La Nueva Política Económica
30/4/2020
«¿Ha sido un error?», se preguntaba Lenin al analizar la política del «comunismo de guerra» que condujo a la crisis de 1921. «Sin duda alguna. A este respecto hemos incurrido simplemente en muchas equivocaciones, y sería un grandísimo delito no ver y no comprender que no hemos observado la medida, que no hemos sabido observarla. Pero, por otra parte, también nos hemos visto ante una necesidad imperiosa; hemos vivido hasta ahora en medio de una guerra feroz, increíblemente dura, en la que no nos quedaba otra disyuntiva que actuar con arreglo a las leyes de la guerra hasta en el terreno económico». [1]
El texto plantea, con la claridad y concisión clásicas del estilo leninista, los elementos básicos de la disyuntiva ante la que se vio situada una y otra vez la revolución: el «error inevitable» o la muerte. Tres factores mayores se conjugaron siempre para producir la dramática alternativa: el escaso nivel de desarrollo de las estructuras culturales, sociales y económicas de Rusia que hicieron la revolución posible y necesaria y le fijaron, al propio tiempo, imprecisos límites inviolables; el aislamiento a que se vio sometida al no producirse la revolución internacional; y la ferocidad con que en su contra lucharon las clases enemigas.
Los bolcheviques se vieron obligados a repartir la tierra porque del apoyo del campesinado dependía la existencia misma del gobierno soviético y «como Gobierno Democrático no podemos dar de lado a la decisión de las masas populares aunque no estemos de acuerdo con ellas». [2] Se vieron obligados, también, a apoyar el proceso de nacionalizaciones que el proletariado había comenzado de modo espontáneo y que el boicot de la burguesía había hecho inevitable, a pesar de que desde las Tesis de Abril el propio Lenin había definido la implantación del socialismo «no como tarea inmediata». [3] Esta doble política era la expresión del nivel contradictorio de los intereses de las clases que habían hecho posible la revolución. El modo más esquemático de exponer su desarrollo sería este: guerra campesina —lucha por la propiedad privada de la tierra— revolución burguesa; insurrección urbana —lucha contra la propiedad privada—revolución proletaria. La revolución rusa era las dos cosas, y de la existencia de las dos —es decir, del apoyo de las clases que expresaban una u otra tendencia— dependía su posibilidad de continuar materialmente como poder.
La presión del campesinado, hecho de la relación existente entre la necesidad de paz y de tierra, fue uno de los factores básicos entre los que obligaron a la revolución a firmar la abyecta paz de Brest, a pesar de que Lenin, desde sus trabajos sobre el imperialismo, había previsto la posibilidad en una guerra de la revolución triunfante contra sus enemigos. La intervención extranjera y la guerra civil la obligó a reemprender de modo masivo un proceso de nacionalizaciones para el que no estaba preparada, y a aplicar un sistema de contingentación forzosa que redondeaba el llamado «comunismo de guerra», con lo que Lenin tuvo que modificar radicalmente su estrategia para la transición. Concluida la guerra el cúmulo de «errores inevitables» obliga también inevitablemente a uno nuevo, lo que explica la paradoja de que se definiese la política anterior como un «error» y la que comenzaba a aplicarse como un «retroceso».
La alternativa era otra vez simple y dramática: «o relaciones económicas de este tipo», escribió Lenin refiriéndose a la NEP, «o nada». [4] Al plantear el problema en estos términos estaba sancionando la idea de que un modo de producción —un orden social— no es una estructura dada de una vez por todas. Desde 1918 había sostenido el criterio de que continuar atacando los logros que el capital monopolista había conseguido en Rusia era coincidir en la posibilidad de que la «infraestructura» de pequeña economía mercantil campesina se impusiese, retrotrayendo al país hacia formas más primitivas de producción e intercambio. Esta previsión leninista contaba al terminar la guerra con más posibilidades de realizarse que nunca antes debido a que la «supraestructura» monopolista del «comunismo de guerra» era incapaz tanto de incentivar la producción como de asegurar el intercambio entre la ciudad y el campo. El mercado negro se estaba convirtiendo en una realidad cada vez más extendida, y las revueltas campesinas eran cada vez mayores y más intensas. Es este el peligro —cuya traducción en términos políticos podía significar la derrota de la revolución— que Lenin intentaba conjurar con la introducción de la NEP.
