Cuando todo se oscurecía, cuando no pude más, puse rumbo a El Caney.
Y aquella dama octogenaria, la bibliotecaria que sabe encontrar la sinfonía callada de cada libro, la profesora de leyenda que viene de maestros de leyenda, la vindicadora de Plácido, me abrazó. De un abrazo nació el mundo.
Nos fuimos al patio de su casa, apreté la grabadora y comenzó ―de modo natural, sin sobretonos― su clase magistral sobre las letras, sobre la vida. La doctora en Ciencias Filológicas, Daysi América Cué Fernández (Chaparra, 1942) me ha confesado que su primer libro, Ciudad de la memoria (Ediciones Santiago, 2003), fue una deuda saldada con la ciudad que la acogió, tras sus primeros años transcurridos en los aires de un central.
A esa inmersión, sobre figuras de la literatura santiaguera, sobrevino su segundo texto, viñetas sobre la historia, memoria fundida desde una poética particular. Y todos son sagrados (Editorial Sanlope, 2004) es un regreso a Las Tunas, a la nostalgia, a Vicente García y a su propio padre, el historiador Juan Andrés Cué y Bada.
Llegaron otros títulos, mas no podía creerlo cuando publicó Nacidos en la sala oscura (Ediciones Santiago, 2019), un enjundioso estudio sobre los vasos comunicantes entre cine y poesía. Ella decidió valorar, incluir algunos de mis poemas en su libro, junto a los de Fina García Marruz, Raúl Hernández Novás y Carlos Esquivel Guerra. ¡Nada menos!
Para fundar una obra sobre el análisis de otras obras, para adentrarse en el exigente género del ensayo, no basta la sapiencia, la elegancia, la excelencia; se precisa una conciencia, una mirada profunda, un hilo unificador. Y eso, a Daysi Cué, le va a la medida.
Sépase que su recorrido por las aulas está afincado en la rectitud más acendrada ―deudora al fin de Ricardo Repilado―, al mismo tiempo que en la originalidad más inquietante; dígase que las anécdotas de sus alumnos surgen a raudales, apúntese que ese legado de un cuarto de siglo en la Universidad de Oriente, es uno de los tesoros que la Alma Mater oriental guarda en sus 75 años de existencia.
Plácido, el poeta conspirador
Bromeé con ella cuando tuve la oportunidad de presentar su libro Plácido, el poeta conspirador (Editorial Oriente, 2007, Premio de la Crítica Histórica Ramiro Guerra, 2008) y la animé a buscar el cofre que guardaba su peineta, la palabra que el vate le dice al oído, la vieja foto donde ella está sentada, escuchándole.
Para fundar una obra sobre el análisis de otras obras, para adentrarse en el exigente género del ensayo, no basta la sapiencia, la elegancia, la excelencia; se precisa una conciencia, una mirada profunda, un hilo unificador. Y eso, a Daysi Cué, le va a la medida.
Si es cierto que, en su hora definitiva, camino al cadalso, Gabriel de la Concepción Valdés fue diciendo su “Plegaria a Dios”, Daysi ha de haber estado cerca, susurrándole su amor al aire; porque aquel su examen detallado ―cuasi policial―; su rastreo en legajos, periódicos, testimonios, biografías, investigaciones, reportes de viajes, libros, cartas… lo devolvió a la vida.
Al asomarnos a una nación en plena forja de su identidad, nos entrega su drama de cubano. Al definir los rígidos preceptos artísticos de su tiempo y sus cenáculos, nos entrega su drama artístico. Al retratar una época atrapada entre sus clases y sus prejuicios, nos entrega un drama profundamente humano: el de “un poeta mulato en una sociedad para blancos” que, en tantas ocasiones, impelido por su pobre economía, debió convertirse en “hacedor de versos dedicado a complacer a quienes odiaba”.
Plácido, el poeta conspirador no se anda con medias tintas y se adentra en zonas arduamente polémicas: ¿Es Plácido, el hombre de levita y pelo rizo, o es, acaso, un mestizo “al parecer blanco” dejado en la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana? ¿Cuál es su verdadera imagen, la que captó el francés Pío Dubrocq y que tanto difiere de la tradicional? ¿Qué dicen los testigos que lo conocieron? ¿Artesano o poeta? ¿Personaje histórico o héroe literario?
La investigadora nos introduce en un pasaje desolado: un ser quebrado por tantas acusaciones, sometido a la tortura física y sicológica, asaetado por acusaciones e interrogatorios; envuelto en una lucha desesperada por su vida ―aquel complejo proceso de 1844, conocido por Conspiración de la Escalera― de “una de las figuras más populares y controvertidas de la literatura cubana”.
Coda
¿Cuántas veces no la tuve de mi brazo, a la profe Daysi, desandando por las calles de Santiago, hablando de lo humano y lo divino; hijo y madre loma arriba-calle abajo? A su lado, ahora mismo, cuando habla de la memoria, de su familia, de su próximo libro. “Ha de salir, como los guerreros clásicos, con el escudo o sobre el escudo”, dice. Y yo le creo.