Las ideas se combaten con ideas
12/1/2017
Si un entrevistado te hace temer constantemente por la calidad de la pregunta que seas capaz de hacerle, ese es Paco Ignacio Taibo II. Ajeno a cualquier tipo de formalidad, hay siempre en su conversación ese signo de lo urgente, esa necesidad de vivir la intensidad de cada instante allí donde más útil se sienta cada cual. Por eso, a veces las preguntas no son más que pretextos para una respuesta impredecible o para una salida de tono que es también su peculiar manera de indicarte que cambies de tema. Desde esa perspectiva, ofrecemos aquí el diálogo que sostuvimos con él, durante la semana de Autor que le dedicó Casa de las Américas.
Taibo en Casa de las Américas, 1988. Fotos: Cortesía Casa
Has dicho que la cultura es el gran instrumento político que dota al ciudadano, al militante, al luchador social, y le da paso largo. ¿Por qué?
Hay una educación formal que tiene que ver con enseñarte a multiplicar, la tabla periódica de los elementos, si el Tiranosaurio Rex será anterior al Diplodocus; y hay una educación sentimental que es la de tus gustos a través de elementos básicamente culturales, la cual te da la gran columna vertebral del militante, del ciudadano universal con una reflexión política, una visión de la justicia social por delante y la justicia individual por detrás. Entonces, es la cultura la que te abastece de los materiales que van construyendo esta especie de columna vertebral de educación informal, de educación sentimental, que es esencial, porque cualquier adoctrinado podrá decir que el ser social prevalece sobre la conciencia, pero no entenderá lo que es hasta que no lea El Conde de Montecristo; cuando lo lea, ya sabrá de qué estamos hablando.
Además de escritor, eres activista social y cultural en fábricas, comunidades rurales, colectivos en huelga… ¿No crees que eso te quita tiempo para escribir? ¿Qué les dirías a escritores que no han vivido esa experiencia y a los que se declaran apolíticos?
La declaración de apoliticismo encubre una actitud conservadora frente a la vida y un politicismo conservador y reaccionario.
Me quita tiempo para escribir, pero tampoco puedo estar escribiendo 40 horas al día. El día tiene 24 horas y duermo 6 o 7; en ese sentido, el tiempo que dedico a la militancia es un tiempo útil, sano, necesario. Para poder escribir, trato de robarle horas al tiempo del activismo cultural o social. Lo que ocurre, en general, es que me voy refugiando en las noches donde no suena el teléfono, no me llaman para invitarme a ningún lado, y voy construyendo una especie de espacio protegido para poder escribir. A veces lo logro, a veces no, pero está bien. Mi capacidad de creación literaria no ha disminuido por el tiempo que dedico a la militancia, entre otras cosas, porque soy un privilegiado que vive de los derechos de autor; entonces, mi trabajo, el que me da de comer todos los días, está asociado con la labor de escribir. ¿Qué le diría a alguien que no entiende esto? Que lo siento por él, que no vive la riquísima experiencia de dedicar una parte de su tiempo a los demás, en el sentido más amplio y generoso del término. ¿Qué les diría a los que se declaran apolíticos? ¿Qué les diría a los que se declaran apolíticos? Les diría que no sean comemierdas: "No, tú lo que eres es un reverendo pendejo y un comemierda"; porque una declaración de apoliticismo en un país y un continente y un mundo convulsionado como el nuestro es una declaración de vuelo sobre la realidad con alas en el culo, por favor. Ahí están las tensiones de todos los días. ¿Vas a permanecer inmune o al margen de ellas? Pues lo lamento. En general, la declaración de apoliticismo encubre una actitud conservadora frente a la vida y un politicismo conservador y reaccionario.
¿Cuál ha sido, desde tu punto de vista, el precio cultural de la ofensiva neoliberal en América Latina? ¿Qué papel le atribuyes a Cuba y a sus instituciones en el enfrentamiento a esa ofensiva?
Empiezo por la última pregunta. Desde México, la contraofensiva cubana no se ve, es invisible. Los niveles de bloqueo todavía son muy altos y los niveles de comunicación, muy bajos. El discurso oficial cubano no es permeable, no llega, es formal; falta la sal de la vida, de la respuesta política, el calor de la carne. La incidencia de los medios alternativos de comunicación es sana; la red de México es de la izquierda y, por más que la derecha paga robots, paga responsables y organiza oficinas con 200 computadoras, se estrellan contra la pared del pensamiento crítico de la propia sociedad. A pesar de que la red es como la vida misma, o sea, está llena de mierda, también es cierto que está llena de pensamiento crítico que refluye.
