La Protesta de los Trece y el Grupo Minorista en su centenario
Como es conocido, una de las derivaciones más trascendentes de la Protesta de los Trece, fue la conformación de un singular grupo de jóvenes intelectuales que se reunieron bajo el nombre de Grupo Minorista. Todos tenían en común ser amigos, y ya habían mantenido acercamientos desde algún tiempo atrás, cuando se congregaron en el Café Martí, en una tertulia donde participaban Rubén Martínez Villena, Enrique Serpa, Juan Marinello y Regino Pedroso; a la que siguió otro cenáculo, esta vez en la redacción de la revista El Fígaro, donde trabajaba el crítico literario José Antonio Fernández de Castro, quien era cercano de los escritores y periodistas Emilio Roig de Leuchsenring, José Zacarías Tallet, Jorge Mañach, Félix Lizaso y Luis Gómez Wangüemert.
No resulta casual que varios de ellos aparezcan entre los firmantes de la llamada Protesta de los Trece, redactada por Rubén Martinez Villena y dirigida a denunciar la corrupción del gobierno de Alfredo Zayas. Como sabemos, el hecho que dio origen a la protesta ocurrió el domingo 18 de marzo de 1923 en la Academia de Ciencias, lugar donde el Club Femenino de Cuba había preparado un homenaje a la escritora y activista uruguaya Paulina Luisi. El discurso de elogio debía ser pronunciado por el secretario de justicia del gobierno de Zayas, Erasmo Regüeiferos, quien estaba implicado en la escandalosa operación de compraventa del Convento de Santa Clara. Al iniciar sus palabras, fue interrumpido por Villena, quien le negó autoridad moral para hablar ante aquella concurrencia. Dicho manifiesto fue suscrito por trece de los quince participantes: Rubén Martínez Villena, José Antonio Fernández de Castro, Calixto Masó, Félix Lizaso, Alberto Lamar Schweyer, Francisco Ichaso, Luis Gómez Wangüemert, Juan Marinello, José Zacarías Tallet, José Manuel Acosta, Primitivo Cordero, Jorge Mañach y José Ramón García Pedrosa.
Según el testimonio de quien fue considerado como uno de sus mentores, el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, el nacimiento del Grupo Minorista ocurrió en el siguiente contexto:
Por primera vez en nuestra República los intelectuales, colectivamente, y alejados por completo de la política profesional, partidarista y utilitaria, tomaban, no reclamaban, una posición en la vida pública cubana. Aquel gesto de protesta y aquella actitud levantisca, acto sencillo y espontáneo, realizado sin preparación alguna y sin la idea de lograr determinados propósitos, hubiera tal vez pasado como cosa sin importancia, para los que lo realizaron, si un proceso contra ellos no hubiera venido, por una parte, a hacerles ver la trascendencia que el hecho tenía; por otra, a estrechar los lazos de la amistad y el compañerismo, a unirlos e identificarlos más, y a unir e identificar con ellos a otros elementos que no habían tenido la suerte de encontrarse aquella tarde del 18 de marzo en la Academia de Ciencias, pero que de encontrarse, con ellos hubieran protestado, porque, como ellos, repudiaban también el desbarajuste y la desmoralización administrativa de aquel momento.
Aquellos protestantes, que hasta ese momento sólo se habían aglutinado con propósitos literarios, intentó organizarse cívicamente en la llamada Falange de Acción Cubana, entidad que fracasó, al decir de Roig, no sin cierta ironía: “ahogada por la rutinaria artificialidad de todas las asociaciones clásicas: reglamento, presidente, actas, campanillas, “pido la palabra”… Más tarde, estos contertulios siguieron reuniéndose de manera informal en cafés y en los célebres almuerzos sabáticos, en el Hotel Lafayette, en los cuales se agasajaban a personalidades cubanas y extranjeras.
“Por primera vez en nuestra República los intelectuales, colectivamente, y alejados por completo de la política profesional, partidarista y utilitaria, tomaban, no reclamaban, una posición en la vida pública cubana (…)”, dijo el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, quien fuera uno de los participantes en la Protesta de los Trece.
La ideología del Grupo Minorista fue decididamente de izquierda, y sus miembros, en palabras de Roig se:
pronunciaron desde el primer momento contra los falsos valores, los Pachecos y los consagrados, y por una radical y completa renovación, formal e ideológica, en letras y en artes, pero que sin olvidar estos propósitos, pero por encima de ellos, se interesaban por los problemas políticos y sociales de Cuba, de América y de la Humanidad y por ellos laboraban en sentido radical y progresista.
