Las redes sociales como escenario para la dirección política socialista
26/2/2021
El 10 de octubre del 2018 el Presidente de la República de Cuba redactaba su primer tweet[1] “Estamos en #LaDemajagua, el lugar donde con mayor suma de sentimientos patrios #SomosCuba y #SomosContinuidad” (Díaz-Canel 2018) El post inaugural de su cuenta en Twitter apenas superaba el centenar de caracteres de los 280 permitidos por la plataforma. Un texto breve, pero emotivo, redactado con cierta poesía. Un texto que podía ser imaginado en la voz del ser humano que lo lanzaba a la red. El 19 de noviembre del 2018 el estadista cubano anunciaba por la misma vía que todos los ministros del gobierno revolucionario se encontraban presentes en esa plataforma. Se iniciaba con ello una singular etapa en la comunicación política para Cuba.
El primer post del presidente cubano fue sin dudas una pauta, un acontecimiento. En primer lugar por ser la máxima figura de un país en transición socialista, ubicado en el corazón del occidente —cultural e históricamente hablando— que se establecía como usuario en la red, y en segundo lugar porque las prácticas comunicativas de la máxima dirección del gobierno y el Estado cubano, habituales en los intercambios directos con el pueblo en las calles, los campos, las fábricas, ahora convertían la plataforma digital en un nuevo y potencial escenario para relacionarse con los ciudadanos[2] de Cuba y de otras naciones.
Sin embargo ¿Qué oportunidades puede tener el relato de los cuadros revolucionarios en un espacio irreverente y hostil como lo pueden ser las redes sociales digitales? ¿Es viable el uso de esas plataformas para acompañar la dirección política de la sociedad cubana actual?
El escenario digital implicó nuevos desafíos para el proceso inédito de la transición socialista, mucho más para Cuba por razones vinculadas a la lucha por el sostenimiento del poder político bajo agresión cultural, militar, económica de Estados Unidos y todo su sistema de dominación imperial. Sin embargo, las oportunidades del nuevo ámbito comunicativo prometen ser superiores a las amenazas en tan singular espacio de interacción.
Las redes sociales digitales desafían al sistema de comunicación socialista para la gestión de la participación ciudadana en el proceso de la toma de la decisión, cuya relación principal es el intercambio sujeto a sujeto. No obstante, ese sistema es capaz de apropiarse de las oportunidades interactivas, establecer canales horizontales de comunicación, y a través de ellos trazar circuitos deliberativos y dialógicos con las personas.
El escenario es complejo, no hay dudas, pero es ineludible. El presidente cubano indica que el dirigente no puede “seguir anclado en formas de comunicar anteriores a la era digital” (Diaz-Canel 2020), porque de lo contrario aparecerán nuevas y apremiantes tensiones o brechas en la gestión de las demandas políticas.
Sobre esas tensiones aludía en la introducción del libro Tecnopolítica el periodista y bloguero español Ignacio Escobar (2013), al considerar que los procesos deliberativos de los siglos XIX y XX, sustentados en el acto de votar en las urnas o de llenar encuestas en papel, eran procesos de larga duración y complejo procesamiento.
En la actualidad, las relaciones de poder y comunicativas[3] aparecen segmentadas en dos grandes espacios: el tradicional mundo de las relaciones no mediadas, o mundo tridimensional,[4] que no necesita de dispositivos digitales de info-comunicación[5] para interactuar directamente en él y el “mundo” de las relaciones de comunicación virtual que sí depende de esos dispositivos, en una red global sin fronteras geográficas conocido como Internet, donde “las grandes redes de comunicación con sus flujos ‘invisibles’, forman ‘territorios abstractos’ que escapan de las viejas territorialidades”. (Mattelart 2010 p 46).
Esas redes no son ni abstractas ni imparciales: existen físicamente en los servidores de las empresas transnacionales,[6] circulan por canales físicos propiedad de esas empresas, sus gestores y desarrolladores, empleados, no dudan ni dudarán un segundo en ponerse del lado del dueño. Son empresas cuyas ganancias se obtienen de nuestra lúdica, sistemática, compulsiva y animosa actividad social.
