Las TIC y la mediación social de su consumo
Las TIC y su consumo son una realidad del mundo de hoy. En cualquier ámbito, laboral, familiar, escolar o en otros espacios sociales, encontramos a las personas conectadas en las redes sociales. El avance tecnológico repercute en el elevado uso de Internet en diferentes esferas de la sociedad y en la creciente variedad de dispositivos. Aparejado a ello, se evidencia el incremento del tiempo frente a las pantallas, desde los niños, los jóvenes hasta los adultos. Por otra parte, el impacto en la vida cotidiana se manifiesta, además, en la propia manera de comunicarse, en el aprendizaje, en la dinámica productiva y cultural y, en general, en cómo interactuamos e interpretamos la realidad.
En la sociedad contemporánea, las TIC han supuesto modificaciones en el sistema de relaciones de los seres humanos. Su impacto en la población, así como el consumo alternativo, informal o no institucionalizado, son temas de interés para organismos políticos y culturales. La era digital nos enfrenta a un gran desafío que obliga a replantearnos la nueva posición que ocupan la familia dada por la relación y el predominio de las TIC dentro del contexto familiar. Las influencias educativas ejercidas sobre la niñez y la juventud por las tradicionales familia y escuela son compartidas con el ámbito de la comunicación, el fenómeno Internet y la diversidad de dispositivos electrónicos y de aplicaciones de distintos contenidos.
En la actualidad, lo más habitual es que los niños y jóvenes consuman productos audiovisuales dentro del entorno familiar mayoritariamente. Las facilidades de acceso a Internet y de dispositivos personales implican un consumo más individualizado, y en caso de los más pequeños complejiza el control de los padres. Igualmente, se observa que el consumo de estos contenidos dentro el hogar ocurre sin la presencia ni la supervisión de los adultos. La mediación familiar es el filtro que ejercen los padres o adultos responsables de la educación de los niños con las posibles influencias de este medio.
En este sentido, resulta un reto para la familia el desempeño de la función educativa como mediadora del consumo infantil y se reconoce el papel de la tecnología en la vida cotidiana actual.
La relación infantil con los medios audiovisuales ha sido fuente de preocupación de las sociedades desde la rápida introducción en la cotidianidad, y en particular en los hogares. Las preocupaciones radican tanto por los mensajes que niños y adolescentes consumen o potencialmente pueden consumir desde las pantallas, como por el aumento del tiempo y la frecuencia del consumo.
Los sujetos no consumen pasivamente los productos audiovisuales, sino que, a partir de las distintas mediaciones, ellos van construyendo, dando sentido a lo que reciben, y la propia producción de sentido de lo vivenciado en la cotidianidad se vincula con las mediaciones en su proceso de consumo.
En otras palabras, las TIC forman parte de la vida cotidiana, sin embargo, la influencia no es lineal, sino modelada por los contenidos de los productos comunicativos y también por el modo que quienes lo consumen los procesan, en dependencia de la historia personal y la subjetividad y por las mediaciones de la familia, los grupos, las instituciones y de la sociedad. Por ello, en la comprensión de los contenidos, el significado y sentido atribuidos por las personas, inciden el género, la etapa de su ciclo vital y las pautas de crianza que propician la manera de interactuar con la sociedad.
Los productos de Internet, las redes, entre otros, se encuentran, en su mayoría, manejados por las grandes empresas transnacionales. De tal forma, favorecen que la creación, la producción y posterior distribución estén en función de los intereses y de la lógica de la industria hegemónica. En este caso, el mercado no solo intenta vender productos a los usuarios, sino que conforma su mundo material y simbólico. El mercado escribe el guion para la vida de las personas, con énfasis en los más jóvenes, estimulan las preferencias, gustos, deseos, preocupaciones, intereses, y promueve temas de conversación, actividades y juegos, comportamientos.
En la producción de audiovisuales extranjeros no siempre se asumen los gustos o necesidades de los infantes, sino se legitima el criterio del mundo adulto con respecto a lo que es o no de interés para el público infantil, pudiendo o no coincidir con las preferencias audiovisuales de los más jóvenes. Evidencia de lo anterior se manifiesta en las expresiones de “adultización” de la infancia, en los juguetes y accesorios de las niñas, los videojuegos, las películas, los personajes de ficción, los dibujos animados. Asimismo, en la eroticidad como mercado, que se muestra en los atributos eróticos de la ropa infantil, y de los personajes de historias, modelos publicitarios entre otros. En este mismo sentido, en numerosos materiales se exhiben de manera manifiesta o la latente diferentes estereotipos que contribuyen a su reproducción en los niños, adolescentes, jóvenes y adultos, así como a la exaltación de intereses banales y superficiales distantes de promover valores humanos para la formación y desarrollo de la personalidad de las personas que aspiramos a convivir en mundo más justo e inclusivo.
