“Las manos de mi madre / parecen pájaros en el aire / historias de cocina /entre sus alas heridas /de hambre”. Canta Negra, canta Mercedes, dale un tambor al amanecer. Llévame lejos, llévame pronto.
Quítale las manos del agua, del plato sin lavar. Sálvala del fuego. Devuélvele la tiza y la pizarra y la risa de los niños. Haz que su mano llegue a lo más alto y que ponga la fecha blanca sobre fondo verde. Que haga el trazo de la erre a mano, que baje y suba y enlace la letra de mi nombre.
Deja que su voz me alcance.
Prende en su pecho la hoja de espárrago y la flor. Mírala de frente, a los ojos. Y llámale maestra, que es la palabra más hermosa del mundo.
“(…) Y llámale maestra, que es la palabra más hermosa del mundo”.
Regálame ese libro de la tapa azul. Pon tu mano en la mía, despacio. Sorpréndeme en la ventana, por favor. Haz el milagro de los panes y siéntate a contemplar conmigo el ritual de todas las mañanas.
“Las manos de mi madre / llegan al patio desde temprano / todo se vuelve fiesta /
cuando ellas vuelan / junto a otros pájaros / junto a los pájaros /que aman la vida
y la construyen con los trabajos / arde la leña, harina y barro / lo cotidiano
se vuelve mágico”
Se vuelve mágico.
Háblame del silencio profundo, de la verdad en trance. ¿Dónde está el mar y dónde están los peces? Quiero acurrucarme otra vez, quiero tu latido y tus venas y el olor de tu arroz. Quiero hacerme de ti.
Ven.
“Las manos de mi madre / me representan un cielo abierto /y un recuerdo añorado
trapos calientes en los inviernos. //Ellas se brindan cálidas / nobles, sinceras, limpias de todo / ¿cómo serán las manos / del que las mueve / gracias al odio?”
¿Cómo serán?