Una de las ideas básicas del leninismo desde la revolución de 1905, es que el triunfo del socialismo en Rusia dependía de dos condiciones: la revolución internacional y la alianza obrero-campesina. Lenin volvería ahora sobre estas ideas recordando que con relación a la primera «hemos hecho muchos más esfuerzos que antes, pero no son suficientes ni mucho menos para que esto llegue a convertirse en una realidad». [5] Habíamos sostenido con anterioridad que al no producirse esta primera condición el desarrollo ulterior del proceso revolucionario dependería de los niveles de equilibrio en que se concretara la alianza obrero-campesina a partir de los objetivos, intereses, cultura, tradiciones, y modos de producción de la vida material de estas dos clases. Y el equilibrio estaba peligrosamente roto, «necesitamos plantear los problemas directamente: los intereses de estas dos clases son distintos, el pequeño agricultor no quiere lo que quiere el obrero». [6] Pero por otra parte: «Sabemos que solo el acuerdo con el campesinado puede salvar la revolución socialista en Rusia, en tanto que no estalle la revolución en otros países». [7] Este es el nivel político del problema.
La Nueva Política Económica, al igual que el «comunismo de guerra» no fue una totalidad coherente pensada y aplicada al conjunto de la economía del país, sino una serie de decretos determinados por urgencias principalmente políticas y por necesidades de supervivencia. En este orden de cosas constituye un nivel —sin duda alguna el más importante— de la lucha por la unidad nacional con que Lenin pretendía mantener la revolución como posibilidad y sacar al país de la postración en que se hallaba después de siete años de guerra. Hemos visto la fuerza con que luchó por la unidad entre el partido y la clase obrera —cuya realidad estaba puesta en peligro por una escisión a propósito de los sindicatos—, y las modificaciones organizativas que introdujo para asegurar la unidad en el partido mismo —cuya realidad estaba puesta en peligro por las actividades fraccionales. En este orden de cosas la NEP constituye la lucha por la alianza con el campesino —cuya realidad estaba puesta en peligro por el sistema del «comunismo de guerra».
Sin embargo, aun el funcionamiento de esta pirámide, cuyo orden inverso sería unidad en el partido, unidad del partido con la clase obrera, alianza de esta con el campesinado, sería incapaz de asegurar la estabilidad de la revolución, a pesar de que su no funcionamiento sí aseguraría su ruina.
«No es posible, escribía Lenin, retener el poder proletario en un país increíblemente arruinado, con un gigantesco predominio de los campesinos, igualmente arruinados, sin ayuda del capital, por la que, lógicamente, cobrará intereses desorbitados». [8]
Esa lógica inexorable indica la necesidad de intentar concertar, todavía, dos alianzas más; con los capitalistas nacionales, en tanto que administradores, organizadores, concesionarios o arrendatarios de la producción o el comercio; y con el capital internacional, en tanto que factor determinante en el comercio exterior, poseedor de la tecnología, y de ser posible, en tanto que inversionista.
