Ildefonso Acosta Escobar es un destacado músico matancero. Integró, con solo 15 años, el Trío Tropical, en 1954. Tras el Triunfo de la Revolución, fue miembro del Consejo Nacional de Cultura y fundó la Escuela Vocacional de Música Aniceto Díaz, de Matanzas. Se licenció en Música, en la especialidad de guitarra, en el Instituto Superior de Arte, en 1982. En la actualidad, es profesor adjunto del Seminario Evangélico de Teología de la urbe yumurina.
Creador de un método didáctico de guitarra popular, ha compartido escenario con grandes personalidades de la música cubana como el maestro Leo Brouwer. Su obra ha sido reconocida en Cuba y el mundo. Figuran entre sus reconocimientos: la Medalla de Visitante Distinguido de la Alcaldía de la ciudad de Málaga, España; el Premio de la Escuela de Luthería Cremona-Italia, la Distinción Interkoncert y Juventudes Musicales de Hungría, y la Orden del Ministerio de Arte y Cultura de Polonia.
El pasado año 2019 recibió el Premio Nacional de Música, galardón que reconoce una vasta trayectoria artística y un sinnúmero de aportes al panorama musical cubano. A sus 81 años de vida y 66 de carrera artística, tiene mucho por contar.
Usted ha dedicado prácticamente toda su vida a la música. ¿Cómo fueron sus inicios?
“Mi tío materno, Ernesto Escobar, me inculcó el amor por la música. Él era un magistral artista, tenía una voz bella. Siempre quise poseer sus dotes artísticas. En la contraportada del CD Tema del recuerdo, del año 1985, aparece una foto mía con tres años sosteniendo una guitarrita que me regalaron por mi cumpleaños. Desde esa corta edad la música me cautivó.”
Foto: cortesía del autor
A lo largo de los años, la guitarra ha sido su compañera inseparable. ¿Usted escogió a la guitarra, o esta lo escogió a usted?
“La guitarra se ha convertido en parte de mi familia, un elemento indispensable en mi vida, aunque, el primer instrumento que quise fue el piano; pero antes de la Revolución existían conceptos sobre la masculinidad y con respecto a las personas que se inclinaban por ese instrumento; mi padre compartía esos prejuicios, además quería un hijo universitario. Después me trajo un violín, decía que era fino, pero desde que tuve la guitarrita que me regalaron por el Día de los Reyes Magos, yo la escogí a ella, y partir de ese momento la empecé a tocar de manera autodidacta. Fue como un amor a primera melodía, desde ese entonces, hemos sido inseparables.”
Compuso una música incidental para un documental sobre la figura del Che. ¿Qué puede decir sobre esta experiencia?
“Fue algo inolvidable. Una comisión del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) contacta conmigo para que compusiera la música de un documental sobre la figura del Guerrillero Heroico, que llevaría por nombre Che. Me pedían algo que lo identificara con los pueblos a través de la guitarra. Estuve pensativo por mucho rato, era tan alto honor que no lo podía creer. Me motivé mucho porque quería estar a la altura de su dignidad. En ese proyecto me incorporé con un grupo de compañeros que iban para la Sierra Maestra a nutrirse de esa experiencia, allí en el mejor escenario posible, compuse El Tema de La Montaña para el documental. Fue clave el vínculo del Che con la serranía cubana y el Altiplano americano.”
Ha formado a grandes generaciones de músicos. ¿Qué representa para usted el magisterio?
“Muchos artistas plantean que yo he sido pieza fundamental en su formación. Es muy satisfactorio que agradezcan mi aporte en lo que hoy son. El magisterio me ha engrandecido como ser humano, es el oficio más noble del mundo. En 1964 fundé y fui profesor de la Escuela Vocacional de Música Aniceto Díaz, en Matanzas. Le puse así en homenaje al creador del Danzonete.
La idea de fundar ese centro de formación iba encaminada a acoger a mujeres y hombres trabajadores de cualquier sector, que estuvieran interesados en el mundo de la música, donde la edad no fuera un impedimento, ya que este tipo de enseñanza artística solo era destinada a los más jóvenes. He sido conferencista y jurado en múltiples eventos nacionales e internacionales de guitarra y composición.
