México. Alenté a ese amigo para que grabara un CD con él y me propuse hacer un trabajo durante las sesiones en el estudio. En ese momento nunca había hecho un documental y me parecía muy difícil, sin embargo sentí la necesidad de que se conociera a este gran artista, que viajaba por un mundo de influencias inmenso. Hice las grabaciones en 1999 pero nunca hice nada con el material hasta hoy”.
En 2020 Dillon sorprendió con la presentación de su documental sobre Fellove (El Gran Fellove) en el Festival de Cine de San Sebastián. Para entonces Fellove había fallecido, pero aquella cinta nos descubría la existencia de un compatriota para muchos olvidado y para unos cuantos más prácticamente desconocido. ¡Gracias, Dillon!
Francisco Fellove, o El Gran Fellove como internacionalmente se le llamó, nació en el barrio de Colon, en La Habana, el 7 de octubre de 1923, es decir, hace ahora un siglo.
En Fellove se resumen varias de las condiciones que un artista joven y sin plata necesitaba reunir para intentar “triunfar”: talento, empeño, persistencia y una buena dosis de osadía, mucha osadía.
Criado en un barrio de percusionistas y rumberos, de música desde que sale el sol, al chico la musicalidad le retozaba por dentro. De una u otra forma, entre sus coequiperos de ensueños figuran por entonces el tamborero Chano Pozo, el pianista Bebo Valdés, el tresero Niño Rivera… todos devenidos ilustres. Tiene 16 años cuando compone uno de sus éxitos permanentes: Mango mangüé.
Fellove se suma a “los muchachos del filin” y comienza a dar muestras de su clase cuando Celia Cruz le graba la guaracha-pregón Mango mangüé, Olga Guillot el bolero Dos caminos y Machito (Frank Grillo) con sus Afro Cubans hace otro tanto en México con No me agites.
En 2020 Dillon sorprendió con la presentación de su documental sobre Fellove (…) en el Festival de Cine de San Sebastián. Para entonces Fellove había fallecido, pero aquella cinta nos descubría la existencia de un compatriota para muchos olvidado…
En 1955, su amigo el compositor José Antonio Méndez lo convence para que incursione en México. La decisión deviene un parteaguas en su carrera.
El artista consigue identificarse por un sello propio. Confiere a sus guarachas un ritmo rápido que denomina “chua chua” y desarrolla en sus interpretaciones la técnica del scat, que según explican a este redactor consiste en un tipo de improvisación vocal por lo general con palabras y sílabas sin significación pero muy rítmicas. Aunque muy asociado al jazz, el scat ya se ha extendido a otros géneros.
La doble condición de intérprete y compositor lo acompaña y aunque en México inicialmente canta con una orquesta, pronto se convierte en solista. Es en ese país donde se le sobrenombra El Gran Fellove y en 1957 sale el LP de la RCA Vítor que lo lanza al público como tal.
Trabaja en cabarés, programas de televisión, salones de baile, teatros, graba numerosas placas de éxito. Durante una incursión por Estados Unidos canta en Nueva York y en Los Ángeles. Acompaña a las orquestas de Tito Puente y Machito, entre otras.
La doble condición de intérprete y compositor acompaña a Fellove y aunque en México inicialmente canta con una orquesta, pronto se convierte en solista. Es en ese país donde se le sobrenombra El Gran Fellove.
Algo no hemos mencionado pero el lector probablemente lo intuye: Fellove es un personaje en sí mismo, tiene una energía y optimismo contagiosos, buen carácter, es popular, posee ángel. El Gran Fellove vive momentos de auténtico esplendor. En 2008 la Sociedad de Autores y Compositores de México le confiere en ceremonia de gala, a la que asisten otras luminarias invitadas, el Reconocimiento Trayectoria 50 Años.
Murió el 15 de febrero de 2013, a los 89 años, en México. Su recuerdo perdura en esa nación, en América Latina, en Europa… No vendría nada mal que en su patria nos impusiéramos el propósito de rescatar su memoria, mencionarlo de vez en cuando, conocer mejor su quehacer. A fin de cuentas, El Gran Fellove, aunque mexicano por adopción, nunca ha dejado de ser cubano.