Led Zeppelin II: más allá del talento y el virtuosismo
24/10/2019
A través de los años he podido percibir con mayor agudeza, la perspectiva de enriquecedora creatividad que distingue a la música contemporánea en la llamada Década Prodigiosa. Independientemente de que Los Beatles hayan marcado una evolución de las diversas manifestaciones musicales propias de esos tiempos, lo más distintivo de los años 60 es que, como ha sucedido en pocas ocasiones, tuvo lugar un verdadero hervidero de propuestas estilísticas. Confluían lo mismo el pop más banal, como “Sugar, Sugar” por Los Archies, al lado del auténtico soul de Stevie Wonder en “Sir Duke”, además del agreste encanto del “Gimme shelter” de Los Rolling Stones. Pero escuchar en el verano de 1969 una pieza como “Whole lotta love”, de Led Zeppelin, marcó una considerable distancia entre el resto de lo conocido hasta entonces en el contexto del rock.
un disco icónico en la historia del rock. Foto: Internet
Muchos son los nombres de guitarristas que conforman el liderazgo de dicho instrumento en la historia del género, pero nunca antes nadie como Jimmy Page había sido capaz de mostrarnos que la guitarra eléctrica podía llegar a estremecernos con tanta intensidad como nos pasa en esta pieza. Tampoco entre el amplio diapasón de los diferentes y excelentes vocalistas de por esos años, habíamos tenido la oportunidad de escuchar un canto agresivamente desgarrador como el de Robert Plant en “Whole lotta love”. Y por si fuera poco, los potentes ponches de John Bonham nos provocaron la ilusión de que el resto de los bateristas de rock parecieran sencillamente aprendices.
En tal sentido, es cierto que el espíritu de la época estaba determinado por un aliento experimental altamente renovador. Fuimos testigos de la expansión de uno de esos momentos fundacionales, donde agrupaciones como Led Zeppelin, más que representar una moda circunstancial, avalan la consolidación de un género como el hard rock, movimiento en el que otras agrupaciones como Deep Purple y Black Sabbath aportarían oportunamente lo suyo. Al mismo tiempo, una vez más se demuestra que para alcanzar la mayor eficacia de su proyección profesional, en una agrupación tiene que funcionar esa química que cohesiona a sus talentosos integrantes, como sucede con Led Zeppelin, donde además de Page, Plant y Bonham, comparten la entidad con el bajista y avezado multinstrumentista John Paul Jones.
La pieza “Whole lotta love” es la que comienza el disco Led Zeppelin II, álbum conformado por otros ocho temas cargados no solo de virtuosismo y e ingenio, sino sobre todo de refrescante espontaneidad. Es el resultado, por ejemplo, de grabar en los momentos libres que tenían entre conciertos, testimonio de la voluntad creadora de los integrantes del grupo, ajenos a la manipulación que llegaran a ejercer las casas discográficas sobre el concepto original que pueden concebir los propios músicos. Por eso, este 22 de octubre hemos rememorado las cinco décadas de la aparición de un disco icónico en la historia del rock como el Led Zeppelin II.
Tampoco podemos dejar pasar por alto el hecho de que la magia que envuelve a la música de esta época, independientemente del talento y de la capacidad profesional de cada cual, fue posible porque se respiraba una atmósfera de singular libertad de creación, condición indispensable para la concreción de sueños inimaginables.