La palabra: el arma con que reposa un guerrero
Entre mis manos está el cuestionario. Ya me he presentado. Casi alcanzo el instante de iniciar la entrevista como la he previsto. Y, de repente, su frase se convierte en rompimiento, en punto de giro: “llega el momento, como dice la novela francesa, del ‘repos du guerrier’, la época del reposo del guerrero. Después de ser profesor y conferencista en distintos países, he entregado el batón a las nuevas generaciones. Sinceramente, estoy en otra fase de mi vida, en una etapa de creación literaria, digamos, más intimista. Llega el momento de meditar más, de hacer mi obra donde planteo todas esas cuestiones de las que hablé antes, pero como literatura creativa, artística”.
“Llega el momento de meditar más, de hacer mi obra donde planteo todas esas cuestiones de las que hablé antes, pero como literatura creativa, artística”.
Después de escuchar la declaración en tono suave del Maestro, lamenté no haber interpretado toda la dimensión de aquella línea. Estaba en el poema “Aguardiente nuevo” y decía: “Con el aché de la palabra hablada caribeña me conformo”. Desde hace un tiempo, el etnólogo, folclorista, especialista en las culturas de raíces africanas, Rogelio Martínez Furé, se ha dedicado a abordar esas problemáticas a partir de un género que él llama descargas y define como “ensayos-performances, oratura”, donde utiliza elementos de la oralidad y la escritura, una manera muy peculiar de dialogar sobre los temas que le han interesado a lo largo de los años. Así que me deshice de las preguntas que indagaban por teorías o explicaciones científicas, y que escapaban a esa propuesta de mi entrevistado, a la forma popular, sobre todo por su sencillez, de devolver la profundidad con la que se ha adentrado en su realidad y sus ancestros.
Para él muchas conferencias o textos ensayísticos “se quedan a nivel de los intelectuales, mientras que la poesía tiene un nivel más amplio de aceptación. Investigaciones importantísimas no trascienden a veces al pueblo. Por eso empecé a desarrollar el género descargas, donde privilegio una estructura dialogada y mezclo símbolos civilizatorios, proverbios, y cuando las presento lo hago como performance, donde canto, bailo. Comprometo a la audiencia a participar como hacíamos en los parques de los barrios o en el quicio de una bodega, cuando nos reuníamos a hablar y a descargar. Estas descargas tratan de toda la problemática de la cultura cubana, del mundo religioso, de la música, todo. Asumo el habla popular porque entiendo que los idiomas se desarrollan gracias al habla popular, es el pueblo el que los reinventa”.
“Investigaciones importantísimas no trascienden a veces al pueblo. Por eso empecé a desarrollar el género descargas, donde privilegio una estructura dialogada y mezclo símbolos civilizatorios, proverbios, y cuando las presento lo hago como performance, donde canto, bailo”.
“Hasta ahora se han publicado por Letras Cubanas: Diálogos imaginarios, Briznas de la memoria, Eshu (Oriki a mí mismo y otras descargas), Cimarrón de palabras y por la editorial Oriente Iwe Olumo Yonu o El libro de las descargas”, y también me regala el primero, con el ropaje de prólogo, de los poemas incluidos:
Del por qué y el por cuanto:
Variaciones sobre un tema inconcluso. Descargas de un rellollo ante el espejo
Descargas soy, ritual y fiesta de las palabras
ahora escritas
pero también cabalgaré los cuatro vientos
en múltiples voces
brincando de boca en boca
de bemba en bemba
aunque no sean santas como dijo Guillén
palabras dichas, vibrantes de música y vida
y no tan solo para ser leídas en silenciosa y apacible intimidad
porque soy puente
nunca frontera
Cimarrón en forma y contenido
iconoclasta también de normas y preceptos
que legitiman y congelan a veces lo que se escribe o hasta decimos
me llamo yonu
yonu me llamo
Soy río de aguas siempre renovadas
tributario perenne del océano humano
puente y río
río y puente
pero jamás, jamás frontera.
Este es un poema luz, que alumbra todo el contenido del libro y también la filosofía del escritor, heredero de múltiples civilizaciones, descendiente de mandinga, francés, lucumí, español, chino e indio, quien recorre en sus textos sus aprendizajes y los comparte al modo de un músico, de un artista, trasmutándose también en lo colectivo, del yo al nu, es decir, al nosotros, como indica el creole.
“En realidad considero estos cinco libros como uno solo. Son las mismas problemáticas: la de la identidad, el tema del privilegio de estar en el Caribe, por donde ocurrieron todos los encontronazos. Por aquí el mundo europeo dirigió también su expansión mercantilista contra las culturas nuestras; por aquí entró el cautiverio africano; ocurrió el encontronazo con nuestros antepasados llegados del lejano Oriente. O sea, el Caribe ha sido un lugar de permanente llegada, de fusiones, de conflictos, de diáspora permanente también porque llegamos de todas partes y volvemos otra vez para todos los puntos cardinales. Hay más de 60 países donde están los cubanos y adonde quiera que llegan llevan los patrones de la cultura tradicional. Se da incluso la paradoja de que a veces personas que rechazan los patrones de las culturas africanas aquí, cuando llegan a EE.UU., Suecia, Finlandia… se inician en las religiones cubanas como una manera de reafirmación identitaria.