El conjunto de nuevos intelectuales se mantuvo activo y compacto hasta que uno de sus miembros, Alberto Lamar Schweyer, se convirtió, en opinión del escritor Alejo Carpentier, en el “traidor del minorismo”, al publicar en la revista El Fígaro, en febrero de 1927, un fragmento de su libro Biología de la democracia, donde legitimaba teóricamente la existencia de las dictaduras y devenía en aliado explícito del régimen de Machado. Por ese motivo Lamar no aparece sentado a la mesa, en la célebre caricatura de Conrado Walter Massaguer “Sobremesa sabática”, y asoma furtivamente mirando a los comensales desde una ventana.
Lamar expresó entonces que el Grupo Minorista no existía, lo que provocó la respuesta enérgica de Rubén Martínez Villena, publicada en el número de junio de 1927 de la revista Social, donde se trazaba una verdadera cartografía política de aquel movimiento. En primer lugar, se establece el origen del Grupo:
Hace algunos años, el 18 de marzo de 1923, un reducido número de intelectuales —artistas, periodistas, abogados—, reunidos incidentalmente en la Academia de Ciencias, llevaron a cabo un acto de rebeldía y censura contra el entonces Secretario de Justicia, allí presente, significando así el repudio que la opinión pública hacía de la memorable compra por el Gobierno del Convento de Santa Clara, como imposición gubernamental a la mayoría del país. Aquel acto marcó una orientación destructiva, apolítica, a la juventud interesada en influir honradamente en el desarrollo de nuestra vida pública, dando una fórmula de sanción social y actividad revolucionaria a los intelectuales cubanos.
En su artículo, Villena refleja los intentos del grupo de noveles literatos de formar agrupaciones de carácter más comprometido en el orden político social, como la ya citada Falange de Acción Cubanay también en el conocido como Movimiento de Veteranos y Patriotas, el cual preparaba una acción de protesta armada contra la corrupción administrativa y la incapacidad gubernamental. En sus conversaciones, de modo invariable, los minoristas se ocupaban de escarnecer los artificiales valores burgueses, denunciar a los falsos patriotas, hacer burla de los llamados “genios” oficiales, y junto a esta labor demoledora de espurias reputaciones, también trataban de proponer fórmulas políticas para dar solución a los males de la República, entre ellos el sometimiento de su gobierno a los Estados Unidos, desde una orientación ideológica decididamente de izquierda.
“(…) los minoristas se ocupaban de escarnecer los artificiales valores burgueses, denunciar a los falsos patriotas, hacer burla de los llamados “genios” oficiales, y (…) también trataban de proponer fórmulas políticas para dar solución a los males de la República, entre ellos el sometimiento de su gobierno a los Estados Unidos (…)”.
Villena define con claridad que el minorismo era: “un grupo sin reglamento, sin presidente, sin secretario, sin cuota mensual, en fin, sin campanilla ni tapete; pero es esta precisamente la más viable organización de un grupo de intelectuales”. Al mismo tiempo, reconoce que se trataba de un conjunto de trabajadores intelectuales, que habían radicalizado su pensamiento renovador en lo referido a argumentos estéticos, y que, si su postura podía considerarse minoritaria en cuestiones artísticas, no lo era tanto en el ámbito social, pues “él ha sido en todo caso, un grupo mayoritario, en el sentido de constituir el portavoz, la tribuna y el índice de la mayoría del pueblo”.
Los minoristas eran, de acuerdo con Villena, “(…) un conjunto de trabajadores intelectuales, que habían radicalizado su pensamiento renovador en lo referido a argumentos estéticos, y que, si su postura podía considerarse minoritaria en cuestiones artísticas, no lo era tanto en el ámbito social (…)”.
Por último, en lo que pudiera considerarse un programa ideológico del minorismo, se recogen los siguientes aspectos:
Por la revisión de los valores falsos y gastados.
Por el arte vernáculo y, en general, por el arte nuevo en sus diversas manifestaciones.
Por la introducción y vulgarización en Cuba de las ultimas doctrinas, teóricas y prácticas, artísticas y científicas.
Por la reforma de la enseñanza publica y contra los corrompidos sistemas de oposición a las cátedras.
Por la autonomía universitaria.
Por la independencia económica de Cuba y contra el imperialismo yanqui.
Contra las dictaduras políticas unipersonales, en el mundo, en la América y en Cuba.
Contra los desafueros de la pseudodemocracia, contra la farsa del sufragio y por la participación efectiva del pueblo en el gobierno.
En pro del mejoramiento del agricultor, del colono y el obrero de Cuba.
Por la cordialidad y la unión latinoamericana.
