Este es el siglo de la rumba. Se baila en los más empingorotados salones; los espectáculos más selectos la han escogido como uno de sus números coreográficos de mayor estimación y mejor gusto. (…) En New York, París, Londres y Viena es la señora y tirana de los más refinados cabarets; y en su patria nativa ha sabido, con el más cruel y tenaz despotismo, cobrarse, en represalia, las repulsas y desdenes de que la hicieron víctima propiciatoria, cuando era una pobrecita inocente y desconocida.
La rumba de Lina Frutos, Federico Villoch

La XIV edición del Festival Internacional “La Ruta de la Rumba”, en su agenda 2022, está orientada a fomentar el sentido de pertenencia al legado africano. El Festival Timbalaye iniciará el próximo 31 agosto de 2022, con el auspicio del Ministerio de Cultura de Cuba en las provincias de La Habana, Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y Guantánamo.

Conocemos el origen de la rumba, en los barracones de esclavos, casas de colonos, en lo profundo de los montes, a la orilla de los ríos; fueron ofrendados a los dioses sus ritmos sacros en el medio semirrural, alrededor de los bateyes de ingenios azucareros. Más adelante, en el contexto urbano, donde abunda la población negra humilde, se interpretó percutiendo tambores e instrumentos caseros, en las habitaciones de solares marginales y cuarterías. El negro saca la música hasta del piso, como lo hacía el tamborero Chano Pozo.

“La rumba es pródiga fuente de inspiración”. Imagen: Internet

La rumba es pródiga fuente de inspiración; en el África encontraron la rítmica frondosa. Esta música ha sido una crónica teatral, social y humana, desde su creación en lejanos tiempos. El ritmo funde todas las emotivas expresiones del negro de origen africano en una sola. Es un fuerte aglutinante social, su poder contagioso crece y sorprende a cada paso.  

La invasión de la rumba al mundo fue bastante temprana, su exotismo fascinó desde 1913. Se dice que de ello se ocuparon Lew Quinn y Joan Sawyer, quienes contrataron en Nueva York a percusionistas cubanos para tocarla. En la zona bohemia (ahora tan rutilante) Greenwich Village, en 1925, Benito Coalla abrió el club El Chico, donde tamboreros y bailarines de Cuba arrebataban en las fiestas nocturnas del local. En París ocurrió otro tanto cuando, en 1932, en el cabaret Plantation, la orquesta del cubano Don Azpiazu marcaba los compases para que girara Marina, estrella rumbera, cuyo verdadero nombre era Alicia Parlá.

“La rumba debió recibir cambios comerciales para ser introducida en los salones de la aristocracia”.

Aunque el despegue mayor ocurrió en la década de 1930, a partir del teatro bufo y entre los compositores de lo afro, se hizo aún más evidente cuando músicos de otros países se apropiaron de ella. La rumba debió recibir cambios comerciales para ser introducida en los salones de la aristocracia. Es lo que Alejo Carpentier llamó “folclor bien peinado”.

En esa década del 30, el poeta Federico García Lorca, durante su visita a Cuba en 1930, ante una rumba en el barrio de Belén hizo notar: “Salen los negros con los ritmos que yo descubro típicos del gran pueblo andaluz”. Y es cierto, pues al contacto con la cultura colonial, el negro asimiló rimas y giros melódicos.

Cuando el rock and roll amenazaba al mundo con la música electrónica, algunos matanceros se reunían con la intención de crear un grupo de rumba y romper con los prejuicios. El musicólogo Raúl Martínez me cuenta que sostuvieron conversaciones estrellas de la rumba como Florencio Calle Peraza, Catalino y Esteban Lantrí, “Saldiguera”. Como resultado de ese encuentro quedó constituido lo que después fue llamado Guaguancó Matancero.

Se dan a conocer en 1952, y visitan los populares salones de La Tropical, La Polar y sociedades de negros en La Habana. El éxito fue arrollador. En 1956, cuando Elvis Presley era el símbolo de la nueva ola musical internacional, los rumberos matanceros grababan sus primeros discos de 78 y 45 rpm, con el sello Puchito. Los discos se difunden a través de vitrolas y la radio. Los rumberos llegan a la televisión. Se hicieron muy populares temas como “Los beodos”, “Tᒠcontento”, “Cantar maravilloso” y “Los Muñequitos”. Esta última referida a los personajes que aparecían todas las semanas en las tiras cómicas de periódicos capitalinos. Por ese motivo el público bautizó al grupo Guaguancó Matancero como Muñequitos de Matanzas.

“La rumba se ha convertido en un himno a la fraternidad, la visión universal y la fantasía inspirada de sus artistas”.

La rumba alimenta muchos otros ritmos cubanos como el son, el mambo y, en tiempos actuales, la música timba, que tuvo su auge en la década de 1990 con José Luis Cortés y NG La Banda. En el presente cuenta con una larga lista de intérpretes: Chucho Valdés (Irakere), José Luis Cortés (NG La Banda), Telmary, William Vivanco, Kelvis Ochoa, Tony Ávila, incluso el trovador Pablito Milanés. El género obtuvo gran reconocimiento internacional en 2001 con el disco La rumba soy yo, que ganó Grammy Latino en la categoría de música folclórica.

En 2002, el musicólogo texano Robin Moore, en su libro Música y mestizaje, dedica un capítulo amplio a la rumba, titulado “La fiebre de la rumba”. Tras los avatares enfrentados, la rumba se ha convertido en un himno a la fraternidad, la visión universal y la fantasía inspirada de sus artistas (con palabras de la etnomusicóloga afroamericana Isabelle Leymarie).

Afortunadamente, desde 2016, en Adís Abeba, Etiopía, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura declaró la rumba cubana Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Doy por terminado este artículo sobre la rumba con esta obra maestra del rey de la rumba en el son: Ignacio Piñeiro.

¿Dónde andaba anoche?
Avísale a mi contrario que aquí estoy yo,
que venga para que aprecie dulce cantar,
no quiero que después diga,
que di la rumba y no lo invité,
que venga para que aprecie sonoridad,
¿Dónde andaba anoche?
¡Qué bien te busqué!
Recorrí La Habana
Y no te encontré.
Ven, ven, siroco, ven, ven.

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