Lamothe

Noel Alejandro Nápoles González
28/9/2020

Acostumbrado como estoy a vestir con palabras pensamientos que desnudan cosas, ¿qué hacer ahora, que debo desnudar con palabras sentimientos que han de vestir la imagen de un amigo?

Eurico Borges, el portugués más cubano que conozco, me llamó el 26 de septiembre y me preguntó, con una voz más triste que la melancolía: “¿Es verdad que Lamothe murió hoy?”. Luego, conversando con grabadores que aprecio mucho y que también lo estimaban, supe que sí, que era verdad: Luis Lamothe (1965-2020), el amigo, el grabador, aunque cueste creerlo, ha muerto.

Lamothe con uno de sus proyectos inconclusos, el juego de damas. Foto: Leonor Menes Corona
 

Enseguida pensé en este año 2020, que tanta gente buena se ha cobrado ya: Sigfredo, Eusebio, Oraá y otros, muy cercanos, que quise mucho… Recordé que, casualmente, hace un par de años, Lamothe organizó una expo de pequeños formatos que él mismo tituló: 2020; que él fue uno de los pocos grabadores del patio que le dedicó obras al teatro de la Isla; y que en 2016, en la expo Homo Pinocchius, que organicé en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, Lamothe obró la metamorfosis de Pinocho en un negrito cubano.

Pero uno de sus mayores milagros fue reunir, el año pasado, obras de quinientos artistas para celebrar el medio milenio de La Habana, en la galería de Luz y Oficios, centro en el que trabajaba desde hacía años. Y es que Lamothe era eso: un espíritu de concordia en época de discordias materiales, un inventor de proyectos colectivos en medio de tanta dispersión individual, un soñador incurable en tiempos de pesadillas epidémicas.

La última vez que mi esposa y yo nos topamos con él, estaba contento con su nuevo taller, barajando ideas descomunales. Siempre sonriente, siempre animoso, su voluntad estaba a prueba de zancadillas. Y ese es el retrato suyo que quiero conservar: el del hombre que no se rinde jamás y que por encima de todo no deja de crear.

Lamothe: ayer un amigo común, Yerandee González, me dijo: “Otro que nos espera del otro lado”. Así sea. Un abrazo, hermano, y perdóname: sigo sin hallar las palabras a la altura de tu modestia.