La trova cubana, en mi opinión, no es un género en sí mismo. Es un mundo expresivo donde caben infinitos géneros. Los cultores de la trova cubana no estamos subordinados a ninguna regla estética cerrada y vamos bebiendo de distintos géneros musicales con toda libertad.

Las canciones trovadorescas reflejan acontecimientos y sentimientos colectivos, épicos, o sucesos íntimos, inconformidades, plenitudes, de manera que juntando canciones —célebres o desconocidas— de distintas épocas puede contarse la historia de Cuba desde su lado más humano y complejo, lo que es decir, desde su lado más hermoso.

“(…) juntando canciones —célebres o desconocidas— de distintas épocas puede contarse la historia de Cuba desde su lado más humano y complejo (…)”.

Como imagen se asocia a la interpretación en formato de voz o dos voces acompañadas de cuerdas pulsadas, pero en realidad tampoco esto es una condición inmutable, pues las canciones trovadorescas se pueden acompañar de distintos formatos instrumentales, sin perder su savia.

En el plano literario las letras pueden tener un lenguaje directo cercano a la crónica, o un vuelo poético lleno de metáforas, y en este sentido sí creo que la mirada poética —incluyendo, por supuesto, la poesía coloquial— es una premisa de la trova.

La trova cubana es un universo dinámico y abierto, que nos pertenece y nos identifica. Es un lenguaje que se enriquece y se transforma orgánicamente con los tiempos, conservando sus esencias. Además, con independencia de las modas, de las etapas de esplendor y de más visibilidad o del estatus de música alternativa, ha sido y es parte del imaginario del pueblo y no se ha detenido un segundo en crecer y dar a luz nuevos nombres y nuevas canciones, desde Juan Pandero hasta nuestros días.

“(…) la mirada poética —incluyendo, por supuesto, la poesía coloquial— es una premisa de la trova”.

La trova, por derecho natural, es ya patrimonio cultural de la nación cubana. Solo falta declararlo.

Julio 2022

Estas fueron las palabras que envié meses atrás a una dirección de correo creada para compilar opiniones de artistas y profesionales ligados al mundo trovadoresco, sobre el concepto de trova cubana, durante el proceso de análisis para su declaración como patrimonio cultural de la nación. A lo largo de dicho proceso se escucharon y registraron muchas opiniones y debates e intervinieron expertos de varias instituciones como el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC).

Ahora que ya es un hecho y que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural ha emitido una resolución que así lo declara, es inevitable que en lo personal repase mi vida desde mis primeras canciones siendo estudiante universitaria y parte del movimiento de aficionados de la FEU, con lo cual emprendí en 1980 un largo recorrido hasta la propia mañana de hoy que canté para un hermoso público de la Quinta de los Molinos en el festival por la inclusión, organizado por UNICEF.

La trova me regaló un lenguaje para cantarle al amor, a la nostalgia, a la ciudad, a la nación, a lo perdido, a lo hallado, a la infancia, a lo posible, a lo risible, a lo desgarrador, a lo imaginado, a lo diferente, a lo heredado, a lo incomprensible, a lo que quiero transformar… y es un idioma que me ha permitido explorar caminos diversos. Es un código que me ha enlazado con muchos artistas, no solo trovadores, no solo de Cuba…es una identidad que me acompaña a todas partes, lleve o no la guitarra a cuesta.

“Está siempre por hacer la próxima canción”.

Pienso una vez más en nuestro querido Lino Betancourt, musicógrafo de la trova, que es como evocar todos esos nombres inmensos de la trova fundacional que nos antecedieron; pienso en esos grandes trovadores del siglo XIX fundiendo su lirismo a la metáfora de la patria naciente…; pienso en la trova entrelazada al son…, en el feeling con sus atmósferas sensuales defendiendo la poesía de la intimidad…,  en la Nueva Trova con su mirada repartida a lo largo de un país cambiante lleno de contrastes…, en la llamada generación de los topos, que ganó la luz a punta de canciones francas y osadas; pienso en la Casa de las Américas, en el Centro Pablo, en los teatros, en los festivales, en espacios radiales, en los rincones, las casas, los patios,los parques, en toda la raíz y la influencia de la que ha bebido la trova. Pienso en creadores, guitarristas, orquestadores, voces inolvidables; pienso en tantos nombres que ya no están, lo mismo que pienso en la suerte de seguir descubriendo voces muy jóvenes con un trabajo creativo impresionante y una gran destreza en las cuerdas…; pienso en todas esas personas que han protegido a la trova, que la difunden y pienso muchísimo en el público sediento de esa canción trovadoresca en todas las épocas, que tal vez sin saberlo ha ayudado a construir buena parte del camino que recorrió la trova cubana desde sus inicios hasta su declaración como patrimonio cultural de la nación.

Esta declaración es un acontecimiento muy especial para quienes amamos la trova, sea desde la guitarra, desde el escuchar, desde el alma.

Un abrazo cantor a colegas, público, gente amada y me despido con esta galería de memorias del camino compartido…, donde faltan, por supuesto, muchos instantes y muchas personas…

Está siempre por hacer la próxima canción

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