Una herramienta de comunicación, propiedad de una transnacional es, como se ha comprobado, un lugar hostil para el pensamiento emancipador. Ante esa realidad no queda de otra que acudir al principio guerrillero de tomar las “armas del enemigo” para utilizarlas en la propia lucha. Dicho en las palabras de un guerrillero real, Fidel Castro: “Internet como un instrumento revolucionario (…) algo que debemos saber usar” (Castro 2020). No pocos han comparado las redes sociales digitales con una selva. Las revoluciones que sobreviven al colapso de los noventa, como la cubana y la vietnamita, triunfaron en las selvas. Esa experiencia, más imprescindible que romántica, tiene en las tecnologías de la informática y las comunicaciones un ejemplo actual y urgente.
En el aparente caos selvático digital transcurre una expansión de la opinión pública. Es, contrario a caótico, un ecosistema donde se puede seguir en tiempo real el tránsito de las opiniones. Son como un organismo vivo. Los comentarios circulan de un lugar a otro, se auto modifican enriqueciéndose con los aportes de cada usuario que las consume y las comparte, se expresan a través de recursos hipermediales, crecen y decrecen a ritmos alucinantes, nacen y mueren.
Opiniones que provienen de las fuentes más diversas, y abordan todos los temas de la sociedad, la economía y la vida en general. Opiniones que podrían ser perfectamente comprendidas como una extensión, digamos digital, de los mecanismos del control popular. El ciudadano utiliza sus cuotas de poder —otorgadas por la Revolución— y desde las plataformas de redes sociales digitales alerta, denuncia, cuenta sus vivencias de la realidad del país, propone ideas sobre lo que se está “cocinando” en la toma de la decisión, esa persona está expresando su confianza en la Revolución y asume públicamente el compromiso de ser parte de ella.
Ciertamente las redes sociales están contaminadas con las fake news, los trolls, las agresiones plagadas de ofensas y otras marginalidades. Son el teatro de operaciones de guerra de cuarta generación. También en esa selva cazan, pescan, colectan información los centros de inteligencia enemiga y se ponen a prueba los experimentos de guerra psicológica destinados a confundir, desmovilizar, destruir la confianza de la gente en sus líderes y derribar la Revolución.
Los relatos de las personas están allí circulando en las redes digitales, el enemigo los toma para dañarnos, la práctica de dirección política de la revolución los necesita para articular la construcción colectiva de la decisión. El pueblo no se los da al enemigo, quien tiene que robarlo, distorsionarlo, falsificarlo. El ciudadano utiliza la red para ofrecerlo a quienes gestionan en nombre del pueblo el poder.
Se ha demostrado que los escenarios comunicativos, mientras más horizontales y dialógicos sean, mientras más multitudinarios y abiertos, menos confort comunicativo y más ruido portarán. Sin embargo, despejando la redundancia negativa, las redes sociales digitales son un espacio de deliberación, construcción de consenso, defensa de los valores y del enorme capital simbólico con que cuenta la Revolución.
Ante el desafío ¿Qué hacer? ¿Escapar? Primero es imposible, segundo no está en la naturaleza del revolucionario cubano huir del combate. Entonces ¿cómo gestionar ese caudal de opiniones en una red social digital en particular, o en todas y que esa gestión resulte favorable a la construcción de consenso? Cada cual debe articular los recursos más próximos a sus posibilidades y necesidades, pero es posible establecer tres grandes conjuntos de ideas:
En primer lugar más competencias profesionales, más capacidad de argumentación, menos sobresaltos ante el debate público y al salir de la zona de confort comunicativo. Conocimiento es cultura general integral integrada a la cultura digital. El mejor ejemplo que tenemos los cubanos es Fidel, que hizo su práctica cotidiana del estudio permanente en las relaciones con el pueblo a través del diálogo. El comandante exploraba los múltiples caminos del saber con preguntas insistentes, una y otra vez, a las personas, fueran eruditos o no. Articulaba con las personas un tema de interés común y con ello construía colectivamente la estrategia mayor. Dialogaba desde la tribuna en la plaza, en un batey remoto entre campesinos o en una calle apedreada por personas soliviantadas por la propaganda enemiga. En los últimos años de su vida, también en el espacio digital desde sus “Reflexiones”. Estudio y diálogo fueron siempre parte de su sistema de trabajo.
En segundo lugar más ciencia e investigación, que sostenga desde la interdisciplinariedad las políticas y las actuaciones. El ámbito digital transcurre tan velozmente que los estudios sobre él van siempre detrás de las demandas de la realidad. A las relaciones de poder les ocurre otro tanto, solo que ellos ya tienen más de tres siglos de ciencia acumulada. Investigación y pensamiento; los encantamientos y las compulsiones que promueven las redes sociales digitales no son felices para la comunicación política. Se necesita pensamiento incluso bajo los apremiantes desafíos de la sincronía digital, donde suceso y noticia son casi simultáneos.