“Hay más de 60 países donde están los cubanos y adonde quiera que llegan llevan los patrones de la cultura tradicional”.
“El Caribe es una gran civilización que se expresa por medio de culturas nacionales y lenguas diferentes, pero tenemos grandes vivencias históricas comunes. Cuando uno visita esos países se da cuenta que tenemos la misma civilización. Por eso hablamos de un gran Caribe, que no solo está en las islas que bordean nuestro mar, sino que se expande hasta Brasil, tiene núcleos en Esmeralda, la costa de Ecuador, la costa peruana, la costa pacífica de Colombia, o en zonas del Pacífico de México. El Caribe es un producto de los aportes de todos los continentes”.
“El Caribe es un producto de los aportes de todos los continentes”.
Y cuando concluye, cuenta anécdotas de sus viajes a Brasil, país que, descubro, a ambos nos apasiona, y donde es evidente “esa riqueza caribeña en la que se pertenece a dos realidades y no hay por qué negar los antepasados”.
“¿Usted conoce el barrio japonés en Sao Paulo, donde parece que ha llegado a Tokyo?”, me pregunta. “¿Usted ha visto el cementerio principal de esa gran ciudad que contiene una parte para los libaneses que son cristianos, otra para familias, por ejemplo, italianas, con sus estatuas y esculturas tradicionales… pero, de pronto, usted ve en un hueco hecho caveira, un elegguá como aquí? ¿Ha visto esas ciudades del Sur de descendientes europeos en las que parece que uno ha llegado a un pueblo de Italia o Alemania? Y sin embargo, siguen sintiéndose brasileños. He estado desde San Luis de Maranhao, Salvador, Río de Janeiro a San Pablo. Esa misma realidad de yuxtaposición, coexistencia, de tensiones, que resulta maravillosa es la que encontramos en Cuba”.
Al volver al escenario nacional hablamos acerca de ese fenómeno de mezclas, evidente en las religiones afrocubanas, y también sobre cómo estas afloran desde lo subterráneo, dando cuenta de sus posibilidades de adaptación a los nuevos contextos, pero sobre todo, de su enraizamiento en la vida de los cubanos.
“Las décadas de los 60 y 70 fueron de una lucha clasista fuerte. Hay que recordar que Cuba fue una sociedad muy racista. En el siglo XIX las terminologías de don y doña eran para los blancos únicamente. ¿Cuándo se graduó por primera vez un negro en la Universidad de La Habana? En el XIX no podía. Y continuó así. Existen anécdotas como que en el Hotel Nacional les negaron la entrada a Josephine Baker y a Nat King Cole. Todavía estamos padeciendo los remanentes de esa larga historia de racismo.
“En la primera década de la Revolución, aun con esa lucha clasista, la religión se volvió subterránea porque hubo una comprensión injusta del fenómeno religioso universal. Pero en un periodo de crisis la religión es un refugio, las personas se refugian en el mundo mítico y místico como reafirmación y evasión al mismo tiempo, o buscando soluciones a sus problemas. El pueblo empezó a volverse a las religiones de carácter popular que habían sobrevivido al racismo, a la colonización. Cuando se entendió que no había valoración negativa sobre las religiones y se podía ser revolucionario y religioso no hubo una conversión instantánea de nada. La religión estaba subterránea. Luego muchos al emigrar se llevaron sus prácticas como patrón identitario nacional. Y si no, ¿quién llevó la santería a la Florida o a España?
“Hoy hay una expansión horizontal de las religiones afrocubanas, pero no de profundización filosófica ni ética. Se da un fenómeno de umbandización, donde todo se mezcla. Es una de las formas sincréticas de las religiones afrobrasileñas, un proceso de aculturación muy interesante.
“Hoy hay una expansión horizontal de las religiones afrocubanas, pero no de profundización filosófica ni ética”.
“En el momento que fue difícil conseguir los materiales reales, pues existían tiendas especializadas, por ejemplo, en San Miguel y Galeano donde se compraba lo necesario, se empezaron a hacer sustituciones. Sin embargo, tan pronto hubo apertura llegaron productos auténticos de la Florida, por ejemplo. Por tanto, es un proceso de pérdida y recuperación, de vuelta a la ortodoxia en las casas más serias. Es un proceso de crisis y a la vez de renacimiento que ha venido pasando en todas las religiones. En la época de César Borgia la iglesia estaba en crisis y por eso surgió Martin Lutero y las iglesias protestantes; en el islam ha habido también rupturas.
