“Las cosas no caen del cielo”

La Jiribilla / Foto: Tomada de Internet
10/3/2016

Todos le felicitan, todos le abrazan al llegar de Las Vegas con el Premio Grammy Latino en la categoría de Álbum Tropical Tradicional por No quiero llanto (Tributo a Los Compadres) del Septeto Santiaguero y José Alberto El Canario. El disco fue un suceso. La noticia acaparó todos los titulares; pero el brillo de esta historia, no comenzó ahí…

Recorrerla con Fernando Dewar Webster, director de la agrupación, es entrar en la heredad de esa legión de guitarreros y bohemios que dejaron por las calles de Santiago la poesía conmovedora y sutil, imbatible y eterna. Es compartir una alegría inextinguible, la certeza de que apegarse a la raíz es ser fiel a la vitalidad, no a las cenizas. ¿Nos acompañas?

Nacido en Cayo Mambí, Holguín adentro, Fernando tuvo la música cerca desde temprano. Sus hermanos mayores le compraban guitarras y filarmónicas. Los vecinos hicieron lo suyo. En sus estudios secundarios y preuniversitarios, integró agrupaciones de aficionados, hasta que se decidió por… la Licenciatura en construcción de maquinarias, por el hecho de descubrir La Habana, de perseguir los escenarios musicales. Mientras, pudo asistir a un curso para autores musicales en el Conservatorio Ignacio Cervantes…

Nubenegra
El politécnico Álvaro Barriell será su primer centro laboral, pero la música le hala. Del grupo de aficionados Expresión, comienza a tocar el tres en Sones de Oriente, y a principios de los 90, le llaman de Melodías de Ayer, en condición de tresero y director.

“Me di a la tarea de reorganizar ese grupo ligado a la tradición, pues se había formado desde 1962, pero estaba a punto de desintegrarse. La mayoría de sus fundadores estaban por jubilarse o ya lo habían hecho. Tenía diez integrantes y decidimos acercarlo a la forma de septeto. De allí surge el Septeto Santiaguero, el 2 de febrero de 1995”.

La música y la amistad tienden puentes. El escenario promocional lleva a Dewar hasta Euskadi (País Vasco). Sobrevendrán presentaciones del Septeto, una audición en Madrid. El ritmo convence a la disquera Nubenegra que contrata al grupo inicialmente para hacer tres discos. De allí saldrán: Septeto Santiaguero (1996), La pulidora (1999) y La chismosa (2001).

“Para el primero designan como productor musical a Demetrio Muñiz. Teníamos un repertorio amplio, pero no estaba pensado para un disco. Se  grabó muy rápido en un estudio privado en La Habana, pero nos gustó mucho. Incluimos entre otros temas: “Ya que estoy en mi Cubita” (Ñico Saquito), “Sazonando” (Lilí Martínez) y “Te picó la abeja” (Miguel Matamoros) así como “Esa niña, que cintura” y “No pares los pies”, temas de José Luis Lozada que siguen en nuestro repertorio activo”.

“Después vino La pulidora, un disco más pensado, con la producción del músico argentino Alberto Gambino. Tuvo buena aceptación y buen sonido, pero hay detalles alrededor de cómo se trabaja la música tradicional con los que no estuvimos conformes. En la música tradicional pensamos que la sección rítmica debe estar de una manera compacta con la parte armónica. De hecho se grabó con una guitarra bajo, cuando normalmente tocamos con contrabajo, y eso se alejó un poco de la sonoridad del Septeto Santiaguero”.

Sin embargo, un recio trabajo de estudio permitió que el fonograma terminara con una gema. A partir de una cinta con la voz y la guitarra de Marcelino Guerra, el Septeto Santiaguero completó el resto y rescató para la música cubana su tema “Me voy a las dos”.

Se cerraba un siglo y comenzaba otro. Hubo algunos cambios entre los integrantes del colectivo. Alrededor del tercer disco, La chismosa, se realiza una amplia gira por Europa y 33 presentaciones en Alemania, en lugares tan exigentes como la Ópera de Frankfurt o el Weltmusik Festival de Colonia.