En tercer lugar —o acaso el primero— la participación en valores; valores humanistas revolucionarios, emancipadores, que sostengan las prácticas comunicativas y sus principios, esos obtenidos del crisol donde se forjó la nacionalidad y la independencia patria. Modelados en la fragua de la resistencia y la lucha popular por el desarrollo en las últimas seis décadas de la nación; los valores de la cultura son en arma principal frente al caos y la malsanidad imperial.
El presidente cubano, usuario habitual de Twitter, indica una ruta de práctica para que la estructura de dirección se permitiera convertir los contenidos de las plataformas de redes sociales digitales, y las opiniones en general, en recursos valiosos para la dirección de la sociedad:
Como Gobierno, por supuesto, nos corresponde escuchar, atender, diferenciar la crítica honesta y la sugerencia valiosa del acto malicioso y la propuesta impracticable; y nos toca responder, explicar, argumentar y aplicar todo cuanto aporte. Solo así se gana la confianza de las mayorías y se prueba que todo lo que hacemos, lo hacemos para salvar al país y para avanzar. (Díaz-Canel 2020)
La sociedad socialista, sobre todo en sus etapas primarias o transicionales, necesita inevitablemente la participación consciente de las personas, se puede augurar la perentoriedad de asumir activamente toda posibilidad previsible de articulación de las relaciones de poder político, especialmente aquellas donde se construya y reconstruya el consenso activo. Una visión de sociedad como la que describe la Doctora Susana Acea[7] (2012):
El socialismo proyecta la democracia desde el protagonismo popular y la participación sobre el conjunto de la vida social y no solo sobre la esfera propiamente política. Esta democracia participativa y protagónica tiene que sustentarse en la ética de la generosidad, la dignidad y la autonomía de los sujetos sociales. (Acea 2012 pág.)
La profesora Acea fue, en sus muchos años de lucha, ejemplo de cuadro integrado directamente con el pueblo. La vida no le alcanzó para construir en las redes digitales, esas prácticas de relaciones permanentes con la gente que construyó en un espacio tan complejo como el del municipio Centro Habana.
Es cierto, finalmente, que en Internet la soberanía real es aún una utopía, tampoco es el Ara de los griegos, (paradigma de democracia idealizado por algunos) pero, como espacio dinámico de interacción política, requiere ser transformado para las fuerzas revolucionarios en un escenario de resistencia activa, de protagonismo popular, de participación ciudadana, una extensión colaborativa y vigilante del pueblo y la esfera institucional.
El sistema de comunicación cubano, sea en los espacios virtuales o tridimensionales de la realidad, se articulan bajo los principios de la resistencia, la lucha y el conocimiento para juntos construir un país mejor.
Rafa, gracias. Buen trabajo en cuanto al valor de las ideas que expones, pero creo que aún faltan argumentos para sostener el valor de las redes sociales como escenario de dirección política, si estimamos a esta en la profundidad que connota en nuestras realidades, necesidades y aspiraciones. Es preciso, por tanto, puntualizar sus alcances y sobre todo, incluirlas en el sistema que presupone hacer dirección política en Cuba, desde el engarce entre la comunicación política cara a cara y en el terreno y la que cursa por las redes, precisar las bondades y límites de cada una, sus complementariedades desarrolladoras del ejercicio de dirección, sus crecimientos en unidad, las maneras de cada una de hacer de riendas de la otra, etc. Todo ello fuera de todo esnobismo o de cualquier tradicionalismo. Esa es mi visión, cuando menos mirando al nivel de informatización actual de la sociedad cubana a esos fines, a la cultura que al respecto nos acompaña y a las particularidades de lo mejor de nuestra cultura política actuante. Pero, sobre todo, al reclamo ético, y axiológico en general, de nuestra actividad política; por tanto, al peso que en ella tiene, mirarse a los ojos, entregarse de corazón y echar a andar, desde el compromiso afectivo que genera la proximidad sincera a las vivencias reales de personas eco-bio-sico-sociales, las herramientas de la mente. Cuando las redes den todo esto de manera suficiente y efectiva, entonces, quizás, lleguen a ser EL ESCENARIO DE LA DIRECCIÓN POLÍTICA. Por el momento, un importante medio que nos reta a saber emplear sus provisiones para llegar a más y con más, contando con todo lo que necesitamos. Un abrazo.