En la actualidad soy Profesor Invitado Consultante de la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos, miembro de honor de la Universidad de Ciencias Médicas y Profesor Adjunto del Seminario Evangélico de Teología de la urbe de los puentes y ríos.”
¿Qué ha significado la Uneac para usted?
“La UNEAC es parte de mi vida, le entregué mucho. Fui fundador esta organización en 1961 y presidí desde sus comienzos, en 1978, su Comité Provincial en Matanzas. Fui su primer presidente y estuve en el cargo durante 14 años. En el año 1992 solicité la liberación, se necesitaba sangre joven. La Dirección Nacional no compartía mi decisión, pero había que dar paso a la juventud. Posteriormente seguí siendo por dos periodos miembro de su Consejo Nacional.”
Sus estudios físico-acústicos han resultado de gran importancia en la confección de instrumentos cordófonos. ¿Qué puede decirme al respecto?
“Así es. Me llena de orgullo. Mi amigo el luthier Pablo Quintana es el constructor de guitarras más grande que ha dado Cuba, y con mis estudios físico-acústicos hicimos un binomio perfecto. Trabajamos juntos y logramos instrumentos que compitieran con las mejores marcas a nivel mundial.”
Dentro de la música, ¿qué género prefiere?
“Amo la música de concierto, aunque me nutro de todos los géneros y melodías de todas las épocas. Todos los ritmos me apasionan. He escuchado a Beethoven, Vivaldi, los Muñequitos de Matanzas, Afrocuba, entre otros.
Quizás no me creas si te digo que en una ocasión compuse un reguetón nombrado “Te mandé el tabaco”. Lo que más me gustó fue que el público le dio el significado que quiso. No tengo nada en contra de ese género, pero me satisface que hice un reguetón culto, libre de malas palabras. La vulgaridad lacera la música actual.”
¿Qué le viene a su pensamiento cuando le menciono Cuerdas de la memoria?
“Mi libro, es una compilación de vivencias, emociones y recuerdos de mi vida que giran alrededor de una guitarra. Lo presenté en la XIV edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en el 2005, con Ediciones Matanzas.”
Idelfonso Acosta presentó su libro Cuerdas de la memoria.
Para muchas personalidades de la cultura en el país fue un acto de justicia que se le otorgara el Premio Nacional de Música 2019. ¿Cómo recibió la noticia
“Fui uno de los nominados a esta distinción en el año 2001. En aquella ocasión lo obtuvieron Electo Silva, Ester Borja y Ricardo Egües. Confieso que no pensé alcanzar el premio en esta ocasión, quizás lo merecía en alguna de sus entregas anteriores, aunque no puedo mentirle, el resto de los artistas gozaban de méritos suficientes para lograrlo. Finalmente, el maestro Joaquín Betancourt y yo resultamos los ganadores. Nunca es tarde para ser merecedor y disfrutar de tan alta distinción.
La musicóloga Marta Bonet, miembro del Instituto Cubano de la Música, me comunicó la noticia vía telefónica en la tarde del sábado 19 de octubre. En ese instante vinieron a mi mente muchos momentos de mi carrera. Que tu país reconozca tu entrega y pasión por más de seis décadas, eso no tiene comparación alguna.
Este premio no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de mi esposa Iraida, motor impulsor y sostén de mi carrera artística, mi inspiración toda, culpable de muchas de mis canciones.
De igual manera, agradecerle al jurado conformado por los Premios Nacionales de Música de años anteriores: Adalberto Álvarez, Guido López Gavilán, Pancho Amat y Beatriz Márquez; al público y a la música cubana en general por hacerme merecedor de este importante lauro.”
¿Qué significa Matanzas para usted?
“Matanzas es mi patria pequeñita, mi fuente de inspiración; donde me quedé con Carilda y Julio Font. No me hallo fuera de aquí. Cuando estoy lejos, me entra el síndrome de la matanceridad.”