Valdría la pena destacar las bondades de las TIC y las potencialidades para el desarrollo humano si se consumen productos de calidad estética y ética. Empero, la recepción pasiva no permite aprovechar ese espacio de crecimiento personal y grupal, sino que se requieren formas de mediaciones para crear y comunicar sentidos.
Partimos de aceptar que el aprendizaje y el desarrollo humano transitan del nivel interpsiquico al intrapsiquico. En este proceso de interiorización la interacción con los otros (familia, maestros, amigos ,medios de comunicación, la comunidad y la sociedad) resulta clave, así como la significación de estos agentes sociales como mediadores de desarrollo. Ellos resultan ser portadores de la experiencia cultural acumulada por la humanidad y a los que les corresponde la formación de niños y jóvenes. La mediación deviene interacción con el otro y ayuda para el desarrollo, estimula la zona del desarrollo potencial de sujetos, al propiciar el dialogo reflexivo, distante de la recepción pasiva y acrítica de la cultura.
Con ello quiero expresar que, en las etapas de la niñez, adolescencia y juventud se acentúan los riesgos en la formación, educación y desarrollo humano y se tornan más vulnerables a la sobrexposición a las pantallas y, por consiguiente, se requiere un acompañamiento de forma activa de los “otros” significativos, familia, maestros y la sociedad, mediante sus organizaciones y organismos como mediadores de esas influencias y promotores del desarrollo.
Habría que añadir las características del contexto socio-histórico en el cual tiene lugar la formación y desarrollo de los seres humanos. La sociedad contemporánea emerge signada de la globalización de los mercados y de las comunicaciones y de la resolución de los conflictos a través de las relaciones de fuerza entre individuos, grupos e instituciones, así como del intento de la homologación de las culturas, que pone en el centro de la educación la crisis de las identidades individuales y culturales. En tal sentido, se han registrado cambios en el modo de percibir y vivir la realidad, provocando crisis en las concepciones tradicionales de la identidad, de manera tal que el asunto de la identidad, tanto individual como colectiva, requiere repensar de manera urgentes las formas más complejas de resolverla.
En medio de este contexto, la cuestión no se soluciona solo en el plano operativo sino también en el plano teórico, en tanto demanda de la discusión de la problemática de la identidad, su formación y la relación con la cultura.
¿En qué medida las identidades personales y de las instituciones se transforman por la cultura y las culturas?
¿Cómo los nuevos paradigmas culturales pudieran cuestionar la formación inicial y permanente?
¿Cómo aprovechar los éxitos de la revolución tecnológica que pueden dar al traste con los modelos tradicionales enseñanza y aprendizaje y de formación de valores?
¿Cómo manejar las nuevas formas de convivencia “amenazada por la invasión” y fascinación de la realidad virtual?
Sin pretender dar respuestas a todas estas interrogantes, reflexionamos en torno a la problemática de la identidad personal y el impacto de las agentes sociales, familias, escuelas y las TIC en su formación en la actualidad.
Hoy, a la luz de la aparición de nuevos agentes socializadores que son hasta más atractivo en la manera de comunicarse, el miedo puede aumentar y la sensación de pérdida de ese control sobre los jóvenes se torna cada día más complejo. Los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres —han sentenciado—, sería ingenuo cerrar los ojos o intentar educarlos en una cámara al vacío aislados de todo aquello que pensamos lo pueda contaminar, y escandalizarnos al escucharlos renegar de costumbres, normas y tradiciones de la familia ,de su nación, soñar con los sueños que le ofertan en mensajes “enlatados”, adoptar modelos ajenos a nuestra cultura que pudieran significar la asimilación, o la integración, o la pérdida de los elementos distintivos de la propia identidad.
Considero que, en la actualidad, influye en la escuela y en la familia una cultura con valores deseables, universales y humanistas, y antivalores (consumismo, individualismo extremo, absoluto poder del mercado), que pueden también incidir en la construcción de significados y en la formación de la identidad.
Asimismo, en la edad juvenil el/la joven que ingresa en la Universidad o la vida laboral trae consigo las experiencias vividas, integradas a una identidad personal y cultural definida. En el encuentro con nuevas identidades tratará de redefinir la propia identidad y de dar respuesta a cuestionamientos esenciales ¿Quién soy yo? y alcanzar una cierta estabilidad de su identidad que no cambia en cada el ambiente, las relaciones o la situación en que encuentre.
A la par con estos procesos hay que considerar la confrontación social y cultural con los demás grupos. Un indicador de análisis importante se manifiesta en las actitudes a favor o en contra ante las relaciones con personas pertenecientes a otros grupos.
En el momento en que el sujeto se inserta en el contexto de otras culturas pone en práctica la integración o la inmersión en la cultura de su propia época:
La asimilación como tendencia privilegia la cultura hospedante y no la de origen, lo que propiciaría aculturación y la integración. De forma tal que el sujeto tiende a adecuarse a las expectativas del contexto cultural en que debe insertarse. Lo más dañino es hiperbolizar todo lo que proviene de una cultura diversa, olvidar su propia cultura, aprender y adoptar la lengua del lugar e imitar lo que hacen los demás en una realidad con la que sea conectado por las redes sociales mediante las pluripantallas. El peligro mayor radica en la pérdida de la identidad para adaptarse a la propuesta distante de los valores de la sociedad en que vive.