Este inmenso edificio hecho de un precario equilibrio entre tendencias contradictorias y a veces antagónicas, enemigas todas del poder proletario si se analizan aisladamente, debía coincidir en su sostenimiento a través de una de las maniobras políticas más audaces que recuerda la historia. Lenin, desde luego, no se llamaba a engaño en cuanto a que esto significaba «la continuación de la lucha de clases bajo otra forma, pero de ninguna manera la lucha de clases es reemplazada por la paz de clases». [9] La base del equilibrio se hallaba en el control del proletariado, de su partido, sobre la maquinaria estatal organizadora de una estructura de alianza entre el socialismo y el capitalismo de estado —capitalismo monopolista bajo control soviético— en los términos propuestos por Lenin en 1918, como una organización armónica de la economía para la transición en Rusia. [10] Es esta la intención organizativa existente en la primera fase de la NEP, que abarca hasta el otoño de 1921, y que puede leerse en el vital conjunto de artículos y discursos que dedicó al problema. [11]
La nueva estructura «un acuerdo, un bloque, un pacto del Poder Soviético, decir, del poder estatal proletario con el capitalismo de estado contra el elemento pequeño propietario (elemento patriarcal y pequeñoburgués)» [12], no podía ser, desde luego, una simple reedición del intento frustrado en 1918. En primer término, debía enfrentar las consecuencias niveladoras que el decreto sobre la tierra y el «comunismo de guerra» habían ejercido sobre el campo ruso, haciendo del campesino medio el factor determinante con el que había que lograr la alianza; en segundo, la destrucción de la planta industrial y la clase obrera. Se imponía tanto desde el punto de vista político, necesidad de la alianza, como desde el punto de vista económico, necesidad de reabastecer las ciudades, hacer concesiones a la pequeña producción mercantil. Ese es el sentido de la primera gran medida de la NEP: la sustitución del sistema de contingentación forzosa, cuyo funcionamiento y consecuencias vimos durante el estudio del «comunismo de guerra», por el sistema de impuesto en especie, que pretendía asegurar para el estado un mínimo de abastecimientos y permitir al campesinado utilizar el resto para realizar intercambios.
Esta decisión introducía un problema fundamental cuya trascendencia no escapó a la revolución. «¿Qué es la libertad de intercambio?», se preguntaba Lenin. «Es la libertad de comercio, y esta significa un retroceso hacia el capitalismo. La libertad de intercambio y la libertad de comercio significan el intercambio de mercancías entre los pequeños propietarios. Todos los que hemos estudiado, aunque solo sea el abecé del marxismo, sabemos que de este intercambio y de esta libertad de comercio se desprende necesariamente la división del productor de mercancías en el dueño del capital y el dueño de la mano de obra, la división en capitalista y obreros asalariados, es decir, la reconstitución de la esclavitud asalariada capitalista, que no cae del cielo, sino que surge en todo el mundo precisamente de la economía del pequeño agricultor no puede por menos de observar esto en Rusia». [13] La cita, tan extensa como importante para entender la comprensión revolucionaria del alcance de la decisión, nos da por ello mismo el nivel de su inevitabilidad: «O relaciones de este tipo, o nada; de otro modo no será posible —no lo será desde el punto de vista económico— mantener en Rusia el poder del proletariado». [14] La comprensión incluye los dos niveles del problema, no se trata solo del renacimiento del capitalismo, sino precisamente de su forma más primitiva y anárquica, pequeña producción mercantil, cuya proliferación pone en peligro incluso el ordenamiento que se pretende establecer mediante la alianza entre capitalismo monopolista y el socialismo.
La revolución intentó evitar la proliferación limitando en lo posible la «libertad» de intercambio de una parte, y su carácter mercantil de otra. Este es el intento que caracteriza lo que hemos llamado primera fase de la NEP que abarca solamente de la primavera al otoño de 1921. Durante el mismo Lenin se refirió muchas veces a la restauración de la libertad de comercio «hasta cierto punto»; y a «una cierta libertad de circulación mercantil de la agricultura local y de la industria local en el plano local». [15] Se intentó organizar un sistema de intercambio en especie entre la agricultura y la industria, en el que participaran directamente obreros y campesinos. EI principio inicial de la libre disposición del excedente agrícola por el campesinado, sostiene Linhart, no fue inmediatamente vinculado a una liberación general del comercio ni a una restauración de las categorías mercantiles, prácticamente suprimidas por el comunismo de guerra». [16] El peso principal del mantenimiento del control de la producción y el comercio por la revolución debía producirse, sin embargo, en la organización que el estado lograra dar a esta actividad a través de su alianza con el capital monopolista, restándole con ello su carácter anárquico. Lenin definió concretamente cuatro formas de capitalismo de estado entre las cuales las más importantes eran la concesión y la cooperación.
