Durante su extensa carrera artística, Lesbia Vent Dumois ha representado distintas facetas de la vida y del pensamiento martiano, como si se hubiera propuesto explicar la vida de nuestro Héroe Nacional y su incansable andar, en busca de la justicia para América Latina y Cuba. Desde su singular manera de expresarse, Lesbia ha visto al Martí hijo, esposo enamorado, padre y cubano medular.
Ella se encuentra, y en un lugar privilegiado, entre los artistas que de manera espontánea y visceral se han apropiado del ideario del Autor intelectual del Moncada desde épocas tempranas, cuando la pasión por la Revolución triunfante la ocupaba plenamente, con apenas 27 años de edad. También muchos de los miembros de su generación entendieron que sumarse a ese reto desde las perspectivas que el arte ofrece, era un deber imprescindible, una posición ante el legado patriótico, intelectual y cultural de la nación cubana. Eso también explica que no hayan sido pocos los artistas plásticos que tienen en Martí a una figura paradigmática, al tiempo que icono del arte cubano, lo cual se ha hecho visible en las últimas cuatro décadas del siglo XX y durante los dos primeros decenios del Tercer Milenio.
Desde los fervientes días del triunfo revolucionario de 1959, Fidel fue claro y preciso al alertar al pueblo de que se trataría de una larga y dura lucha y ha sido totalmente cierto. Como una película, cotidianamente se sucedían hechos que por su trascendencia han pasado a formar parte de la historia reciente del país y también del arte cubano. Ante momentos de contingencia, las precisiones del máximo líder cubano fluían sabiamente imbricadas con las doctrinas del maestro y es que su pensamiento tenía que seguir conduciendo las luchas de nuestro país y de Latinoamérica. En ese contexto, se volvía más importante el activismo de la Asociación de Grabadores de Cuba (AGC), fundada por Carmelo González en 1949.
El 2 de septiembre de 1960, en la Plaza de la Revolución, Fidel proclamó y el pueblo aprobó lo que en la historia se conoce como la Primera Declaración de La Habana y, al calor de ese hecho, la AGC imprimió su portafolio de 44 grabados xilográficos. Lesbia estuvo entre los artistas que participaron en ese proyecto y con entusiasmo concibió discurrir sobre algunas ideas expresadas en el contenido de la Primera Declaración...
Así nació la majestuosa pieza Latinoamericanismo liberador,[1] en alusión a la frase de Fidel: “(…) La Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el Latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez”. [2] Se trata de una pieza de impecable factura, donde la artista logra plena armonía de técnica y contenidos. Es preciso recordar que para la generación que estuvo activa en las décadas del sesenta y del setenta, resultó inevitable el protagonismo, casi irrepetible del grabado, a cuenta de ser la técnica de impresión más viable para reproducir en grandes cantidades y a bajo costo las líneas de mensajes que exigía ese momento histórico, a la par que resultó la mejor solución ante la carencia de materiales tradicionales como lienzo, óleos y tintas, entre otros.
Sin lugar a dudas, en los inicios de los sesenta, desde la creación y el ejercicio pedagógico, ya Lesbia era una de las figuras mejor reconocidas en Cuba, por su dominio de las técnicas del grabado. Los que seguimos de cerca su extensa hoja curricular, entendemos que todo ayudó para que así fuera, porque ella estudió y practicó casi todas las técnicas de impresión desde muy temprana edad. Desde el estudio se convirtió en la mejor cómplice de los “tacos” o planchas de madera, que quedan como matrices para ilimitadas tiradas. Sus manos se volvieron hábiles en el manejo de gubias y cuchillas, al tiempo que sus ojos se encantaban con las vetas naturales de la madera. Lesbia lo supo todo o casi todo del arte de tallar, porque fue inteligente al entender cómo beber savia de sus maestros y eso le valió para participar felizmente en el ejercicio de enseñanza-aprendizaje que la docencia implica, además del privilegio que le dio cursar estudios de litografía en Praga, Checoslovaquia, en 1961, gracias a una beca tramitada por la Unesco.
