La vida crónica del Odin Teatret
25/11/2016
Asido al mástil, el antiguo vigía divisó, entre la bruma, la franja costera en lontananza. Entonces, repitió el ancestral ¡tierra a la vista! Fue tan fuerte el grito que sus ecos resuenan hasta hoy. Así desembarcó Eugenio Barba en Cuba hace tres décadas. Este octubre lo hará un día después de cumplir sus magníficos 80 años, quizá un costoso regalo que se da a sí mismo por los lazos con esta Isla, fertilizados a lo largo del tiempo.
Cuba le abre sus brazos. El Odin Teatret, itinerante como ninguno, está de vuelta otra vez cual navío de fecundas bodegas. Santiago de Cuba, Bayamo, Las Tunas, Camagüey, Sancti Spíritus, Santa Clara, Matanzas, Pinar del Río y La Habana acudirán a un intenso programa de talleres, seminarios, demostraciones, espectáculos y encuentros del grupo multinacional asentado en Holstebro, Dinamarca, con más de medio siglo a cuestas. Es la tercera gran gira completa a la isla en peso, en medio de presencias habituales a cada paso por mil motivos de linaje teatral y humano.
La vida crónica. Foto: Tomada del sitio web del grupo.
Tiempo atrás, Eugenio me escribía sobre cómo los libros suyos que nuestra Casa Editorial Tablas-Alarcos ha publicado en Cuba, trazarían, cual diminutas islas flotantes, un puente imaginario sobre el mar. Quizá esa imagen sintetiza mi relación personal y profesional (al caso, la misma), y la de mi equipo, y la de su estirpe cubana, con Eugenio Barba y el Odin Teatret, últimos herederos de las vanguardias del Novecientos. No será aquí donde yo la cuente, pero sí donde afirme que la utopía del grupo como núcleo de irradiación teatral y cultural, como responsable de la herencia, en permanente proceso de formación y aprendizaje, y el actor entrenado, consciente y comprometido, han sido, en su prédica y en su ejemplo, un referente para buena parte del teatro de la América Latina y de Cuba, al tiempo que ellos aprendieron a amar nuestras luchas. De ahí su saldo más trascendente en lo profesional y en lo humano: la creación, cultivo y sostenimiento de una amplia, rica y poderosa familia teatral intercontinental, asentada sobre una práctica de comunismo primitivo que, con su grupo, Eugenio reconstruyó en fecha muy temprana ante el fracaso de los grandes proyectos. Como respuesta, soñó una microhistoria y la convirtió en germen de una revelación mayor.
Lidió con el imposible de cabalgar un relámpago. Y lo logró. Las chispas de media centuria de vida crónica lo alumbran. Asistamos a verlo.