Mediante las concesiones el poder soviético permitiría a un capital o empresa —cartel, trust, sindicato— la explotación bajo contrato de riquezas naturales a fábricas que el estado no estuviese en condiciones de operar «implantando el capitalismo de estado en forma de concesiones el Poder soviético refuerza la gran producción contra la pequeña (…) reforzando las relaciones económicas regularizadas por el Estado como contrapelo frente a las relaciones pequeño-burguesas-anárquicas». [17]
La estructura de cooperación supone la organización de los pequeños productores de mercancías en cooperativas. Estos constituyen indudablemente un desarrollo del capitalismo. «Cerrar los ojos ante esa verdad evidente, sería necio o criminal». [18] Pero necesariamente por ello pueden constituir, bajo poder soviético, una forma de capitalismo de estado que facilita «el registro, el control, la vigilancia, las relaciones contractuales entre el Estado (en este caso el Estado soviético) y el capitalista»… y facilite, además, la unificación, la organización de millones de habitantes y luego de la población entera, siendo esta circunstancia, a su vez, una ventaja enorme, desde el punto de vista del paso ulterior del capitalismo de estado al socialismo». [19] Las dos formas restantes eran la utilización del comerciante a quien el estado pagaba una comisión por su gestión de intermediario, es decir, venta de la producción del Estado y acopio de los productos del pequeño campesino y del arrendatario, cuyos términos básicos no se diferenciaban sustancialmente de la concesión.
En el terreno de la práctica política la primera medida correspondiente a la NEP fue la sustitución del sistema de requisiciones forzosas por el impuesto en especie. Esta disposición, cuyas causas y posibles efectos hemos analizado al intentar seguir el pensamiento de Lenin sobre el problema, había sido propuesta en varias oportunidades durante la guerra civil, y había resultado derrotada siempre por constituir una concesión al capitalismo pequeño burgués. Lenin hizo un decisivo llamado de atención en su discurso ya comentado del 15 de marzo, y el 21 del propio mes el VTsJK aprobó formalmente el decreto en los términos propuestos por el Politburó.
Este precisaba que el impulso sería proporcionalmente descendiente de los campesinos medios a los pobres y a las explotaciones colectivas de los obreros fabriles; se tendría una relación especial con aquellos campesinos que lograran un aumento de la productividad o del área bajo cultivo; la responsabilidad colectiva hacia la norma de requisiciones, típica del comunismo de guerra, sería sustituida por la responsabilidad individual del campesino ante la tasa del impuesto que le correspondía; el fondo estatal ocupado de proveer bienes de consumo y equipos agrícolas no daría preferencia a la parte más pobre de la población, sino operaría a través de intercambio con aquellos que voluntariamente sobrecumplieran su norma de entrega; las restricciones de movimiento de productos alimenticios serían levantadas, haciéndose hincapié en el carácter comercial de la medida.