Latinoamericanismo liberador es una representación de un José Martí maduro, vigoroso, en plena capacidad de liderazgo, que avanza en una manifestación, junto a un grupo de próceres continentales que guían al pueblo en la indetenible y necesaria lucha contra el imperialismo. Desde el punto de vista simbólico-representacional, la autora consigue una equilibrada armonía entre textos e imágenes. Desde el extremo derecho, el Apóstol cubano levanta su mano, y encima de esta se posa la paloma blanca, de marcada recurrencia en la poética de Lesbia. Al lado del ave, se aprecia una suerte de gorra con la estrella solitaria. Los líderes que acompañan a José Martí, entre quienes se encuentra Benito Juárez, portan un ancho cartel que aparenta una tela con la consigna que da título al grabado. La banderola termina en su extremo izquierdo con la vibrante estrella, mientras su punta se enlaza con la palma real, esa que nos identifica y que tanto valoró el Maestro.
Ante esta complicada historia: ¿quiénes son los enemigos?, ¿a quiénes se enfrentan Martí, sus héroes y el pueblo? Pues a los Estados Unidos, sugeridos por una figura abombada en el centro y estrecho cuello que dice “USA”. ¡Cuánto simbolismo en esa idea que explica la confrontación entre dos ideologías enteramente contrapuestas!: de un lado, Martí y los obreros levantando sus consignas de soberanía, unidad, honor, libertad, dignidad, como lo está demandando Fidel en la declaración; del otro, ¡USA, la OEA, flanqueados por una imagen simbólica que se identifica como “Monopolios”! Estamos ante una narración tejida al detalle, que explica la dimensión que da el Jefe de la Revolución al momento histórico en que es aprobada la Primera Declaración de La Habana, y justa representación del héroe. Para Lesbia, José Martí no es solamente el intelectual, es también el maestro, el movilizador de doctrinas y acciones, que es la esencia ideológica de esta compleja narración.
En 1967, Lesbia pintó el óleo sobre tela de gran formato, Guantanameeraa.[3] Se trata de la propuesta de la artista para una exposición colectiva que tendría lugar en el Museo de la Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se consideraban seis trabajos por cada invitado. La muestra, previamente formó parte de un proyecto curatorial exhibido en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, en diciembre de ese mismo año, con el auspicio de Casa de las Américas, y en enero del 68 la propia Lesbia la llevó a México. En este lienzo, Vent Dumois discurre en torno a la imagen de José Martí y sus poemas, en paralelo con una acertada caracterización de Joseíto Fernández, conocido intérprete de la canción Guantanamera, que por su estructura en octosílabos, se prestaba a las improvisaciones y para incorporarle los Versos Sencillos de José Martí.
Con predominio de colores vivos, la superficie pictórica se estructura en varios planos, en un formato que responde al interés de su creadora por dialogar sobre determinados iconos nacionales y para ello se auxilia de un interesante paralelismo entre José Martí y el popular cantante. En el plano inferior, el retrato de Joseíto, de inspiración figurativa, poco común en la obra de Lesbia, se flanquea por el rostro de José Martí a la derecha y una estrofa del conocido verso del Apóstol a la izquierda que dice: “Mi verso es un ciervo herido que busca en el monte…” [4]
Guantanameeraa es expresión de la poética del más reciente Premio Nacional de las Artes Plásticas 2019, en la que felizmente se trasmiten emociones, junto a profundas pinceladas de nuestra cubanía, que median entre la música y la poesía, el pensamiento y la acción, como si se tratara de un llamado a fijar la mirada siempre atenta a los formadores de valores culturales y patrióticos.
