Las siamesas, Mentira y Guerra
La mentira y la guerra imperialista[1] son siamesas. Es casi imposible separarlas, siempre se miran una en la otra. Además, viven en un salón de espejos en el que solo se reflejan ellas mismas a sí mismas.
Cuando se ponen poéticas suelen producir odas a la soledad, al nihilismo, al escepticismo y a la derrota de cualquier posibilidad de cambio o transformación.
Las academias, las tertulias culturales y políticas adoran a las siamesas. Las pasean y las alaban. Nada vende mejor que la defensa abstracta de cierto derecho al desconsuelo y a la pérdida de los derechos individuales que, por supuesto, siendo siamesas giran en un círculo vicioso o infernal.
A través de la OTAN y otras vías, EE.UU. y Europa promueven y propagandizan sin pudor el nazismo y el fascismo.
Hay siamesas de muchas calañas, pero todas comparten un único deseo inflamado: hacer dinero rápido y sin preocuparse por nada ni por nadie. Ignoran absolutamente la palabra humanidad. Por eso las siamesas son el órgano vital del sistema capitalista y de las mafias; pueden matar, hablar, aparecer desnudas, lanzar bombas en hospitales y escuelas, quemar plazas, mimetizarse con lo que haga falta, ser mujer barbuda o santa perseguida. La capacidad mimética de las siamesas cuenta con el apoyo y el dinero de las grandes compañías de formación y creación de iconos para la “opinión pública”. Son pluriempleadas y no tienen límite en cuanto a las conductas criminales.
Unidireccionales en su deseo de acumular capital, son eficaces durante cierto tiempo y su debilidad es que también son intercambiables —como todo— dentro del sistema al que pertenecen. Sirven hasta que se gastan. Es a lo que ellas más temen, porque la opinión pública reclama un nuevo engendro icónico y a ellas les tocaría reciclarse o perecer. En este momento, cuando el emperador nazifascista está desnudo, ellas son las estrellas principales del teatro de la plena decadencia.
Las siamesas se han nutrido de líquidos oscuros, epitelios inflamados y un enorme conocimiento del robo y de las estructuras mafiosas de las pocas familias que las alimentan durante todo el tiempo necesario para su desarrollo. En ese intrincado tejido aprenden a interpolar. A destruir la verdad. Usan palabras que jamás permiten la claridad. Tienen prohibidas algunas palabras y las reemplazan por otras de uso frecuente y tan repetitivo que terminan por ocupar el lugar de los hechos concretos.
Para las siamesas la palabra tabú es la que rige sus movimientos: dinero. Nunca jamás las oiremos hablar de dinero, porque consideran que es de mala educación, un asunto de pobres y además la palabra dinero/beneficios podría aclarar algunos fenómenos que han aprendido a ocultar gracias justamente a ingentes cantidades de dinero robado e invertido en su industria principal: la muerte.
Es notable cómo las siamesas consiguen que nadie les pregunte ¿de qué vives? ¿de dónde sacas pa tanto como destacas?, como dice el chotis.
Siempre creí que es importante saber de qué vive mi prójimo porque para bien o para mal eso determina parte de su conciencia. Es una vieja ley que tiene mucho sentido, pero las siamesas han hecho que parezca de mal gusto preguntar por algo tan elemental. Las siamesas se alimentan de lo que no debe saberse y por eso no soportan bien la pregunta. Es la experiencia adquirida en un largo camino criminal.
“La Mentira y la Guerra son inseparables y habitan en el corazón de la sociedad capitalista porque sin ellas la relación que los seres humanos establecen para cumplir con la ley de la máxima ganancia no podría funcionar. Sin las siamesas no sería posible la explotación del hombre por el hombre”.
La Mentira y la Guerra son inseparables y habitan en el corazón de la sociedad capitalista porque sin ellas la relación que los seres humanos establecen para cumplir con la ley de la máxima ganancia no podría funcionar. Sin las siamesas no sería posible la explotación del hombre por el hombre. Es lo que está en el núcleo del tan debatido concepto de ideología.
Las siamesas hablan a los gritos, hacen ecos, ocupan espacios enormes, brillan con colores en televisiones, premios y prebendas, justifican genocidios y masacres y los visten de necesidad; son el modelo deseado por cortes de replicantes que reproducen sus palabras porque aspiran a llegar alto gracias a las siamesas y sobre todo a tener la billetera igual de inflada por el dinero de la mama-mafia-nutriente.
Esta mama-mafia-nutriente también se disfraza, usa traje y lenguaje “humanitario” y se ramifica para parir hijos turbios y obedientes por todo el planeta. Ponen huevos de serpiente, como los llamó Bergman en esa hermosa película.
“Estas redes y todos sus intrincados movimientos son la gran tapadera del fascismo y del nazismo. Son viejas, han existido siempre travestidas y no han cesado de trabajar para el robo y el crimen organizado”.
Comunicadas y alimentadas por diversos organismos mafiosos internacionales, fundaciones anticomunistas que se dicen democráticas, ongs humanitarias dedicadas a socavar la organización independiente de los pueblos y a espiar para su patrón, ejércitos y paramilitares a sueldo de la gran empresa financiero militar, todas son instituciones gestoras y gestantes de las siamesas con el dinero que fluye de las mismas familias, de los mismos intereses y con los mismos objetivos. Estas redes y todos sus intrincados movimientos son la gran tapadera del fascismo y del nazismo. Son viejas, han existido siempre travestidas y no han cesado de trabajar para el robo y el crimen organizado.
