La poesía es una forma de sobrevivir al caos emocional y la confusión espiritual, la poesía es un instrumento de investigación y un modo de percepción.[1] Así lo prueba el poemario Psicofonía del autor Edwin Reyes Zamora [2], recién publicado, donde se nos muestra al hombre como un ser privado de lograr su condición legítima, que consiste en discernir, saber cuál es su misión en el mundo, hacer el bien.
Y el lenguaje no es capaz de trasmitir las inquietudes del hombre, entonces ya nada tendrá sentido, se atreve a pronunciar el poeta. Es el lenguaje como tentativa de bordear lo imposible, y el universo como alegoría donde no encuentras nada nuevo, donde hecho y ficción son una misma cosa:
V
Hizo tierra el camastro factual
—no una implícita disposición de espíritu—
según predecesores, arquitectos del lenguaje.
Hizo tierra y la luz,
incidente en lo limítrofe del iris,
creaba estancos,
sitios de hondura mecánica.
Como si todo no fuese parte
de una ficción ¿otra?
su viscosidad escurre
hacia los ángulos
del techo. (5)
(p.15)
Estamos ante un poemario que abraza los presupuestos del nihilismo, una forma de existencialismo que afirma que la vida carece de significado, propósito y valor, y niega aquello que pretenda un sentido superior, objetivo o determinista de la existencia. Dichos elementos no tienen una explicación verificable, puesto que lo que escapa cuando habías obtenido tu definición mejor no es la poesía, sino la condición humana del individuo, la legitimidad de su fe y de su sentido de ser:
“La poesía es una forma de sobrevivir al caos emocional y la confusión espiritual (…)”.
IV
Bajo la tierra seca del verano,
muerte del acto individual,
no del instinto;
anulación de lo hermoso
en la memoria de un rostro concreto.
Percibir su totalidad
o los subtotales divergentes,
lo que nunca suscribe la existencia:
ciclo metafísico lógico en fantasmagorías disuelto,
trivializado al fin.(4)
Acumulación de polvo
sobre objetos en desuso.
Encarcelamiento dentro del cual
reposa tu descendencia
sujeta a las relaciones comerciales
de parentesco.
(p. 14)
4) Un espectro, hijo del deseo que camina sobre
sombras de muerte, ha caído en la rueda arbitraria.
Su descenso al estupor o albedrío no permite
el desplazamiento desligado. Puesto que nacer es
morir, quien da a luz, asesina, lo justifica el amor
y el instinto que conserva la especie. Cuando una
sustracción interrumpe su camino, la condena lo
sigue entre los planos, hasta que esa irreverencia
se disuelve y la tradición lo categoriza como un
hecho copiable.
(p.46)
Texto que es un ejemplo de la “recreación” o “transcripción” de un suceso humano a este lenguaje nihilista, desapegado y escéptico:
“Espacio que por respeto no llamaremos origen, sino comienzo de la nada”. (p.43)
Donde quedamos “sin espacio para fundar.” (p.45)
Y con todo este vacío de significado se apela a la descripción, a la lógica matemática, para alcanzar una idea de los paisajes humanos. Y nada es sagrado, ni el comienzo, ni el final, ni la casa, ni la familia en un desapego existencial donde el hombre es su propio héroe y su propio enemigo:
(9) El trayecto implica grabar en papel o tablilla arcillosa.
Línea ilegible que, destinada a morir en la
promesa, reconoce al vencido en ti.
(p. 51).
Llegado a este punto pensamos que “su poesía no hace sino unirse a la tradición de la renovación que solicita otra forma de enfrentarse con la realidad, con el concepto de realidad.” [3]
Hay que decirlo: nos parece que estamos leyendo un libro como los escritos en la década de los 90 y principio de los 2000 por los poetas pertenecientes al Grupo Diáspora(s) y otros que compartieron sus rupturas radicales, donde se verifica una huida de la representación, y se afronta el lenguaje como problema con la consiguiente recepción del esplendor del pensamiento postmoderno y las teorías postestructuralistas en auge a fines de los 90.
Aquí, como en aquellos libros, se sostiene la idea de que la escritura tiene el propósito de anular los límites entre las textualidades y los gestos, y se abraza una poesía de acento vanguardista decididamente antilírica. Y nos preguntamos entonces: ¿Existe un desfasaje epocal en el cuaderno? ¿O sus maneras responden a la poética del autor? Estas son dos preguntas que pueden unirse y caminar acompañadas como afirmaciones que tienen su fundamento en el hecho de que el autor comenzó a escribir este poemario a principio de los 2000, y no lo publicó hasta ahora.
“(…) nos parece que estamos leyendo un libro como los escritos en la década de los 90 y principio de los 2000 por los poetas pertenecientes al Grupo Diáspora(s) (…)”.
En este libro, cuyo título alude a un sonido atribuido a un espíritu del más allá, se alude el peso del flujo y el transcurso, el sueño como muerte y la muerte como sueño, con el lenguaje como fruto de la intuición donde observamos no otra cosa que la maldad del hombre contemplada por su esperanza camuflada:
II
Desintegrarse en otros,
fractalizar,
convertirse en la sombra
de un reflejo
sobre una superficie
que absorbe los contrastes.
Espectador de ti,
postergador de ti,
nunca has sido
y no siendo
aún esperas
cualquier añadidura.(2)
Lo que resta,
la suma del fracaso.
