La sombra de los cuervos (L’ombre des corbeaux) es una de las 185 películas que conforman la selección del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Se trata de un cortometraje francés de 30 minutos que aborda el tema del exilio, experiencia que vivieron miles de argentinos durante la dictadura militar transcurrida en dicho país entre 1976 y 1983. A manera de autobiografía ficcionada, la obra es escrita y realizada por Elvira Barboza, joven directora hispano-argentina. El relato se enfoca a través de la mirada de una niña de diez años que, con sus recursos infantiles, intenta comprender el pasado traumático de sus padres y levantar así un velo que le permitirá abordar su presente con más calma. 

La riqueza de este corto reside en la dimensión universal de los temas abordados: la transmisión de la memoria, las cicatrices del pasado y la dificultad de hablar a las nuevas generaciones sobre los traumas vividos, lo cual resulta indispensable para reconciliarse con la historia y evitar que se repitan los errores del pasado.

“El relato se enfoca a través de la mirada de una niña de diez años que, con sus recursos infantiles, intenta comprender el pasado traumático de sus padres”. Imagen: Fotograma de La sombra de los cuervos

A una narrativa clásica y bien construida, al trabajo con la fotografía y a la interpretación excelente de los actores, se suman los recursos de animación. Algunas piezas pictóricas del padre de la directora (artista plástico) permiten abordar temas graves con cierta gracia y ofrecen una dimensión poética. Todo ello le ha merecido al cortometraje numerosos reconocimientos en múltiples festivales, entre ellos el gran premio de France TV, el cual posibilitó que el corto fuese televisado en uno de los canales más importantes de Francia (France 3); el Premio del Público en el Festival de Brest, uno de los más notorios del mercado del cortometraje en Francia; el Premio a la Mejor Realización en el Festival de Badalona (España), el Premio Malvinas, otorgado por alumnos del Instituto Marco Belli, y otros.

Para profundizar en La sombra de los cuervos, La Jiribilla tuvo la oportunidad de entrevistar a Rafael Bianciotto, uno de sus actores principales, y a Elvira Barboza, su directora, durante su estancia en La Habana en el marco del Festival.

Rafael Bianciotto es actor, director y profesor de teatro en París. La sombra de los cuervos es su primera incursión en el mundo del cine.

¿Cuáles fueron tus primeros acercamientos al arte?

Empecé a hacer teatro en la Facultad de Informática en Buenos Aires, en 1983; tenía 18 años. Más tarde matriculé en un curso de teatro amateur y supe que era mi vocación, así que dejé la computación y me inscribí en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, dirigido por Juan Genet.

En 1990, luego de cuatro años de estudios en la capital, decidí viajar a Francia, donde descubrí el trabajo gestual con las máscaras, la comedia del arte y el trabajo de Ariane Mnouchkine y el Théâtre du Soleil.

“El cine se parece más a un trabajo de microscopio que de lupa”. Foto: Internet

Históricamente el cine argentino ha gozado de mucha popularidad en las ediciones del Festival de Cine Latinoamericano. ¿Qué significa para ti participar en el Festival y cuáles son tus expectativas con el público habanero?

Como argentino y actor es un honor participar en el Festival y sensibilizar al público cubano con una temática tan universal y actual como el exilio forzado; un contexto político difícil que afectó a varios países. Es muy difícil transmitir a las generaciones posteriores una experiencia traumática, pero a pesar de ello considero fundamental que este trabajo de memoria perdure.

Teniendo en cuenta tu nacionalidad franco-argentina, tus estudios y desempeño en París, etc., ¿cuánto hay de Argentina en tus obras? 

La “argentinidad” es mi raíz, es lo que me constituye. El español es mi lengua, si bien hablo en francés la mayor parte del tiempo. Como en la película, mis hijos son franco-argentinos.

¿Bebes del teatro y del arte de las máscaras a la hora de hacer cine?

No. Es un trabajo muy diferente. Para hacer cine tuve que desaprender todo lo que comúnmente hago. Las máscaras te permiten hacer algo más lejano, como amplificar el juego y la actuación. El cine se parece más a un trabajo de microscopio que de lupa. Aunque en ambos casos la actuación tiene que ser sincera.

¿Qué significa para ti intervenir en un filme que versa sobre el rescate de la memoria?

Cuando Elvira Barboza me propuso el proyecto de la película quedé seducido inmediatamente, ya que es un buen resumen de lo que soy: un argentino exiliado en Francia, aunque las condiciones y las razones de mi exilio no se comparan con lo que les tocó vivir a los exiliados de los años 80.

“Es un buen resumen de lo que soy: un argentino exiliado en Francia”.

Por su parte, la cineasta argentina Elvira Barboza ha incursionado en el género experimental, los efectos especiales, la dramaturgia, la realización de guiones, etc. Nacida en Buenos Aires en 1974, se exilió con su familia en Madrid a la edad de tres años, durante la dictadura cívica y militar argentina. Con ella conversamos acerca de sus primeros pasos en el arte y su experiencia con el público cubano.

¿Cómo fueron tus inicios en el universo del arte?

Como toda niña, jugaba e investigaba. Como mis padres eran pintores e ilustradores, estábamos siempre en el taller dibujando, aprendiendo a hacer grabados y telares, pintando… Ese era mi mundo cultural. A partir de los 18 años emprendí mi camino en el cine, que es para mí la manifestación que justamente engloba todas las artes. Yo quería hacer teatro, música, pintura, fotografía, literatura, etc. Y así empecé a contar historias.

¿Cuáles son tus principales influencias cinematográficas?

¡Son múltiples! Pero mis cineastas favoritos son el polaco Kieslowski con su trilogía Azul (1993), Rojo (1994) y Blanco (1994), así como Andréi Tarkovski e Ingmar Bergman.

“Yo quería hacer teatro, música, pintura, fotografía, literatura, etc. Y así empecé a contar historias”. Foto: Internet

¿Qué ha significado para ti participar en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano? ¿Qué opinión te merece el público cubano?

Para mí ha significado lo mismo que promueve el propio Festival: intercambiar, propiciar encuentros entre los cineastas latinoamericanos, generar lenguajes, pero también salvaguardar el cine de Latinoamérica frente al europeo y el norteamericano. Tenemos una cultura común, y es preciso defenderla con dientes, uñas y corazón.

Me ha encantado intercambiar con el público cubano. Adoré las proyecciones a las que acudí, pues realmente la asistencia es muy popular: todas las clases están representadas. Ello no ocurre mucho en Francia o en España. Acá, por ejemplo, las personas intercambian incluso con los personajes y se expresan como si se tratase de una obra de teatro.

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