No hay hermosura ni vida sino en ti,[5] es un dibujo cuyo formato irregular se debe a que los bordes del papel fueron quemados, con toda intencionalidad. La pieza fue pensada especialmente para una exposición que tuvo lugar en el vestíbulo del Palacio de las Convenciones, en ocasión de un importante cónclave de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Posteriormente se exhibió en la inauguración de la sede de la Sociedad Cultural José Martí, en 17 y D, en El Vedado.
No hay hermosura ni vida sino en ti está trabajada sobre papel celofán, que es un material de especial preferencia de Lesbia, debido a las posibilidades que su transparencia ofrece para ser pintado en el anverso y el reverso, sabiamente combinado con otros recursos expresivos. La lograda escena concentra todas las facetas de José Martí, enfatizando en el escritor, el intelectual de pensamiento profundo, el hombre de lucha, vestido con su traje negro de siempre, acompañado a ambos lados por sus versos.
En el extremo superior, la artista dibuja al niño alegórico, convertido en una imagen con alas, recurrente representación de Lesbia, el que se explica como el ángel atento y vigilante, quien toca una trompeta que emite un simbólico sonido cuyo nombre es patria. Desde el punto de vista temático, la también presidenta de la Asociación de Artistas Plásticos de la Uneac viaja de un asunto a otro, de un discurso a otro, se cambian los recursos expresivos, con la intención de probar que es posible trasmitir una idea sin necesidad de estacionarse en un formato, técnica o sello particular. Cuidando no repetirse a sí misma, ella se mueve con facilidad desde un Martí figurativo a un niño alegórico e inocente, establecido como un canon en su poética.
En el 2009, Lesbia participó en la muestra bipersonal Hilomania, junto a Alejandrina. Ella introdujo De José Martí a María Mantilla. De la serie Cartas de Amor. Cabo Haitiano,[6] entendida por la crítica especializada como una de las incursiones más interesantes de la artista en su seducción por el Héroe de Dos Ríos. Desde una particular poética, Vent Dumois juega con diversas técnicas de expresión: crea texturas en papel, dibuja, borda… de modo que sus ilimitadas habilidades manuales y su oficio en el dibujo le permiten desarrollar su concepto. El centro de la composición es un destacado rostro de José Martí, logrado por firmes trazos de los ojos, de profunda mirada, de su bigote decimonónico, que resultan medulares para caracterizar los mundialmente conocidos atributos de quien también fue representante del modernismo en Iberoamérica.
Sobre la tela satinada que forma el almohadón o cojín que sirve de soporte, la artista borda con sus manos y con el relieve conveniente, las letras de la última carta de Martí a María Mantilla, escrita el 9 de abril de 1895, mientras se encontraba en Cabo Haitiano, en espera de la embarcación que lo conduciría hacia Cuba, donde le dice:
“¿Y cómo me doblo yo, y me encojo bien y voy dentro de esta carta, a darte un abrazo? ¿Y cómo te digo esta manera de pensarte, de todos los momentos, muy fina y penosa, que me despierta y que me acuesta, y cada vez te ve, con más ternura y luz? No habrá quien más te quiera; y solo debes querer más que a mí a quien te quiera más que yo”[7].
El cojín, que aparenta ser el centro de la composición, tiene un marco que funciona como la obra dentro de la obra, donde conviven árboles, mariposas, hojas; detalladamente figuradas en papel manufacturado por las hacendosas manos de Lesbia.
No existen dudas de que, en la plenitud de su octava década de vida, Lesbia seguirá haciendo poesía y versos martianos desde la pintura, el grabado, el dibujo o cualquiera de las manualidades que bien ella domina, que no son artesanías, sino pensamientos re-significados desde su particular estética. Ella bien sabe que, en tiempos tan duros para la humanidad, cuando el peligro global amenaza a todos, Martí es más necesario que nunca; entonces alimentemos la convicción de que vendrán nuevos discursos que captarán la sensibilidad del maestro, convocando a seguir su ejemplo.