“La próxima producción discográfica, Para los bailadores (2002) representó la grabación de un concierto en vivo desde un teatro de Galapagar, cerca de Madrid. Fue un disco de recopilación de temas bailables, porque nos habían dicho que cuando tocábamos en vivo, los coros destacaban, los temas eran más largos… y resultaba casi un completamiento, una exigencia”.

Los mangos bajitos (2005) significó el cierre de una fructífera etapa con la disquera Nubenegra y la asunción de una nueva responsabilidad. Habían abierto un camino y era hora de andarlo por sus propios pies.

“Nos pusimos de acuerdo y la producción musical la hicimos nosotros mismos. Decidimos como sonaría la percusión, nos atrevimos a hacerlo de la manera que considerábamos. Hubo muchos temas propios de los integrantes del Septeto. El que da nombre al disco es de Chencho  Heredia, el cantante. De mi autoría incluí “Tu cosita, Caridad” y también hubo temas de Rudens Matos. El disco marca una diferencia con respecto a todo lo que habíamos hecho anteriormente”.

Grammy
El fonograma Oye mi son santiaguero, producción ganadora del Premio Cubadisco 2011 y primera nominación a los Grammy Latino (Categoría Álbum Tropical Tradicional) ese propio año, es un disco de “descartes”. Lo escucho decir a Fernando Dewar, lo cual necesita inmediata explicación: “Fue una recopilación de algunos temas que por diferentes razones no habíamos incluido en discos anteriores. Grabamos “Colombia” de Polo Montañés que le gustaba mucho a la gente y “Las cuestiones del amor” de Adalberto Álvarez. Incluimos de nuevo “Esa niña, que cintura” y pudimos grabar piezas ya conocidas con otros conceptos. Fue una producción del Septeto Santiaguero y después se la ofrecimos a la disquera catalana PICAP. Con ellos también organizamos una gira intensa por Europa que resultó nuestra reaparición”.

“Nos concentramos en que el disco sonara macho. Queríamos que tuviera una misma atmósfera. Tocamos lo más natural posible y después en el proceso de masterización, resaltamos detalles en cuanto al sonido para que fuese más contemporáneo, bailador, aunque fuera desde un formato tradicional”.

“Hacemos mucho énfasis en la percusión, el bajo y el tres, porque con eso es con lo que se baila. Las escuelas de baile y los bailadores, con los que hemos tenido mucho contacto, siempre te dicen que hay que escuchar el bajo y la clave, para no atravesarse. ¿Y cómo lo van a oír… si no se lo pones en la grabación en un plano que lo puedan distinguir?

Su próxima propuesta, Vamos pa’ la fiesta (2013) se gestó pronto, otra vez con PICAP. Y el éxito fue repetido, con la obtención del Premio Cubadisco y una nueva nominación al Grammy Latino. Entre los invitados estuvieron figuras de gran relieve internacional.

“Fue muy importante para nosotros desde el punto de vista profesional y artístico. En esto tuvo mucho que ver el trabajo de nuestro manager, Alden González, que logró la comunicación y envió las propuestas. Fue emotivo e impresionante que Rubén Blades respondiera enseguida que sí. Le mandamos la grabación con la pistas y a los tres días ya la teníamos de vuelta con su voz. Así ocurrió con el ya desparecido Cheo Feliciano y con José Alberto El Canario. Quedamos muy satisfechos con el trabajo y eso da la medida de cuanto se aprecia en el mundo la música cubana”.

En la propia ceremonia del Grammy, el director del Septeto Santiaguero y José Alberto El Canario se conocen personalmente. Será un feliz encuentro: “Le propusimos el homenaje a Los Compadres, porque valorábamos lo que él hacía en el mundo de la salsa: el único que silbaba y esas cosas originales que también tenían Los Compadres. También, porque había que llamar la atención de que la música que hoy se difunde, con la que baila la gente, tiene su raíz en esa música tradicional, y por más que te alejes, esa base está ahí.