Han ido desarrollando métodos contemporáneos cada vez más sofisticados: revoluciones de color, atentados terroristas, separatismos varios, magnicidios, bloqueos, academias de focas a la espera del pescado que difunden sus hazañas filosóficas, un stock infinito de identidades para dividir y debilitar la lucha de clase, movimientos “juveniles” o “deportivos” que reformatean para el nazismo (lo hemos visto claramente en Ucrania), compra y venta de supuestos votos y votantes, tienen además canales, periódicos y toda una “cultura” de la idiotez que alimenta los discursos irracionales y de odio visceral a los pueblos soberanos, y profesan un especial encono y capacidad de destruir la historia y la memoria.
También producen complejas maquinarias seudolegales que les permite saltarse todas las leyes internacionales, bloquear países y personas, condenar al hambre, a la violencia y al genocidio a cientos de miles de “rebeldes”, que no están ni estarán nunca dispuestos a lamerle las botas a las siamesas y a su maldita y estúpida manera de concebir lo que es la vida Humana.
“La palabra que más las asusta es esa: Amor. Dentro del sistema de odio y muerte que promueven y en el que viven, el amor es el arma que más temen. Y la ternura entre los pueblos, la solidaridad humana las destruye sin que puedan oponer resistencia”.
Viven rápido e idiotizadas en el precámbrico, frenando el desarrollo y la felicidad posible del ser humano. Practican la crueldad en todas sus formas y alimentan con frases huecas repetidas, que son como virus de la frustración y la falta de imaginación y amor.
La palabra que más las asusta es esa: Amor. Dentro del sistema de odio y muerte que promueven y en el que viven, el amor es el arma que más temen. Y la ternura entre los pueblos, la solidaridad humana las destruye sin que puedan oponer resistencia. Desde que han descubierto que el sol sale siempre por el este, y que ahora ya deslumbra, están desesperadas.
Pensaba esto mientras hace unos años leía las declaraciones de uno de los vientres portadores de siamesas más emblemáticos. Quizás uno de esos vientres donde las siamesas se han sentido mejor alimentadas. Llevan años habitando allí muy a gusto, en la barriga de eso que llamé alguna vez “estilo Yoani Sanchez” (hay muchas y muchos), que pasean por el mundo con los pelos largos y las caras de santa trémula de blog hablando y repicando sobre derechos humanos y divinos, democracia y libertades sin nombrar jamás que tienen la cuenta tan inflada de dinero y de sangre que hasta las siamesas están empachadas. Tanto dinero que un periodista de la La Stampa se negó a continuar trabajando en sus campañas porque se dio cuenta de que solo hablaban si ponía el cheque por delante y que todas las bonitas palabras eran solo un menjunje para seguir ganando más dinero. [2]
“Eso que llamaron ‘democracia’ ya no es útil para ocultar el crimen, el genocidio y el robo: ahora lo muestran y esperan que una mayoría previamente descerebrada lo repita y aplauda”.
Hay diversos vientres portadores de siamesas criminales amparados por USA y sus socios, vientres donde ya huele a podrido como los de Bosch y Posada Carriles, Los Capriles y los López, las Corinas y las Ileanas, los Sharon y Netanyahus, los Obama y Kissinguer, las Von der Leyen y los Borrells, los Macrones y Sholes…
Sucede a veces que para que nada cambie, cambian de actor cuando están demasiado usados y la máquina del crimen siempre está lista para reemplazarlos.
Las últimas actuaciones de las siamesas han sido espectaculares en España y en Europa.
Una Europa lista ya para ser descuartizada a través de su propio instrumento —la Unión Europea subordinada desde siempre a la OTAN— que promueve y propagandiza el nazismo y el fascismo ya sin caretas ni disfraz, porque no necesita ocultar ni su origen ni sus objetivos. Eso que llamaron “democracia” ya no es útil para ocultar el crimen, el genocidio y el robo: ahora lo muestran y esperan que una mayoría previamente descerebrada lo repita y aplauda.
Acaban de celebrar “el desembarco en Normandía o día D” invitando a la farsa al enano mayor Zelenski y han declarado una vez más el eterno odio a Rusia, que es quien realmente ganó la guerra contra el nazismo.
Antes mentían y condenaban tibiamente al nazismo en nombre sus “democracias”; ahora lo celebran y por primera vez no mienten: han sostenido siempre a la industria financiero militar nazi, en contra de la Unión Soviética y lo seguirán haciendo. Ingentes cantidades de dinero europeo fluyen para el país 404 (Ucrania), para el ente sionista genocida (más de 50.000 asesinados), para Taiwán y para toda empresa criminal que pueda mantener los beneficios para la inevitable agonía del sistema imperialista.
Por eso las siamesas están cambiando de táctica; para sobrevivir se desnudan, ya ni siquiera se preocupan por la calidad de su striptease, son grotescas y avanzan en el camino de la muerte y la celebración del nazismo de la mano de personajes —como Zelenski y Milei, entre otros— fabricados para sostener hasta su último aliento al sistema imperialista.
Ese es el huevo de la serpiente que ha eclosionado y deja ver el gen siniestro del nazismo: la muerte y ese Yo aislado y alienado en su amarga y criminal consistencia.
Mientras, el sol que siempre sale por este ya ilumina el futuro de otra humanidad que está naciendo.
Parece que las siamesas ya han pedido cita en un gran hospital de Houston para que las separen… pero no sobrevivirán.
Notas:
[1] Cuando digo guerra me refiero a la guerra imperialista contra la humanidad. Nunca a la justa guerra de los pueblos por su liberación.
[2] http://www.cubainformacion.tv/index.php/la-columna/223-vincenzo-basile/56337-traductor-oficial-de- yoani-sanchez-en-italiano-ella-solo-piensa-en-el-dinero-