“Todas las religiones han vivido procesos desintegradores y después reorganizativos y las religiones cubanas de origen africano están pasando por esto. Y lo más importante, como digo en uno de mis textos, es que son religiones surgidas en sociedades agrarias, precientíficas, que fueron traídas a América, sometidas a un régimen colonial de explotación y racismo, y pudieron sobrevivir y adaptarse. Sobrevivieron al siglo XX, frente a guerras raciales, como en la época de José Miguel Gómez y la matanza de los independientes de color, sobrevivieron a todo el racismo que había en la sociedad cubana, profundo hasta el año´59, y a los remanentes que seguimos padeciendo. Sin embargo, se sigue adaptando a la tecnología moderna, a las nuevas realidades. Pero lo significativo es que para la gente verdaderamente creyente los patrones éticos y la concepción filosófica se mantienen, igual que pasa con el cristianismo y con el islam. Habrá un sector que es apóstata, que son los herejes, los fariseos, los que falsean con las religiones, como los que hemos visto en Europa, EE.UU., en Irlanda, Bélgica, y en Cuba, donde también están”.
La conversación con Furé ocurre en la sala de su casa en el Vedado, donde los asientos, algunos verdaderas piezas de la artesanía africana, se rodean de plantas ornamentales. Hay pinturas que evocan las culturas afrocubanas; unos cuadros aún sin colocar que, supongo, le han obsequiado recientemente y, detrás de ellos, “está la música del mundo entero, lo mismo hay ópera que cantos gregorianos. La música ha acompañado toda mi vida”, me dice. Su hermana, que ha estado a lo largo del diálogo, asiente, como lo hace luego, cuando él comenta: “desde niño he sido cantante. En mi familia todos lo somos aunque no haya sido de forma profesional”.
“La música ha acompañado toda mi vida”.
Es por eso que entre sus galardones, además de los prestigiosos Premio Nacional de Literatura, Premio Nacional de Danza, Premio Nacional de Investigación Cultural, y otros, se encuentran el José White de música, y los otorgados en el Cubadisco 2008, por el álbum Oru, ritual y fiesta, realizado con Sergio Vitier en el grupo Oru.
“Sergio Vitier, que es como mi hermano, y yo fundamos el grupo Oru en el ´68. Nos presentamos por primera vez en la Plaza Cadena de la Universidad, en el aniversario de la muerte del Che Guevara. Desde entonces hemos viajado por el mundo, cantando a veces canciones que compuse sobre poemas de Nicolás Guillén, pero también en nuestro repertorio teníamos música medieval española o brasileña. Utilizamos la música tradicional y folclórica de origen africano, pero con una concepción contemporánea, visible en sus arreglos, unida a música aleatoria, la presencia de guitarras, percusión cubana, saxo. Trabajamos con músicos muy importantes como el percusionista de tambor batá, Jesús Pérez, con Leonardo Acosta, Premio Nacional de Música, Tata Güines, Cachao, entre otros”.
Le recuerdo que en una entrevista comentó que después de dedicarse algunos años al grupo Oru y a presentarse en diferentes escenarios, decide volver a sus textos, a la escritura: “Fue el musicólogo Odilio Urfé, un amigo, quien me advirtió sobre la necesidad de continuar los ensayos y el trabajo de campo que había hecho. Había visitado toda África, Japón, Babilonia, Bagdad, muchos otros sitios. Desde el ´83 había viajado mucho, tanto con Oru como con el Conjunto Folclórico. Eso me iba robando tiempo para mis investigaciones”.
Mucho de lo que hemos hablado con relación a la cultura cubana, lo sintetiza un grupo como Los Van Van. ¿Qué le hizo escribir aquel “Nkame para Juan Formell”?
“Cuando le dan la orden Félix Varela yo hice el Nkame, que incluí en Briznas de la memoria. Es un canto de alabanza al estilo abakuá, y que refleja lo que representa su música y su genialidad para la cultura cubana. Cuando falleció fue un golpe muy grande, pues él fue un cronista de la realidad cubana desde los 70. Al sacar el disco Chapeando le escribí un texto donde hago un símil con Van Van porque en yoruba hay algo homófono que significa estar firme. Nancy Morejón y yo le dedicamos una Maka en la Uneac. Después de su muerte, el Nkame a Juan Formell fue reproducido por mucha gente”.
“África es un continente con 1000 millones de habitantes, con decenas y decenas de culturas, cientos de lenguas”.
Furé me obsequia otro poema de su último libro. “En esa computadora que usted ve hay seis libros a medio hacer”, me comenta. Y siento que ciertamente ha entrado en esa etapa que él llama de transición, de “oratura” más intimista. La continuidad de sus conferencias y trabajos investigativos en torno a las culturas afrocubanas tocará a otros y otras. Como él afirma: “África es un continente con 1000 millones de habitantes, con decenas y decenas de culturas, cientos de lenguas. Esto es una labor para una institución, y que todavía en Cuba no existe. Traté de preparar a alumnos porque como dice el proverbio de origen yoruba: un solo palo no hace el monte, un solo árbol no crea el bosque”. Sus días se introducen cada vez más en la creación artística, de la que, con seguridad, dará noticias en su Maka, el espacio que mantiene en la Uneac, desde hace cuatro años. Allí sigue cantado, recitando, manteniendo viva la palabra, el arma que siempre perteneció a este guerrero.