Casa de las Américas 2009
Hoy por hoy, para el Estado mexicano, que es un ejemplo que vivo todos los días, resulta casi imposible ocultar una mentira, taparla, enmascararla, porque le brotan como champiñones en el bosque cientos de versiones contradictorias. En ese sentido, las redes solo son un ejercicio bien interesante para usar la capacidad polémica de los jóvenes, aunque hay de los que la usan con 2 insultos y una línea. A veces Twitter es demasiado elemental, necesitas más aire; Facebook es mejor para desarrollar la capacidad polémica de los jóvenes, usar argumentos, información, pero, sin duda, es un espacio sano.
La medida de la rentabilidad en producción cultural no la da el dinero, y hay que tener cuidado porque de veras puede ser una manzana envenenada.
En cuanto al neoliberalismo, el problema es que todo lo vuelve mercancía, entonces tú dices novela y él dice producto, papel, costo, beneficios, utilidades, publicidad, mercadotecnia. Dices teatro y el neoliberalismo dice sala, 360 localidades, posibilidad de pasarla por televisión, etc. Por tanto, hay que aprender a navegar en los mares procerosos del mercantilismo neoliberal para crear contrapuntos, contracorrientes, contraespacios. Ante la idea del mercado como supremo mandarín de la vida cotidiana, para Cuba hay un problema: tienen que tener un extraordinario y potente cuidado en impedir que entre en sus vidas la palabra rentabilidad. Esa palabra es una especie de serpiente en el paraíso, que anda repartiendo manzanas a los idiotas y te dice: este libro nos cuesta 8 y vamos a venderlo con una cierta rentabilidad a 11. En cultura, la rentabilidad no tiene que ver con valor y precio, sino con el impacto en el desarrollo de la columna vertebral de la educación sentimental de tu sociedad. Es rentable aquello que eleva, protege, hace crecer, educa, ofrece alternativas a tu sociedad, y no aquello que es rentable económicamente. El riesgo de la mercantilización de la cultura se presenta enmascarado en algunos lugares como “está bien, pero tiene que ser rentable, no podemos traer un concierto de la Sinfónica de Berlín porque para 382 personas que asisten a la sala tendríamos que cobrarlo a X”. La medida de la rentabilidad en producción cultural no la da el dinero, y hay que tener cuidado porque de veras puede ser una manzana envenenada.
En esta era de tanta comunicación, pero también neoliberal, ¿sientes que los países latinoamericanos y nuestras culturas estamos más cerca o más lejos entre nosotros?
Creo que estamos todavía demasiado lejos, no hemos logrado el sueño de Bolívar y del Che. Es la cultura la que hace los puentes más grandes, y te remito al debate que tuve en Argentina. Ahí está la respuesta, yo defendí heroicamente la idea de que para no hacer de este continente una broma tenemos que tender puentes culturales.
¿Por qué, siendo un hombre de letras, te has involucrado en la producción de audiovisuales sobre los que llamas “los nuestros”, entre ellos el Che, Pancho Villa…?
Porque descubrí que la prolongación del ensayo político, periodístico, la narración, etc., puede ser el formato de la televisión y el documental, si se maneja con la suficiente flexibilidad y no se formaliza, si no le das la espontaneidad y el tono que tiene el libro. Los productos secundarios, como pueden ser Youtube, la distribución directa, los CDs, etc., expanden la posibilidad de contar una historia. El libro de Guiteras tiene un nivel de profundidad 7, el documental tiene un 2, pero no está nada mal si la simplicidad de este último te permite que no se vuelva anquilosado, pedagógico.
Cuando hablas de la devolución del territorio mexicano arrebatado por EEUU, insistes, sobre todo, en que devuelvan Hollywood. ¿Por qué?
Sí, porque para qué quiero yo Tejas. No lo quiero para nada; lo que quiero es que nos devuelvan Hollywood, porque creo que hay una alianza potencial importante entre la América Latina progresista y el Hollywood progresista, o sea, los que produjeron Mising son de los nuestros y esta alianza es real. Hollywood es una máquina de producir sueños, ilusiones, narrar historias, pero en esos componentes hay uno importante de pensamiento liberal progresista al que hay que unirse.