Firmaban este documento, entre otros: Rubén Martinez Villena, José Antonio Fernández de Castro, Jorge Mañach, José Zacarías Tallet, Juan Marinello, Enrique Serpa, Agustín Acosta, Emilio Roig de Leuchsenring, María Villar Buceta, Mariblanca Sabas Alomá, , Antonio Gattorno, Alejo Carpentier, Orosmán Viamontes, Juan Antiga, Arturo Alfonso Roselló, Juan José Sicre, Conrado Walter Massaguer, Eduardo Abela, Armando Maribona, Guillermo Martínez Márquez, José Manuel Acosta, Federico de Ibarzábal, Luis Gómez Wangüemert, Juan Luis Martin, Félix Lizaso, Francisco Ichaso, Martí Casanovas, Luis Alejandro Baralt y Felipe Pichardo Moya.
Emilio Roig, en su análisis de lo que significó el fenómeno del Minorismo dentro de la vida cultural y social de su época, denuncia algunas críticas maliciosas, que definían a sus miembros como unos sibaritas indignados, que no habían sido capaces de trascender sus tertulias de café y almuerzos sabáticos y no habían logrado fundar una revista, una editorial ni organizar un ciclo de conferencias. Pese a ello, Roig establece que se trató esencialmente de una asociación de colegas, unidos por “los lazos, sencillos, invisibles, pero más fuertes, de la amistad, del compañerismo y de la comunidad de pensamiento y sentimiento, de ideales y de propósitos”. Su legado estuvo, pues en que:
El minorismo dio en Cuba, por primera vez, el ejemplo de un grupo de artistas y escritores, no sólo de atelier o gabinete, sino interesados, como hombres, en los problemas políticos y sociales de su patria, de América y de la humanidad, con conciencia de la responsabilidad enorme que el intelectual —por ser intelectual— tiene para con sus semejantes, y el deber en que está de poner cultura y talento al servicio de su país y de la humanidad, principalmente en los periodos de crisis políticas o sociales.
“El minorismo dio en Cuba, por primera vez, el ejemplo de un grupo de artistas y escritores, no sólo de atelier o gabinete, sino interesados, como hombres, en los problemas políticos y sociales de su patria, de América y de la humanidad (…)”.
En el ámbito propiamente literario y artístico, fue un fruto genuino de este grupo la antología La poesía moderna en Cuba, compilada y publicada en 1926 por Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, en la que colaboraron casi todos los miembros del grupo, obra en la que se ofrecía una certera visión del movimiento poético cubano de 1882 a 1925, y se realizaba una fecunda labor de revisión de sus valores estéticos. De igual modo, los minoristas promovieron la idea de realizar sendos monumentos a Enrique José Varona y Manuel Sanguily, vivos los dos entonces, tributándoles así un homenaje de admiración por lo que estos próceres habían significado en la historia de Cuba y personificaban en aquel momento, en el orden intelectual como en su talante patriótico. Tanto Sanguily como Varona constituían verdaderos mentores espirituales del grupo, pues ambos libertadores representaban: “el pasado más limpio de Cuba, su presente mas enérgico, su porvenir más esperanzado”.
Uno de los elementos más poderosos que dieron cohesión a aquel conjunto de intelectuales y artistas, fue el hecho de que, en opinión de Emilio Roig:
pospusieron cada uno su propia personalidad, ante la personalidad del Grupo, desdeñando cualquier triunfo o vanagloria individual, por el triunfo o la gloria del Grupo, de tal manera que si a alguno se le ocurría determinada iniciativa o campaña, no era él el que, egoístamente, reservándose para si el éxito feliz o el triunfo, la acometía, sino que era el Grupo el que la llevaba a cabo, lo cual dio siempre una fuerza centuplicada a todos los trabajos que los minoristas realizaron.
Y aunque el minorismo no contó con un órgano de prensa propio que lo identificara, algo que por demás se les antojaba superfluo, ya que muchos de ellos ejercían el periodismo y tenían a su disposición las páginas de numerosos órganos de prensa, no cabe duda que fue la revista Social el vehículo de comunicación por excelencia del grupo. Así lo reconocieron en diferentes momentos Juan Marinello, Félix Lizaso, Jorge Mañach y el principal colaborador dentro de la citada publicación, Emilio Roig, quien afirmó en 1926 que:
al Grupo Minorista debe Social su auge y esplendor literario y artístico, lo que hoy significa y lo que hoy vale. Sin los minoristas mi labor también hubiera sido incompleta y defectuosa… Social, por mi pluma y en nombre de sus directores, tributa especial reconocimiento de gratitud al Grupo Minorista, y proclama orgullosa su identificación espiritual con el minorismo.
