Constituye un verdadero honor y a la vez compromiso poder dedicar unas palabras de reconocimiento a Eduardo Torres Cuevas, a quien consideramos el historiador insigne de los historiadores cubanos, con una obra y liderazgo científico y académico que ha trascendido las fronteras de Cuba. No en balde acumula en su haber numerosos reconocimientos, premios y distinciones nacionales e internacionales, entre ellos, el Premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales y Humanísticas.

“Eduardo Torres Cuevas, a quien consideramos el historiador insigne de los historiadores cubanos”.

Es imposible en unas breves palabras abarcar todas las facetas en que se han manifestado los aportes de Eduardo, en el magisterio, la investigación, la edición de libros y revistas, la comunicación de la historia, la dirección científica de obras y proyectos, que de por sí solos, por su alcance y notoriedad, tomarían mucho más tiempo de reflexión. Un ejemplo de ello, es precisamente, la Editorial Imagen Contemporánea, cuya historia luminosa de 30 años celebramos hoy. O referirnos dentro de ella, a la monumental Biblioteca de Clásicos Cubanos, que nuestro querido Profesor Emérito de esta Universidad, ha promovido con tanto esmero. Me complace muchísimo, que haya sido en esta institución, sin la cual no se puede contar la Historia de Cuba, la que haya sigo testigo por más de medio siglo de la labor pedagógica del Dr. Torres Cuevas, aunque también otros centros universitarios en Cuba y el mundo (Alemania, Francia, España, Estados Unidos, México) han podido disfrutar de la sapiencia de nuestro homenajeado en el día hoy. Varias generaciones de estudiantes han crecido en las aulas universitarias, profesional y espiritualmente, gracias al influjo de quien ha sido un verdadero Maestro de Juventudes, reconocimiento que también le entregara con toda justicia, la Asociación Hermanos Saiz.

“Por los títulos de los libros, varios de ellos premiados en el país, también podemos tener una idea de la trascendencia de los temas y figuras que han constituido sus principales líneas de investigación (…)”.

Torres Cuevas —creo no exagerar— integra la lista de historiadores más prestigiosos de nuestra historia, de los que ha logrado materializar una obra muy prolífera, sólida en su rigor científico e impacto social, en libros escritos como autor, coautor o como parte de un colectivo de autores.

Por solo mencionar algunos de esos títulos imprescindibles:

José Antonio Saco, Acerca de la esclavitud y su historia, en colaboración con Arturo Sorhegui. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1982.

Félix Varela. Los orígenes de la ciencia y conciencia cubanas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1995.

Antonio Maceo: Las ideas que sostienen el arma. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1995.

La historia y el oficio del historiador (coordinador). Editorial Imagen Contemporánea-Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1996.

Historia del Pensamiento cubano (I y II). Editorial Ciencias Sociales, 2004 y 2006.

Historia de la masonería en Cuba. Seis ensayos. Editorial Imagen Contemporánea. La Habana, 2004.

En busca de la cubanidad (I y II). Editorial Ciencias Sociales, 2006.

Historia de la Iglesia Católica en Cuba (1516-1789), t.1, (en colaboración con el Dr. Edelberto Leyva Lajara). Editorial Boloña. La Habana, 2007.

Historia de Cuba. 1492-1898. Formación y liberación de la nación (en colaboración con el Dr. Oscar Loyola). Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2001.

El libro de las Constituciones (I, II, III), (en colaboración con Reinaldo Suárez Suárez). Editorial Imagen Contemporánea, 2019.

Por los títulos de los libros, varios de ellos premiados en el país, también podemos tener una idea de la trascendencia de los temas y figuras que han constituido sus principales líneas de investigación, aunque pudiéramos atrevernos a definir un nervio central en toda su obra: la historia de las ideas en Cuba, de la formación de la nacionalidad y la nación y de los que pensaron a la mayor de las Antillas como parte de ese proceso. Conozco además del desvelo actual del Dr. Torres Cuevas en sus estudios de una etapa crucial en la historia de Cuba, que no ha gozado de toda la atención requerida, el periodo entre revoluciones, de 1935 a 1953, aunque también se ha acercado con profundidad al periodo insurreccional hasta 1959.

“¿Cómo ha logrado Eduardo cultivar una obra historiográfica de tan alto vuelo en medio de la vorágine que se desprende de sus múltiples ocupaciones administrativas, políticas y estatales?”.

Queremos destacar también el papel que ha despeñado Eduardo en la comunicación de nuestra historia:

Como no mencionar los cursos que impartió por la televisión cubana: Cuba: el sueño de lo posible, 2003, y Los que pensaron a Cuba, 2011; sus intervenciones en el programa Mesa Redonda, en la radio, y otros espacios de comunicación; sus artículos en la prensa, así como su destacada labor como promotor de eventos, seminarios, talleres, paneles y muchas otras iniciativas, propias de su fertilidad mental y entusiasmo juvenil.

Todo esto lo ha hecho Eduardo, teniendo sobre sus hombros, a lo largo de su fructífera vida, importantes responsabilidades: director de la Casa Don Fernando Ortiz, director de la Biblioteca Nacional José Martí, presidente de la Academia de la Historia de Cuba, director de la Oficina del Programa Martiano, diputado a nuestra Asamblea Nacional, miembro del Consejo de Estado, entre muchas otras que ha compartido con su labor social como escritor, investigador, profesor e intelectual.

“En la etapa más reciente he podido palpar directamente en las sesiones de la Academia de la Historia de Cuba, el prestigio y respeto que, por su altura moral, compromiso revolucionario y obra intelectual, genera en todos los académicos”.

¿Cómo ha logrado Eduardo cultivar una obra historiográfica de tan alto vuelo en medio de la vorágine que se desprende de sus múltiples ocupaciones administrativas, políticas y estatales? Confieso, quisiera que Eduardo me trasmitiera algún día cuál es su método. Aunque está claro que, parte de la respuesta, está en las virtudes, aptitudes y vocación que siempre lo han acompañado. Ciencia, paciencia y conciencia, también ha sido su lema.

En la etapa más reciente he podido palpar directamente en las sesiones de la Academia de la Historia de Cuba, el prestigio y respeto que, por su altura moral, compromiso revolucionario y obra intelectual, genera en todos los académicos y el equilibrio que siempre logra como salida a momentos en que no se arriba al consenso necesario al existir visiones contrapuestas, como parte de las pasiones que generan los debates en nuestro gremio.

No escapa a estas palabras, que también estamos hablando ante todo de un ser humano entrañable, de un amigo, un padre, esposo ejemplar —eso le toca decirlo a Patricia— y de un revolucionario a toda prueba, martiano y fidelista hasta la médula.

Gracias Eduardo por tu vida y ejemplo.

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