En mayo, Lenin declaraba ante la X Conferencia de toda Rusia del PC (b) de Rusia, «la política estipulada por el X Congreso del Partido y reforzada posteriormente con decretos y disposiciones, es considerada indiscutiblemente por el Partido como una política que se ha de aplicar en serio y durante largo tiempo». Dejando, sin embargo, una puerta abierta para el caso de que se realizase la primera condición del advenimiento de Rusia al socialismo, «claro es que cuando nosotros estipulamos una política que ha de existir numerosos años, no olvidamos un momento siquiera que la revolución internacional, el ritmo y las condiciones de su desenvolvimiento pueden cambiarlo todo». Hacía una importante referencia al «empuje de las fuerzas de los pueblos coloniales oprimidos, que suman más de mil millones de habitantes», y concluía negándose a «hacer conjeturas a este respecto» y destacando la necesidad de continuar manteniendo la revolución como poder en Rusia convencido de que al cumplir la tarea del ejemplo «ganaremos en escala internacional de seguro y definitivamente». [20]
La prueba decisiva, única y última, para la primera fase de la NEP fue la realización de la cosecha de 1921. Es posible discutir si en otras condiciones las medidas adoptadas hasta aquí hubiesen producido el efecto deseado, pero el hecho es que una política necesita tiempo para realizarse y las disposiciones se tomaron tarde para que produjese un efecto inmediato teniendo en cuenta la vastedad del país y el estado de las comunicaciones.
Pero incluso esta circunstancia pesó poco en el devenir de la política económica de la revolución si la comparamos con la enorme catástrofe natural que azotó al país por segundo año consecutivo y lo sumió en una hambruna general aún mayor que la sufrida en 1891-92, que había hecho enloquecer al campo ruso y había logrado que miles de populistas se lanzaran a ayudar a las víctimas mano a mano con las autoridades del Zar y las instituciones de beneficencia.
La catástrofe fue esta vez mucho mayor, las sequías y las plagas de langostas cayeron sobre un campo arruinado parcialmente por la guerra, millones de personas resultaron afectadas en las zonas del Volga y de Siberia y el estado tuvo que exceptuarlas del pago de impuestos. Contra un estimado de 240 millones de puds; el impuesto en especie 1921-2 acopió solamente 150 millones, exactamente la mitad de lo acopiado el año anterior. El canibalismo reapareció imponiendo con su presencia la dimensión real de la crisis y el gobierno tuvo que reclamar la asistencia de las instituciones burguesas de beneficencia. [21] El IX Congreso de los Soviets, diciembre de l921, estimó que el total de personas directamente afectadas por el hambre fue de no menos de 22 millones. [22]
La distancia de esta brutal realidad no ya con los términos del proyecto, sino con una normalidad mínima asimilable a una racionalidad también mínima, es la causa del fallo irremediable de muchos análisis de la revolución rusa que permanecen siempre al nivel de la voluntad y los principios organizativos del grupo dirigente en función de su relación con el proyecto. A partir de la misma, sin embargo, es fácilmente posible entender por qué fracasó de un modo casi inmediato la primera fase de la NEP. La cooperación no pudo nada contra la eclosión espontánea y verdaderamente incontrolable de intercambio privado. El monopolio del comercio, en su forma de capitalismo de estado, fue virtualmente barrido por la pequeña producción mercantil, obligando al sector socialista a nuevos retrocesos y nuevas alianzas.
Este proceso, que definiremos como NEP propiamente dicha, se caracterizó por una alianza entre el sector socialista y todos los otros tipos de producción, de la que resultaron beneficiarios inmediatos la pequeña producción mercantil y el capitalismo privado. En noviembre de 1921 Lenin anunció el nuevo repliegue: «Nos hemos replegado hacia el capitalismo de estado. Pero no nos hemos replegado en la medida debida. Ahora nos replegamos hacia la regulación estatal del comercio. Pero nos replegaremos en la medida debida», y continuó con una nota de optimismo: «Hay ya síntomas de que se vislumbra el final de ese repliegue, de que se vislumbra en un futuro no muy lejano la posibilidad de cesar este repliegue», para concluir con un llamado a la unidad y a la disciplina: «Cuanto más conscientes y unidos efectuemos este repliegue necesario, cuanto menores sean los prejuicios con que lo llevemos a cabo, tanto más pronto podremos detenerlo, tanto más firme, rápido y amplio será después nuestro victorioso movimiento de avance». [23]
* Fragmento del texto El Marxismo de Lenin, de Jesús Díaz