“Decidimos hacerlo como una coproducción entre el Septeto y El Canario, y casi tardó dos años porque grabábamos en los momentos que podíamos. Luego pudimos hacer contacto con otros artistas que grabaron también en este disco como Oscar D’ León, Ismael Miranda, Aymee Nuviola y el grupo Esencia de Puerto Rico. Fue un disco muy escuchado, muy revisado por nosotros. Lo masterizamos en EE.UU. por un especialista ya premiado anteriormente, llamado Maikel Lázarus, y buscamos un diseñador que estuviera en la misma línea del homenaje, Amels Rodríguez.

“Como se sabe, al principio, el dúo Los Compadres fue integrado por Lorenzo Hierrezuelo y Francisco Repilado, Compay Segundo, y luego por Lorenzo y su hermano Reynaldo. Posteriormente, cada uno de ellos hizo una carrera independiente. En el disco hay obras de todos, en su calidad de compositores y también de intérpretes. Por eso se incluyen temas como “El Lunar” de Cuco Valoy y una de las canciones más hermosas de la trova,  “Pensamiento” de Rafael Gómez, Teofilito.

En consecuencia, No quiero llanto (Tributo a Los Compadres) es la posibilidad de entrar en temas antológicos de la música cubana. El septeto ha devuelto a la memoria el vigor del propio tema homónimo de la autoría de Lorenzo Hierrezuelo, al igual que otras propuestas suyas como “Con la espuela” y “Rita la caimana”. Asimismo, recobran espacio “Hay un runrún” y “Amor Silvestre” de Reynaldo Hierrezuelo. Asumen sus propias versiones de temas ya universales de Francisco Repilado como “Sarandonga” y “Sabroso”.

“Cerramos con una conga (“Su señoría la conga” de Enrique González. “La Pulga”), porque Los Compadres también la tenían en su repertorio. Tomamos la parte musical del dúo y le incluimos al final la Conga de Los Hoyos y la corneta china de Joaquín Solórzano. Hay temas que cuentan con violines, la participación del Orfeón y una sección de cuerdas de la Orquesta Sinfónica de Oriente. También invitamos a Eliades Ochoa, Andy Montañés y al percusionista boricua Edwin Bonilla.

“La idea inicial fue hacer un solo disco, pero como tuvimos varios invitados, creció hasta convertirse en un álbum doble de 18 temas. Los discos aunque están integrados, no son continuidad uno de otro. Se organizaron y pensaron para que pudieran disfrutarse de forma independiente”.

Santiagueros y universales
Fiesta de los Sanfermines en Pamplona, Expo de Hannover, Festival Jazz Rally de Dusseldorf, Festival de Documentales de Biarritz, Mostra de Venecia, Semana Negra de Gijón, Festival la Mar de Músicas de Cartagena, Blue Balls Festival de Lucerna, Carnavales de Mérida, Cancún, Cozumel, Islas Mujeres, Sala New Morning, Bataclan, Moods, Floridita, Teatro López de Ayala, Porgy & Bess, Cinema Paradiso, y por supuesto, los escenarios donde siempre le esperan: las salas Galileo Galilei y Clamores en España, la Casa de la Trova, de la calle Heredia… Son algunos de los escenarios donde el Septeto Santiaguero ha sido aplaudido.

El ser santiaguero es, por un lado, el orgullo de la tierra que vio nacer a  Matamoros, a Ñico y a Compay, a una pléyade de artistas de la tradición; y por otro, el permanente desafío de vivir a casi un millar de kilómetros de la capital de un país sumamente centralizado.

Fernando Dewar ha sido el timonel. En sus manos ha estado el punto final, pero su grupo ha sostenido el rumbo. El método ha sido el diálogo y una disciplina férrea. Y cada ensayo se asume como exorcismo necesario para la próxima presentación.

“Lo que nos caracteriza es el trabajo, el compromiso que se adquiere, tanto con los artistas que te acompañan, como con las personas que te siguen. Subir cada escalón requiere trabajar. Las cosas no caen del cielo”.