A las puertas del aniversario 128 de la caída de José Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, se hace oportuno comentar las tres armas hasta el presente conocidas que fueron de su propiedad.
“Su verdadera arma —la de siempre—, que alcanzaba a todos sin importar distancia, ni ideología, ni nacionalidad, fueron las verdades que siempre amparó con el ejemplo de su vida y obra”.
La primera en el tiempo fue un revólver Colt, calibre 45, que poseyó Martí en Nueva York, y que adquirió bien por su compra o como obsequio de algún patriota, ya que tiene en el guardamonte de la masa o tambor su nombre cifrado. Sobre el cañón, entre otras inscripciones de fábrica, aparece la ya conocida localidad de Hartford, donde estaba ubicada la fábrica de Colt. En la actualidad este revólver es parte de los objetos personales de Martí que atesora la Fragua Martiana de La Habana. En el mismo, y como dato de interés en relación con su diseño, se aprecia a ambos lados de la empuñadura la marca de identidad de la fábrica de Samuel Colt: un potro encabritado por el dolor que le provoca una lanza india clavada en su costado, mientras retiene entre sus fauces una segunda lanza; bajo sus dos patas delanteras levantadas se ve un cactus, símbolo de la flora de las desérticas extensiones del oeste norteamericano. No sin ingenio publicitario, establece así el fabricante una relación entre su apellido y el sustantivo colt, que significa potro. De hecho, el potro, como pubertad del caballo, también simboliza el ímpetu de la joven y pujante sociedad yanqui, en su etapa última de expansión territorial en lo que quedaría de siglo.
Al embarcar hacia Santo Domingo, en su último viaje de acción revolucionaria, cuyo destino último sería Cuba, junto con el revólver Colt, también formó parte del armamento de Martí un fusil Winchester.
Ya en Santo Domingo, y en compañía de Máximo Gómez, entre Martí y el hijo de aquél, Panchito Gómez Toro, se produjo un cambio de armas: Panchito le regaló a Martí un revólver Smith and Wesson, calibre 44, con conchas de nácar en la empuñadura, y, en reciprocidad, este le regaló su Colt. Según testimonios de primera mano, cabe conjeturar que a la par de las razones de amistad que prevalecieron en el cambio de armas entre los dos patriotas, existían otras de orden técnico. El Smith and Wesson —posiblemente el llamado modelo Ruso, de 1878—, según los expertos, era por entonces el mejor revólver en uso. A la alta calidad de su diseño y de la munición que usaba, sumaba un número de cualidades, a saber: menor tamaño, menos peso y una mejor adecuación formal de los componentes, empuñadura y gatillo en relación con la mano del que lo portaba. En conocimiento, sin duda, de lo que recibía y por qué lo recibía, Martí aceptó el Smith and Wesson, más por el protector cariño que en su velada intención amparaba el obsequio de Panchito, que por las particularidades técnicas del arma. Y como de padre a hijo le correspondió, dándole su Colt 45. A fin de cuentas, para morir “de cara al sol”, en la guerra que él había alentado, no había gran diferencia entre empuñar un revólver o una lanza caribe. Su verdadera arma —la de siempre—, que alcanzaba a todos sin importar distancia, ni ideología, ni nacionalidad, fueron las verdades que siempre amparó con el ejemplo de su vida y obra. La mejor y más segura de todas las armas en todos los tiempos.
Al desembarcar en Cuba, por Playitas de Cajobabo, su armamento era el revólver Smith and Wesson, el Winchester antes citado y un machete de hoja curva cuya empuñadura la remataba la cabeza en relieve de un gallo de pelea, símbolo de hidalguía y coraje. Estas dos últimas armas, el Winchester y el machete, se encuentran en el Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba y en el Museo de la Ciudad de La Habana, respectivamente. Al caer en combate desigual en Dos Ríos, Martí sólo empuñaba el Smith and Wesson, regalo de Panchito. El Winchester quedó en el campamento, y el Smith and Wesson nunca fue disparado durante su galope hacia la inmortalidad. El revólver, finalmente, fue recuperado por el jefe de la columna española coronel José Ximénez de Sandoval, quien, en actitud lacayuna, se lo obsequió al entonces Capitán General de la Isla de Cuba, Arsenio Martínez Campos.
Para las presentes y futuras generaciones, quedan como testimonios de las armas utilizadas por Martí, el revólver Colt 45, el Winchester y el machete de hoja curva. Tal vez, en España o en Cuba, contra el fondo blanco de una pared, como un adorno más, cuelgue el Smith and Wesson que con propósitos más nobles empuñara hombre alguno en la antes pasada centuria.