“(…) no cabe duda que fue la revista Social el vehículo de comunicación por excelencia del grupo. (…)”.
También fueron órganos de prensa afines al minorismo las revistas Venezuela Libre, América Libre, Revista de Avance, Atuei, Carteles y el Suplemento literario del Diario de la Marina, al que José Antonio Fernández de Castro convirtió, según el criterio de Roig, “en página de información y exposición francamente vanguardista, tanto en el material como en la presentación tipográfica, con gran escándalo de los viejos suscriptores del entonces decano de la prensa cubana, que creían ver al diablo metido dentro de su propia iglesia”.
Una brillante cohorte de intelectuales cubanos e hispanoamericanos de diversas generaciones y credos estéticos, políticos y filosóficos, establecieron relaciones personales y de compañerismo con el Grupo Minorista. Entre los cubanos estuvieron José María Chacón y Calvo, Mariano Brull, Julio Antonio Mella, Femando Ortiz, Alfonso Hernández Catá, Carlos Loveira, Enrique Gay-Calbó, Emilia Bernal, Francisco González del Valle, José Antonio Ramos, Luis Felipe Rodríguez, Benigno Souza, Ruy de Lugo Viña, Ramiro Guerra, Graziella Garbalosa, Regino Pedroso, Félix Pita Rodríguez, Ramón Guirao, Rafael Esténger, Carlos Montenegro, Jaime Valls, Rafael Blanco, José Raúl Capablanca, Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla y Eusebio Delfín.
Del universo latinoamericano descollaron Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Daniel Cossío Villegas, Rafael Heliodoro Valle, Salvador de la Plaza, Luis Cardoza Aragón, Pedro Henriquez Ureña, Andrés Eloy Blanco, Oliverio Girondo, Antonio Caso, José Ingenieros, Vicente Lombardo Toledano, Miguel Ángel Asturias, Jaime Torres Bodet, Salomón de la Selva, Berta Singermann y Diego Rivera. De España, los minoristas estrecharon amistad con Ramón del Valle Inclán, Luis Araquistaín, Femando de los Ríos, Luis Jiménez de Asúa, Gregorio Marañón, Manuel Isidro Méndez, Gabriel García Maroto, Américo Castro y Rafael Suárez Solís
Varios políticos progresistas también fueron cercanos al Grupo Minorista, entre ellos estuvieron el líder independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos; Francisco Maciá, luchador por la soberanía de Cataluña y el llamado camarada Petrovsky, representante del Gobierno de la U. R. S. S. en México, que en viaje hacia su país hizo una breve escala en La Habana, y quien al decir de Roig era un
hombre culto y de vivaz inteligencia, con el que era lógico que, hombres de izquierda, los minoristas cambiaran impresiones sobre el gran proceso de transformación político social realizado en Rusia, y sobre el cual sentía el Grupo, por lo menos, el acucioso interés que los hombres nuevos tienen que sentir por esos grandes movimientos sociales de renovación progresista, buscando en ellos experimentos y enseñanzas aprovechables.
El accionar del Grupo Minorista fue muy eficaz en oponerse a la invasión norteamericana de Nicaragua, denunció la política injerencista de Washington en México, se enfrentó con verticalidad a la violación policial del recinto universitario y al allanamiento de la casa del sabio filósofo Enrique José Varona y afrontó los pronunciamientos intervencionistas de Orestes Ferrara en la VI Conferencia Panamericana. Asimismo, fue solidario con la causa independentista del pueblo puertorriqueño, combatió el encarcelamiento del dirigente comunista peruano José Carlos Mariátegui y también se pronunció contra el encierro, en 1927, de Rubén Martínez Villena, Alejo Carpentier, José Antonio Fernández de Castro y Martí Casanovas.
El Grupo Minorista desapareció hacia 1928, un lustro después de haber sido constituido, a raíz de la Protesta de los Trece. Su dispersión obedeció a múltiples causas externas e internas. Ente ellas, cabe destacar el aumento de la represión machadista y también la radicalización del accionar de varios de sus miembros más connotados. Uno de sus principales animadores, el Dr. Roig, no vaciló en afirmar que constituyó una etapa definitoria dentro de la búsqueda de nuevas maneras de hacer arte y también de hacer política. Pero como dijera de manera lúcida el primer historiador de La Habana:
en Cuba tampoco bastaba ya con ser solo minorista. Ha sido necesario ser revolucionario contra politiqueros y desgobernantes y ser también antimperialistas contra la absorción y explotación de nuestra patria y las patrias hermanas de Hispanoamérica, contra la absorción y explotación de los Estados Unidos, mantenedores, siempre de las dictaduras y tiranías en todos los continentes.