Se cumplieron 10 años de que en el número 80 de la revista habanera Unión, publicara una evocación dedicada a Ledo Ivo a raíz de su fallecimiento. Retomar estas breves pero sentidas palabras, es una forma más de tenerlo presente desde esta isla que le fue tan cercana. Él, que en su momento escribiera “El día más largo del hombre /dura menos que un relámpago”, tuvo a bien iluminarnos con ese relámpago en el que prefiero recordarlo, en la memoria misericordiosa de la amistad que fue y es.
Al nativo lugar donde estuviera
solo de paso, breve y sin aviso…
Tuve noticias de Ledo Ivo (Maceió, 1924 – Sevilla, 2012) hace varios años, primero por sus poemas y después, sobre todo, por la amistad que el poeta Waldo Leyva le profesó. Por él y su esposa Margarita tuve una ruta afectiva del hombre, el escritor, el ciudadano, que se resumía en el amigo. Waldo departió conmigo sus lecturas, y sobre todo su anecdotario de múltiples encuentros con el autor de Las imaginaciones.
Poeta, periodista, narrador, cronista y ensayista, uno de los antiguos miembros de la Academia Brasileira de Letras, fue considerado entre los escritores contemporáneos más importantes de Brasil, y de la llamada “Generación del 45”. Compartir en su vida y obra, como ya escribí en otra ocasión de un compañero cercano, “el errante espacio de las interrogantes del escritor, en el discurso dialógico de ficción y realidad”, es compartir y recuperar, más allá de las diferencias generacionales y de contexto, el paradigma emancipatorio de la literatura.
Otro admirador de la trayectoria de Ledo es el editor, poeta y traductor cearense Floriano Martins. Recuerdo que desde mis primeras conversaciones con este buen amigo, la obra de su compatriota estuvo presente. En enero de 2009 colaboré de alguna manera para que Jorge Fornet, el fraterno Pochito, tuviera a Floriano en el Premio Casa como jurado en la categoría de literatura brasileña. Recuerdo su alegría cuando descubrió entre los libros concursantes uno de Ivo, Réquiem, del que no tenían conocimiento sus colegas de tribunal, y cómo él lo llevó como Premio porque (y cito de memoria) “Ledo premiaba el certamen”, criterio del que participé con ese mismo entusiasmo, con el cual concordaron los otros jurados y los organizadores. Es una lástima que ese título, por avatares de quienes lo financiaron y otros percances editoriales, no llegó a los lectores cubanos, y el mismo autor se lamentó varias veces de que fuera una edición fantasma, pues valoraba la importancia del premio.
Compartiendo con varios amigos comunes, cuando le di la mano por primera vez en Tabasco, durante las jornadas del Encuentro Iberoamericano de Poesía “Carlos Pellicer”, fue como reencontrarme con un veterano conocido. Tal vez por eso, en acto generoso, me dedicó su hermosa edición de ese título emblemático en su poética que es Rumor nocturno, con estas palabras: “de poeta para poeta, de amigo para amigo, esta lembranza”, o en comunicación con el poeta Karel Bofill le señala que tenía dos buenos amigos en Cuba, Waldo y yo, lo cual en el primero era de larga y probada data, y muy naciente en mi caso. Equiparar esos años en sus afectos, es algo que le agradezco.
Participé con Ledo la víspera de su cumpleaños 88, que era el 18 de febrero, en un recital de poemas que celebramos en una plaza pública de Villahermosa. Entonces dediqué mi lectura a “un joven poeta que en horas cumplirá 88”. Él fue el último en leer, y con el pícaro sentido del humor que le caracterizó, dedicó a su vez su lectura “a otro joven poeta, que en algún mes de este año cumple 61”, lo cual fue reconocido con risas por los concurrentes.
“Compartiendo con varios amigos comunes, cuando le di la mano por primera vez en Tabasco, durante las jornadas del Encuentro Iberoamericano de Poesía ‘Carlos Pellicer’, fue como reencontrarme con un veterano conocido”.
Como evocación del escritor y el hombre, de las conversaciones pendientes y las interrogantes que nos legó en su escritura, va este tributo.
Una pequeña muestra de textos representativos del escritor maceioense, de un volumen inédito organizado con poemas que él dedicara a su ciudad natal, y que lleva por título Todo lo que en silencio es lenguaje. Breve antología de Ledo Ivo, la compartimos con los lectores cubanos en el 2013 gracias a Ediciones Vigía. Selección y traducción realizada por los jóvenes poetas matanceros Maylan Álvarez y Karel Bofill, es una esmerada edición y compilación que fue revisada en su día por el autor, quien también escribió el prólogo para ella. Poemario que tuve el privilegio de presentar en su bautizo.
Su arte poética tiene los motivos seminales que le acompañaron siempre, en esa pequeña ciudad en la que al nacer llevaba de fundada poco más de un siglo. Maceió, capital del estado de Alagoas, es un paisaje de clima tropical que le hace tener el sobrenombre de “paraíso de las aguas”, y en lengua tupi, familia mayor entre el Amazonia y la cuenca del Plata, Maçayo o Maçaió-K significa “lo que tapa el pantano”. En el antológico poema “Mi patria”, que le oí leer con la emoción que seguro le embargó la primera vez, Ledo muestra una particular diferencia con la idea de su admirado Fernando Pessoa, y otros escritores y académicos, de que la patria del escritor es su lengua.
“Mi patria no es la lengua portuguesa. / Ninguna lengua es la patria. / Mi patria es la tierra blanda y pegajosa donde nací / y el viento que sopla en Maceió”. O como alguna vez prefería recapitular, “mi patria es mi patria”.
La poesía tiene una voluntad de comunicación y tiene un alcance más allá de los dogmas, de las ideologías, de determinado poder. Sobrevive esa voluntad de la poesía de ser otro dialogante de la historia. Thomas De Quincey, quien subvertía la lógica y el buen sentido burgués, alguna vez expresó esa ambigua condición perturbadora que puede tener la escritura: “Un modo de verdad, no de verdad central y coherente, sino angular y fragmentada”. Lo cual, más allá de una engañosa sencillez, se encuentra en los versos del brasileño:
“Renazco de mí mismo y a mí mismo retorno / en la promesa de la aurora sucesiva. / En el tiempo circular, paso y permanezco”.
El poeta falleció en las navidades españolas del 2012, seguramente mientras celebraba con los suyos la alegría de vivir, que como el grito de amor y el zumbido del jet, desde el Maceió de su infancia siempre le acompañó.
Guardaré todo lo que debe ser salvado: / tu grito de amor en la noche oscura / el ruido de la pala que avienta tierra en la sepultura / el piar de la lechuza el zumbido del jet.