(p. 12)
“El lenguaje es una tentativa de bordear lo imposible, y el universo la alegoría donde no encuentras nada nuevo, donde hecho y ficción son una misma cosa” (p.15). Hay una comunicación imposible como hay un gesto imposible, como hay un discurso imposible. Se respira un desprecio en el abolengo del espíritu, donde el lenguaje es destruido por la lógica y la manifestación de lo maquínico:
VII
Forma primitiva de sensibilidad
petrificada en un gesto análogo, (7)
siendo producto imaginario el esquema…
Curso que ha seguido la reflexión
hacia el fondo que ahora simula flotar
cuando debería estabilizarse,
introducir signos al dorso
de la representación
que el devenir lógico disuelve.
(p. 17)
Véase también la (p.18)
Entonces, en la vehemencia de los golpes nihilistas, el yo se refugia en la duda y el juicio, pero estas cualidades son dos de las cualidades más humanas. Y el poeta se pregunta: “¿Existe un estado de regresión en la psiquis humana?” (p.21).
Aquí encontramos un afán de juzgar la vida filosóficamente con un lenguaje que, en apariencia, se aleja de la filosofía, y se acerca al juicio, pero se aleja del canto, aunque sí hay cierta presencia de una representación teatral, donde la racionalización del vuelo y la caída hunde el absurdo y el sinsentido en el hombre, pero el vuelo es quien determina el viaje entre el espacio y el tiempo. Aunque una obsesión de exactitud prive de fundamento las acciones trascendentes del hombre:
X
(Mientras caía pensó que el vuelo era una postura
intermedia, algo inicuo y lateral semejante a la razón
que le impusiera el salto.
La sumatoria de milímetros que separa un punto
de otro en el espacio.
La sumatoria de milésimas que separa un punto
de otro en el tiempo). (10)
(p.20)
Entonces, es una utopía el milagro, el bien, la satisfacción, el sentido de ser, pues se alberga una total desconfianza en el acto de percepción. Los poemas del libro dimanan hacia un centro. Como todos tienen notas remiten siempre a otros poemas, que son notas, textos y también otro libro dentro de este. Si lees lineal y en toda su envergadura, al llegar al centro del libro ya leíste el libro completo: importante evidencia físico-filosófica.
Los poemas dimanan hacia un centro escamoteado. Todo es muerte-movimiento e inmovilidad poseídos por la muerte, incomprensión, falsa ilusión en piezas que presumen de su economía, de su precisión, pero tal conocimiento no posee ─no se siente feliz de─ su horizonte; nada es legítimo ni natural:
XVI
Detenida toda función muscular, sujeta al campo
gravitatorio (ciclo humano), comprendió que el concepto
de quietud (carente de basamento lógico) estaba
destinado a extraviarse (junto a similares axiomas)
en la invalidez del recuerdo.
—Helado el dolor en el umbral, uno circula desprovisto sobre
un eje que tiende al ultra o al infra… (16) —por última vez
pensó, y la movilidad del pensamiento detuvo (un
segundo) el progreso de la muerte.
(p.27)
Véase también la p. (p. 30)
“Los poemas dimanan hacia un centro escamoteado”.
Nos entrega una abstracción de la ilusión, una ilusión de la abstracción. Una futilidad de la existencia:
(21) Todo interior, carente de lógica formal, se intuye
pero no se registra. La historia, el fragmento condicionante,
transcurre a la intemperie, donde la
sangre (que no debe sustraerse) pueda ser lavada y
solo quede en el aire un tenue aroma de frutas que
comienzan a pudrirse.
(p.63)
Hay una preferencia por los poderes metafísicos, y en el sinsentido, un goce matemático y una percepción de lo dialéctico. Porque si la experiencia y la percepción traicionan al hombre, el lenguaje también lo traiciona, aunque es este la huella más importante de su experiencia y existencia:
(18) ¿Será el concepto de quietud que nos abruma o la
quietud elemental fuera del juicio? ¿Lo que está de
más y no debe ser nombrado? ¿Lo que falta y no
puede ser escrito?
(p.60)
“antilenguaje consistente” (p. 35)
“lengua también colgante, metrónomo invertido” (p. 32)
Del sentimiento real lo único que sobrevive es el consuelo, precedido de una sensación efímera. El hombre emprende el viaje de la voz a la expresión y al rostro que es algo que se anhela y se hace visible, tangible a veces, y es ilusorio el intento de encontrar tu identidad, tu razón en el todo. Allí donde la emoción es sustituida por el gesto matemático y maquínico, exento de trascendencia y la quiebra es el deslumbramiento bordeado, rescato, como talismán, el amor del poeta para la imagen sublevada. [4]
Notas:
[1] Ideas de los poetas norteamericanos Gregory Orr y Jane Hirshfielf, respectivamente.
[2] Edwin Reyes Zamora. Psicofonía, Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2024. El libro posee una ilustración del relevante pintor Yornel Martínez, muy a tono con el contenido del libro. El autor, nacido en la Habana en 1971, recibió en 2004 el Premio Luis Rogelio Nogueras por su libro Catalepsia, Ediciones Extramuros, La Habana, 2005.
[3] Dámaso López García. Prólogo a Secretos chinos de Jonh Ashbery, Visor de Poesía, 2006, Madrid, p, 16.
[4] (7) Decaída la noción del alma (extremo donde fue sedimentado el vórtice) introduces el brazo y anulas la intención del gesto, introduces la cabeza y anulas el brazo precedente. Dividida en áreas de estudio, la imagen esclavizada por el arquetipo se subleva contra un diseño prescindible desde su génesis… (p. 49).