Por otra parte, de esos encuentros culturales puede producirse una integración que en el intento de insertase a ese estilo de vida del ambiente cultural renace el reconocimiento de su propia identidad, el no abandono total y la aceptación tolerante de las diferencias entre culturas.
En la separación, a diferencia de los procesos anteriores, se privilegia la pertenencia a la cultura de origen y, por consiguiente, el sujeto se margina, permanece aislado y le provoca un empobrecimiento espiritual en lo afectivo, lo relacional y lo que pudiera conllevar a conflictos destructivos.
Para una mejor comprensión de este asunto hay que considerar el carácter interactivo y dinámico de la identidad, así como el papel del otro en la representación de la identidad cultural. En este sentido, conservando la propia originalidad, inevitablemente en la interacción, se modifican y se transforman los rasgos distintivos y significativos. Por tanto, en el encuentro con otras culturas se reorganizan de los rasgos distintivos identificadores. En consecuencia, al asumir las diversidades las podrían aceptar acríticamente homologándolas o rechazándolas.
En la actualidad hemos observado en los adolescentes sentimientos de frustración o de inferioridad al no responder a las exigencias lingüísticas o geográficas, asociadas a menudo a prejuicios y estereotipos. Asimismo, el desconocimiento del espacio corpóreo provoca problemas en la esfera emocional, afectiva y sexual, además de las alteraciones de la esfera alimentaria, como la anorexia o la bulimia por la no aceptación de su imagen corporal y el deseo de asimilar otros patrones de belleza corporal que promueven los productos comunicacionales y que al incorporarla el joven decide emprender las acciones necesarias que lo acerquen al modelo a imitar.
La identidad no permanece estable, sino que en su dinámica devienen distintos recorridos. Es importante el momento de reapropiación de la identidad, que ocurre por la sucesiva conciencia de la propia identidad personal y cultural, tanto a nivel cognitivo como a nivel afectivo (las vivencias, las experiencias, la memoria), y relacional.
La apertura a otras culturas favorece una interacción adecuada. El sujeto aprende a convivir en el respeto de las diversidades de cultura, de edad y de formación, y se eleva su autoestima al reconocer sus valores y apreciar sus raíces.
En esta dirección la cultura escolar desempeña un papel importante en este proceso, ya que se le concede atención a la simbolización de las experiencias, o lo que es lo mismo, al grado de elaboración cognitiva y de conciencia de sí mismos y de las propias experiencias, de los hechos y de los acontecimientos, de los símbolos y de los códigos de la cultura propia. Este proceso requiere de la maduración de un pensamiento lógico formal, que le permita trascender lo concreto y lo visible, para atrapar el núcleo del sentido de las experiencias y encontrar el tronco que une a su historia. La aceptación de la historia propia, las personas encontradas, las relaciones establecidas, las experiencias de los problemas resueltos, los significados y reflexiones sobre los mismos, lo que hemos logrado y lo no alcanzado; todo ello representa la identidad personal.
En medio de un mundo donde predomina un modelo social que se caracteriza por el conformismo, la apatía, la ausencia de valores, el individualismo exacerbado, la anomia —entendida como desvertebración social, incumplimiento de las normas y la negativa a aceptar y asumir los deberes cívicos—, la intolerancia y la manifestación de actitudes y acciones violentas, racistas y xenófobas, resulta difícil asistir en calidad de espectador frente a ese caos social; y las voces de muchas personas abogan por aunar los esfuerzos para que impere una sociedad más justa, en la cual la diversidad cultural signifique el enriquecimiento de todos y no la relación jerárquica entre “culturas superiores e inferiores”. Donde no haya espacio para los prejuicios, los dogmatismos y la intolerancia en el comportamiento social de todos y cada uno de nosotros.
De cara a este mundo real o virtual, no sería oportuno el aislamiento ni permanecer distante a los cambios. Mientras más cerrada sea una comunidad más densa será la capa impermeable que genere para protegerse de las influencias externas, dividiendo de forma simplista el mundo entre un “nosotros” perfecto y respetuoso con la tradición y un “ellos” contaminador y degradante. El más universal de los cubanos, José Martí, dice en el comienzo de su ensayo “Nuestra América”: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”. Desgraciadamente, pese a la universalización que caracteriza el siglo XXI, la descripción de Martí sigue siendo actual.
En pocas palabras, la era digital demanda de más diálogo y mediación del consumo de las múltiples pantallas de niños, adolescentes y jóvenes, por parte de la familia, la escuela y la sociedad. Con la intención de potenciar nuestros impactos en la formación de la identidad de las nuevas generaciones, en este mundo complejo y hermoso en el que vivimos comprometidos porque ellos y nosotros contribuyamos a un desarrollo social sostenible.