Con Roberto Fernández Retamar. Semana de Autor 2016. Foto: Abel Carmenate
Una vez me dije que había una solución para la guerra contra los talibanes: en lugar de bombardearlos, se les debería enviar 400 aviones cargados con videocaseteras de las viejas y la cinta Gilda, donde Rita Hayworth se quita el puñetero guante. En las comunidades talibanas, eso les iba a desquiciar el pensamiento único machista, antifeminista, racista. El bombardeo de las ideas es fundamental; en lugar de tirarles bombas, tírales videocasetes. Estoy muy liado por un pensamiento del Che que decía: “las ideas se combaten con ideas”.
¿No te llama la atención, por ejemplo, que el macartismo fue más duro precisamente en Hollywood?
Claro, y no es accidental. Se trataba de destruir cualquier vestigio de pensamiento crítico en la sociedad norteamericana; lo principal era pegar en el medio de difusión más importante en ese momento, que no era la tele, sino el cine; masácralos en el cine y así debilitas el pensamiento crítico que está generando la sociedad norteamericana. No es casual que la oposición más unánime que se ha producido por sectores contra la candidatura de Trump haya venido de Hollywood.
Has afirmado que solo escribes sobre personajes revolucionarios. Recuerdo que lo cité en el prólogo de tu libro, decía: “los reaccionarios que escriban de su gente”. ¿No te preocupa ser acusado de extremista, intolerante?
Me atrae profundamente la idea de que me acusen de extremista, intolerante incluso. Hay cosas que no tolero: el racismo, el capitalismo salvaje… A estas alturas, la medida de un hombre no son sus amigos, son sus enemigos, y yo tengo los enemigos que me gusta tener.
En tu biografía de Antonio Guiteras defines a Rubén Martínez Villena como “una mezcla de sinceridad, maravilloso hombre de honor entregado a la lucha, poeta romántico, involuntario y trágico Dama de las Camelias castigado por la tuberculosis, y personaje del Realismo Socialista narrado por Byron”, y sugieres que le debes un libro. ¿Volverás algún día para escribir una biografía de Rubén?
No, porque me queda grande, pero a lo mejor un día, si la televisión cubana me invita, hago un documental de Rubén Martínez Villena para decir cómo es esa maravillosa mezcla de un poeta del realismo socialista encarnado en una estructura personal byroniana. Rubén me gusta mucho como poeta y como persona, y su tragedia política. Era un organizador de bases proletarias y quedó atrapado en el aparato de un partido estalinista muy inepto, sectario.
Hablando de matices, hemos visto la edición cubana de tu biografía del Che, que ha tenido una gran repercusión. ¿Estás al tanto de eso?
No, en la calle la gente me saluda, pero creo que es porque no me conocen, me confunden.
Pero te diré que en el programa nuestro encontramos en internet la entrevista que le hizo CBS al Che en video, le pusimos la traducción y ha tenido un impacto tremendo no solo en Cuba, sino en varias partes del mundo. En tu libro dices que el Che estaba nervioso y no muy brillante, pero no es lo mismo leerlo que verlo, porque es todo lo contrario, era una ironía, una sonrisa todo el tiempo.
La vi transcrita, pero no hay que olvidar tampoco que el Che era tímido; detrás de su aparente arrogancia era un personaje que tendía hacia adentro y no estuvo nunca cómodo con los periodistas porque, además, era tan autocrítico en su manera de vivir la vida diaria que devenir en el privilegio del homenaje lo tenía muy incómodo.
No es lo que se ve en el video, por eso digo que no es lo mismo leerlo que verlo.
Yo creo que los libros de historia son vivos y que cada vez que encuentras un error lo corriges y cuando encuentras un enriquecimiento o más información vuelves y corriges, etc. Las novelas no, las escribiste una vez y ahí están.
Paco, eres un asiduo a la Feria del Libro en Cuba. ¿Por qué esa asiduidad y ese interés en que tus libros se publiquen aquí?
Acabo de regalar los derechos de autor de un libro mío a Casa de Las Américas, Regreso de los tigres de la Malasia. ¿Por qué mi interés? Básicamente, porque encuentro que el lector cubano cuando lee mis libros goza mucho y me devuelve el calor. También, porque a estas alturas de mi vida puedo darme el lujo como escritor de regalar los derechos de autor de un libro y, dada la situación de no poder cobrar en divisas, pues me pagan el libro en arroz con frijoles y huevo frito y no hay bronca.