El próximo viernes 7 de marzo, a las 3:30 p.m., el Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno se vestirá de gala para presentar La Habana tiene rostro de mujer, una exposición que fusiona el arte visual y la poesía en homenaje al Día Internacional de la Mujer. La muestra, curada por Nurys Mendoza, reúne 15 emblemáticos retratos de mujeres habaneras creados por el artista cubano Servando Cabrera Moreno (1923-1981), junto a fragmentos del libro La poética Habana. Cien poemas, compilado por Ángel Augier. Este diálogo interdisciplinario no solo celebra la figura femenina, sino que también invita a reflexionar sobre su papel en la construcción identitaria de la capital cubana. 

Servando pintaba mujeres que “tenían derechos ganados por su propia lucha”.

La ciudad, descrita por Cabrera Moreno como “una musa de rostros anónimos”, ocupa un lugar protagónico en la exposición. Según Nurys Mendoza, la curaduría busca “develar cómo el artista transformó las calles de La Habana en un estudio al aire libre”. Cabrera Moreno, quien solía recorrer la ciudad cada domingo, capturaba con trazos rápidos y colores vibrantes a mujeres comunes: “Observaba sus rasgos étnicos, producto de la mezcla cultural cubana, y los trasladaba al lienzo con una sensibilidad casi etnográfica”, explica Mendoza. Obras como “Mis recuerdos de la calle Obispo” (1974) o “Quiroga” (1974) son testimonios de este proceso, donde la urbe se convierte en un escenario de miradas “felices, retadoras o cargadas de nostalgia”.

La exposición no se limita a lo estético. Cabrera Moreno, influenciado por los cambios sociales de la Cuba revolucionaria, retrató a mujeres que encarnaban la transformación de su época. En 1975, su muestra Habanera tú conmemoró el Año Internacional de la Mujer, destacando avances como la Ley de Maternidad y el acceso a la educación. “Sus cuadros no son solo belleza; son documentos de una época donde la mujer cubana ganaba espacios públicos”, señala Mendoza. Piezas como “Soledad” (1975) o “La madre del cordero” (1981) reflejan esta dualidad: rostros delicados que esconden historias de resistencia. “Él pintaba mujeres que ‘tenían derechos ganados por su propia lucha’”, añade, citando al artista. 

“Cabrera Moreno, influenciado por los cambios sociales de la Cuba revolucionaria, retrató a mujeres que encarnaban la transformación de su época”. Imágenes: Tomadas de Internet

La muestra equilibra retratos de figuras anónimas con obras dedicadas a mujeres cercanas al artista. “Flores dulces para Marta Jiménez” (1972), por ejemplo, rinde tributo a una amiga personal, mientras “Isabel y las brisas” evoca a su tía, con quien mantuvo un vínculo fraternal. “Incluimos estas piezas para humanizar su obra, mostrando que detrás de los trazos había afectos reales”, destaca Mendoza. También se exhiben piezas menos conocidas, como “Josefina” (1980) o “Beatriz” (1980), que desafían la crítica de repetitividad: “Aunque su estilo es reconocible, cada rostro tiene una historia única. Quisimos destacar la diversidad racial y social que él capturó”. 

La exposición integra versos de poetas como Sarah Méndez Capote, Fayad Jamís y Agustín Ortiz Montalvo, cuyas palabras dialogan con las pinturas. Un fragmento de Méndez Capote, “Ella camina por La Habana con el ritmo de quien sabe que la ciudad le pertenece”, acompaña a “Delia” (1980), retrato de una joven con vestido floreado. “La poesía no ilustra; profundiza la experiencia. Juntas, crean un mapa emocional de la ciudad”, afirma Mendoza. Este enfoque multidisciplinario permite al espectador “leer” La Habana a través de metáforas visuales y literarias, donde lo femenino se entrelaza con lo urbano. 

La exposición, abierta hasta el 30 de marzo, incluirá recorridos guiados y un ciclo de lecturas poéticas.

Para Servando Cabrera, la ciudad y sus mujeres eran inseparables. “En cada esquina veía un rostro que contaba una historia”, comenta Mendoza. La muestra explora cómo factores como el mestizaje, la arquitectura colonial y la vida cotidiana moldearon la identidad femenina habanera. En “Siempre María” (1974), por ejemplo, los tonos cobrizos de la piel y los detalles africanos en el peinado reflejan la herencia afrocubana, mientras “La Habana Vieja” (1974) usa fondos con balcones y columnatas para contextualizar a sus protagonistas. “La ciudad no es telón de fondo; es cómplice en la construcción de lo femenino”, subraya la curadora. 

Más que una retrospectiva, La Habana tiene rostro de mujer es una invitación a reflexionar sobre temas aún urgentes: equidad de género, diversidad cultural y memoria colectiva. “Servando creía que el arte debía ser un espejo de su tiempo. Hoy, sus obras nos recuerdan que la lucha por la igualdad sigue viva”, concluye Mendoza. La exposición, abierta hasta el 30 de marzo, incluirá recorridos guiados y un ciclo de lecturas poéticas. Un homenaje que, como escribió Augier, “nos devuelve a esa Habana que late en el pecho de sus mujeres”.

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