La música marca cada hito de Casa de las Américas
17/4/2019
Privilegio y responsabilidad. Marielena Vinueza, directora de la Dirección de Música de Casa de las Américas no titubea. “Trabajar en esta institución es un gran privilegio porque ha sido el lugar por el que han transitado personas a las que admiro, y compartir el trabajo con ellos, o continuarlo, como me ha sucedido con quien fuera mi maestro, Argeliers León, entraña un gran privilegio y a la vez una enorme responsabilidad”.
Recuerda que llegó cuando era el director de música. “Harold Gramatges tenía que ver con el espacio de la formación, y con ellos dos di mis primeros pasos en la Casa. Desde mi etapa de estudiante llegar a esa institución era llegar a un espacio en el que me sentía comprometida, porque lo estaban ellos, y yo con ellos.
“Cuando me vinculé laboralmente estaba consciente de ese privilegio. Conllevaba responsabilidad porque asumía un rol que ya tenía referentes reconocidos, que ya tenía retos vencidos y se me imponía descubrir los nuevos caminos a seguir. Todos los universos de la creación latinoamericana habían tenido cabida en Casa, por lo que no podía empezar a pensar en planes de acción sin estudiar antes el trabajo previo. Se me abrieron las puertas a un proceso inmenso de aprendizaje, y tuve que comprender todos esos procesos. Descubrir los límites fue muy importante porque fueron las fisuras que pude encontrar para proponer algo nuevo”.
La Casa ha sido una escuela para Vinueza, quien además afirma que formar parte de la institución ha sido también una manera de crecer desde el punto de vista profesional y personal.
“Ha sido dialogar con intelectuales de Cuba y de otros países de la región en un nivel elevado, y prepararme para ello. He formado personas que han llegado a la Casa para que su talento pueda insertarse en el estilo de trabajo de esta institución y esa es también otra manera de crecer, porque enseñas lo que has aprendido para que otro crezca. Al mismo tiempo me ha dado la oportunidad de incorporar a muchos jóvenes a esta labor y vincular mi función de docente con la posibilidad de que esos jóvenes entren, dialoguen, aprendan y conozcan los mundos y saberes que la Casa les descubre. He sido consciente de ese privilegio y esa responsabilidad. Al final, si me preguntas, me siento honrada”.
La música ha estado presente en cada momento importante de Casa de las Américas…
“Sí, estuvo en aquel concierto del 4 de julio de 1959 y poco a poco se incorporaron músicos a su quehacer diario. El recién celebrado Premio de Composición lo demuestra. Desde que Harold Gramatges así lo impulsó, los grandes creadores del panorama musical de Cuba y de la región se han vinculado a la Casa. Hemos honrado a figuras como Juan Blanco, Carlos Fariñas, Leo Brower… Ellos, y otros de otras naciones, generaron una obra que no puso límites siquiera a los posibles que un bloqueo cultural y económico le imponía a Cuba. Desataron su creatividad en función de que el diálogo entre compositores latinoamericanos y cubanos fuera posible.
“Se generó entonces un boletín de música que ahora cumplirá 20 años, un pequeño boletín que informaba sobre el quehacer musical de Cuba y que de la mano de Argeliers León expandió sus horizontes a la información relacionada con otros países. Una revista como esa, un premio de composición que ha impulsado una compilación de partituras importantes, manuscritos e incluso colecciones sonoras… De ese quehacer se fomentó una extraordinaria colección de gran valor para los estudiosos que quieran dirigir su mirada al pasado reciente.
“Por otra parte, esa revista es un espacio de pensamiento y de memoria. La cotidianidad de los años 70 hasta acá ha sido reflejada en el boletín de música, ya como una revista con 50 números. Si queremos reconstruir la trama de relaciones de los años 70 y 80 en el ámbito de la música de América Latina, tenemos una fuente maravillosa en esa revista. A la vez es un observatorio porque podemos analizar cómo se transformaron las posturas, las estéticas, los discursos musicales. Ese es otro espacio donde la música ha generado un lugar importante”.
La canción latinoamericana siempre ha encontrado un espacio aquí…
“Por supuesto. Desde aquel encuentro de la Canción Protesta, se ha generado una gran historia, imprescindible para la institución, porque la canción, desde la música, marca el quehacer de Casa y ha marcado la vida de sus protagonistas.
“Cada vez que un trovador dialoga con la Casa, sabe que dialoga con un espacio propio. Cada vez que un cantor latinoamericano viene, sabe que visita la casa de Gieco, de Mercedes Sosa, de Jara… regresan una y otra vez al espacio que les corresponde por derecho. Hurgando más, puedes pensar en las voces más raigales de América Latina, como la peruana Susana Bacca, Nicomedes Santacruz…
“Entonces es reconfortante saber que, por ejemplo, Luis Gómez, de Cuba, tenía entre sus recuerdos más gratos aquel momento en que Haydée lo hizo venir hasta aquí a encontrarse con otros artistas. Tata Güines, que amaba la Casa, Lázaro Ross, ellos también se enlazaron con Casa.
“¿Sabes donde se ve todo eso? En los programas de mano. Por suerte hemos conservado la papelería y la correspondencia, porque ahí se puede encontrar mucha información. Estoy de acuerdo en que nos falta mucho por escribir todavía, porque la cotidianidad nos impone desafíos y no tenemos tiempo para sentarnos a escribir todas las historias, pero cada vez que abrimos un archivo encontramos papeles marcados por la grafía de gente grande. Se tocan las firmas de cada uno, sientes la relación entrañable con la Casa.
“Todos esos músicos que han estado aquí encontraron reconocimiento y respeto, y la Casa encontró en ellos la razón de ser. Por eso esta Casa, para los músicos, tiene tanto valor, aun cuando a veces creemos que otros saberes o quehaceres ocupan más lugar. Al final, la música sella de manera especial los momentos significativos de la Casa. Es algo orgánico, no es casual. Es la magia de la relación entre la Casa y el arte latinoamericano”.