Las cálidas maquinaciones de Jesús Lara Sotelo
“La poesía en general es pintura que habla”
Luis de Góngora, 1613
“Mi obra es la salvación de mí mismo, para no desistir, para no quebrar mi fe en los hombres. No sé si todavía el arte podrá salvar lo que como humanidad hemos perdido, quisiera pensar que sí, espanta pensar. Es tremendamente duro admitir la impotencia del arte frente al horror y al exterminio”.
Jesús Lara Sotelo, 1999
La muestra Arborescencias, del artista plástico y poeta Jesús Lara Sotelo, recién inaugurada en la galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, es una suerte de síntesis de su trayectoria artística en la visualidad. Lara rinde tributo a los treinta y cinco años de sus inicios como pintor (ocurrido en el ya distante 1989) y, al mismo tiempo, la muestra fue inaugurada el mismo día de su cumpleaños cincuenta y dos. Dos celebraciones en una.
Un nutrido público asistió a una velada que comenzó con la interpretación del reconocido músico y showman Bobby Carcassés y su grupo, seguido de las palabras de bienvenida a cargo de Omar Valiño, director de la Biblioteca Nacional, las de quien esto escribe sobre las virtudes de Arborescencias y, finalmente, las palabras del artista agradeciendo las ayudas recibidas para la exposición. En ese momento inicial Lara donó un retrato de José Martí de su autoría a los fondos pictóricos de la institución.
Lara Sotelo es un hombre dominado por las imágenes y a la vez dominador de ellas. Su accionar en las artes visuales es muy versátil, pues ha trabajado la pintura, el dibujo, la fotografía, la escultura, la cerámica, las instalaciones, el video-arte y el diseño gráfico, de manera que posee una cosmovisión propia de la perspectiva visual y desde las diferentes maneras de producir arte. Añadamos que su poesía escrita tiene zonas de complementación con su producción simbólica, lo que le otorga un nivel de conceptualización diferente y más profundo al mero hecho de gestar imágenes.
Lara es un poeta reconocido en el mundo letrado cubano, con una decena de títulos en los que ha desgranado una lírica muy impregnada de filosofía vital, erotismo y reflexiones existenciales. Por esta razón, la muestra de artes visuales se completó días más tarde con un coloquio dedicado a su escritura, mediante un panel integrado por Francisco López Sacha, Virgilio López Lemus y Alberto Marrero, que sesionó en el espacio galerístico rodeado de sus obras de arte.
Como se sabe, desde la antigüedad grecolatina la poesía y la pintura se comprendieron asociadas como acciones artísticas con una misma raíz o, dicho de otra forma, como “artes hermanas”. La frase “Ut pictura poesis”, expresada por Simónides y consagrada por Horacio en su Epístola para los Pisones, tuvo en la Poética de Aristóteles la fuente original.
Esa concepción de la igualdad o semejanza entre ambas manifestaciones creativas fue el núcleo fundamental de los ecos y resignificaciones que se manifestaron a lo largo del Siglo de Oro español y por ese conducto ha llegado hasta el presente.
La frase del gran Luis de Góngora citada al inicio del texto refrenda esa tradición. Es por lo que Lara puede ser considerado con pleno derecho un renacentista. Sus inquietudes y curiosidad cultural así lo demuestran.
Su obra posee una fortuna crítica que en las artes visuales ha inspirado textos de Rufo Caballero, David Mateo, Toni Piñera y quien esto escribe, entre otros, y en las letras a Antón Arrufat, César López, Jesús David Curbelo, Omar Pérez, Marilyn Bobes, y Zuleika Romay. Son muchas las voces de intelectuales reconocidos coincidiendo en la ponderación satisfactoria de una obra que, realmente, debiera tener una presencia mayor en los medios culturales.
Lara Sotelo forma parte de ese reducido grupo de poetas-artistas visuales integrado, entre otros, por Samuel Feijóo, Pedro de Oraá, Fayad Jamís, José Pérez Olivares, Rolando Estévez y Pedro Juan Gutiérrez, todos con obras estimables en sus producciones de símbolos y signos, además de ser excelentes bardos.
Reparé por primera vez en el trabajo visual de este artista hace muchos años y eso me condujo, por vías inefables, y a solicitud del propio Lara, a inaugurar, en diciembre de 2010, su exposición dedicada a la gran bailarina Alicia Alonso, realizada en la galería del Memorial José Martí. Allí pude apreciar el dominio de la línea que es uno de sus rasgos más característicos.
Las mutaciones artísticas de Lara, que han sido constantes, lo llevaron por caminos del paisajismo, el retrato, el cuerpo y el erotismo, las arquitecturas dañadas por el paso del tiempo de la ciudad de La Habana, los hechos de nuestra temporalidad y por un abstraccionismo que, en mi criterio personal, es de lo mejor de su obra plástica.
Lara ha sido, pues, uno y muchos artistas al mismo tiempo. Su dominio del arte fotográfico es total, igual ocurre con las piezas volumétricas y con la figuración en cualquier soporte. Es un artista que conceptualiza muy bien su trabajo y lo pone a dialogar con sus aforismos y poemas, lo que da por resultado, como ya expresé, una comprensión a fondo y poliédrica de la imagen.
Lara ha sido surrealista, abstracto, realista hasta los detalles, combinatorio, y desde esos cambios y mixturas y con el pasar de los años, se hizo dueño de un estilo, lo quiera admitir o no. En sus obras en carboncillo sobre papel y tinta sobre cartulina es donde mayor control y creatividad sobre la línea ha mostrado. Otro de sus valores es la creación de ricas texturas en sus telas a partir de empastes y confluencias de colores. Buen titulador de sus obras, cosa que a veces se torna difícil hasta para los escritores con sus libros, Lara posee tino para nombrarlas, de manera que la imagen y su título hibridados contribuyen al mensaje visual.
Su credo en la historia y el destino de la humanidad, en el hombre, y sus dubitaciones y deseos en lo que el arte pueda contribuir a mejorarlo está expresado en el pensamiento situado al inicio de estas palabras, se trata de un tema que él ha abordado suficientemente en su poesía y que nos muestra a un artista que, como proclamaba como objetivo Marcel Duchamp, es mucho más que un simple elaborador de signos.
Lara es un pensador de su época y del terrible vía crucis que atraviesa la humanidad en sentido general. Su poesía exhibe estas honduras tanto en el plano íntimo del individuo como en el macro de las sociedades humanas. Tales palabras, el epígrafe, escritas hace quince años, alcanzan en la coyuntura mundial del presente las más fuertes connotaciones.
En estos momentos Lara ha terminado de gestar un extenso libro-catálogo (Ascensión al Himalaya interior, es su título provisional), de más de mil páginas, que es una suerte de compendio de lo más representativo de su arte y de sus ideas. Ojalá encuentre el patrocinio necesario para publicarlo, pues se trata de una herramienta fundamental para dar a conocer al intelectual integral que es.
De su primera exposición de 1989 a Arborescencias, la parábola recorrida por el artista ha sido larga y accidentada, pero sin dudas ha salido triunfador en su empeño creativo. Ese libro-catálogo da fe del mismo. Arborescencias es solo la punta de un iceberg, la muestra muy sintética de una obra prolífica y llena de presencias y vislumbres hacia una estación mayor.