… el arte no es más que una actitud ante la vida…

Al visitar la exposición Leitmotiv, del artista Sándor González Vilar, en este reconocido bar de los Estudios Abdala, puede que nos sintamos atraídos por el rango de creatividad plasmado en cada obra, pero a la vez quizás no entendamos la razón que motivara la elección de aquellas piezas que, aparentemente, no tienen que ver con la temática musical. Precisamente en el nombre de la exposición, está la clave para compartir la esencia que distingue a la muestra en su conjunto. El caso es que, en este bar de los Estudios Abdala, se han reunido, como es normal, todos aquellos que tienen que ver con el proceso industrial de la música, por lo que no necesariamente tienen que ser músicos. Desde ingenieros de sonido, técnicos y hasta tramoyistas, utileros, productores, fotógrafos, periodistas, diseñadores, personal administrativo de los Estudios y por supuesto músicos; todos ellos han hecho suyo este acogedor espacio, imprescindible dentro la vorágine del trabajo propia del proceso de una casa de grabación.

“No debe extrañarnos encontrar, entre toda esta melodía visual, los símbolos recurrentes en el arte de Sándor. Símbolos que definen su obra, pero también una nación, una cultura y una identidad”.

Justamente, la sutil imaginación de Sándor ha captado ese leitmotiv de la música presente en el bar, al recoger la sugerente diversidad de profesionales que aquí se reúnen, en piezas que no solo están relacionadas con instrumentos musicales. Es la espiritualidad propia del creador, la que lo ha motivado a exponer obras suyas, pero que bien forman parte de la colección privada de progenitores de músicos, productores, promotores y por supuesto de músicos, del mismo modo que están aquellas piezas inspiradas y realizadas sobre las fotos de maestros del lente como Iván Soca y Rick Swig que llevan décadas inmortalizando a los más grandes músicos cubanos e internacionales.

“Diversidad que refleja un estilo inapresable y heterogéneo compuesto por múltiples influencias, como mismo sucede en nuestra música”.

En consecuencia, no debe extrañarnos encontrar, entre toda esta melodía visual, los símbolos recurrentes en el arte de Sándor. Símbolos que definen su obra, pero también una nación, una cultura y una identidad. Aquí están su escudo y su bandera, que son pedestal, manto e inspiración; sus edificios, personajes y escaleras, que conforman un imaginario poético muy propio, cuyas expresiones se imbrican armoniosamente con elementos religiosos de diversas fuentes que no tienen por qué contraponerse, sino que conviven rítmicamente, como en tantas piezas musicales de la propia cultura cubana. Lo mismo sucede con la técnica versátil que aglutina estas obras. Desde una escultura monumental, collages, fotografías manipuladas y dibujos, realizados en carboncillo, sanguina, pastel seco, acrílico, tinta, óleo o pan de oro, un mural sobre una de las paredes, intervino hasta las mesas, apropiándose de cada espacio donde pudo dejar su huella. Diversidad que refleja un estilo inapresable y heterogéneo compuesto por múltiples influencias, como mismo sucede en nuestra música.

“Aquí están su escudo y su bandera, que son pedestal, manto e inspiración; sus edificios, personajes y escaleras, que conforman un imaginario poético muy propio”.

Todo el amor y la armonía desprendidos de estas piezas son también, y sobre todo, un homenaje a su querida madre, quien tanto orgullo sintió siempre por la obra de Sándor, y quien sin dudas le motivó la inspiración y el acercamiento al tema musical, al ser Laura Vilar fundadora como especialista en el grupo de dirección de los Estudios Abdala durante muchos años. Por lo tanto, cada vez que usted se encuentre en este bar, tenga la certeza de que va a compartir con los profesionales más diversos dentro del abarcador universo de la música, del mismo modo que estas obras de Sándor González tienen que ver con la música desde los referentes más emotivamente inesperados, expresión del leitmotiv de su melodía en la vida.