La guerra mediática contra Cuba no es un fenómeno contemporáneo ni actual. Es tan antigua como nuestras luchas por alcanzar la soberanía e independencia. Pero buscando un acercamiento más reciente, me gustaría hablar desde el período en que se desarrollaba en la Sierra Maestra toda la contraofensiva rebelde contra la dictadura de Fulgencio Batista, cuando medios de prensa estadounidenses aseguraron que Fidel Castro había muerto luchando. Obviamente era una noticia falsa; sin embargo, recorrió el mundo en titulares, portadas y artículos de los periódicos y televisoras más importantes y de mayores audiencias. El objetivo era claro: desarticular el liderazgo que tenía Fidel desde la Sierra y a su vez desalentar las tropas y al pueblo. Fue desmentida la noticia, pero a partir de ella, nuestro ejército entendió que debía generar y tener su propio canal de comunicación para informar al pueblo, y de allí nace y se legitima la emisora Radio Rebelde.
Desde ese entonces, la batalla por la información y/o desinformación contra Cuba se ha intensificado. Atacar a los principales líderes de la Revolución y sus logros convertidos en conquistas sociales, sigue siendo un objetivo primordial. Forma parte de una estrategia estructurada y financiada por y desde los Estados Unidos, quienes controlan a su vez las grandes trasnacionales de la comunicación, la información y la industria del entretenimiento, no solamente en territorio norteamericano, sino en diferentes partes del mundo. Siendo así, es complejo competir, sobre todo desde la infraestructura y el aseguramiento financiero que requeriría colocarnos en igualdad; sin embargo, hay muchas fortalezas que nuestro país debe aprovechar como ventajas.
No podemos hablar de guerra mediática sin mencionar el bloqueo que nos impone Estados Unidos, y que les brinda, por consecuencia lógica, toda la base de operaciones y matriz fundamental para articular las campañas de desaliento y manipulación sobre nuestro país. Se han encargado de secuestrar demandas legítimas de nuestro pueblo, para amplificarlas desde las voces de aquellos a quienes no les interesa resolverlas, sino cuestionarlas y ser el blanco dramático en una narrativa con más histrionismo que verdad.
“No podemos hablar de guerra mediática sin mencionar el bloqueo que nos impone Estados Unidos, y que les brinda (…) toda la base de operaciones y matriz fundamental para articular las campañas de desaliento y manipulación sobre nuestro país”.
Si el bloqueo impacta negativamente en el florecimiento y desenvolvimiento de la economía de nuestro país, es lógico que todo, absolutamente todo lo que implique comprar y vender fuera de Cuba, esté limitado y determinado por las sanciones impuestas. No es difícil hacer un breve razonamiento de algunos de los problemas fundamentales que tenemos en nuestro país y el impacto del bloqueo en la solución de los mismos. Algunos ejemplos:
- Situación del transporte, asociada fundamentalmente con las carencias de combustible. Recordemos que, recientemente, se recrudecieron las persecuciones a buques que transportan a nuestro país el petróleo. Todo ello como parte de las sanciones que contempla el bloqueo. De igual manera, la adquisición de nuevos transportes y piezas de repuesto está limitada a aquellos mercados y países que no temen a los Estados Unidos y que no dependen de ellos para su sostenibilidad económico- financiera.
- Desabastecimiento de productos de primera necesidad, alimentos y otros. El bloqueo restringe la posibilidad de comercio directo con muchos países y con el propio Estados Unidos, que es el más cercano, encareciendo cualquier posibilidad de compra, al ser necesario el pago por terceros países. De igual forma, termina impactando muchas veces en la calidad de lo que se adquiere. Se impone comprar lo que se puede y no lo que se debe o se quiere.
- La adquisición de artículos, implementos, equipamiento y accesorio para el sistema de salud, algo tan sensible como mejorar la calidad de vida o salvarlas, se encuentra también dependiente de las sanciones del bloqueo y de cuán creativos podamos ser para innovar, alcanzar independencia a través de los logros de nuestros científicos y poder también realizar las compras, utilizando los únicos mecanismos posibles con el restringido mercado que nos deja el cerco.
En consecuencia, los “medios independientes” (sostenidos por pagos de agencias federales de los EE. UU., por lo que pueden ser llamados “dependientes”), hacen cientos de artículos que cuestionan la gestión del gobierno cubano en función de resolver estas problemáticas. [Practican con cinismo una crítica que los tiene como únicos causales]. Es una estrategia perfecta: generan la causa, se desata la problemática, genera descontento, y ellos lo amplifican en todos los medios, redes, internet, prensa, radio y TV.
Las personas que desde cualquier país emigran a los Estados Unidos tienen un mismo tratamiento desde las leyes; sin embargo, para los cubanos siempre han existido incentivos de prosperidad, regularización de estatus y otras prebendas que se convierten en motivación de muchos, favoreciendo sobre todo a aquellos que migran de manera irregular e insegura. Pero a eso ellos no le llaman violación de derechos humanos. Jamás han cumplido los acuerdos de migración segura y las garantías que se han definido entre ambos países. No obstante, logran desde el aliento y el desaliento, que los cubanos responsabilicen al gobierno cubano por esas razones. Los programas en paralelo a las misiones internacionalistas que cumplen nuestros colaboradores en el exterior, buscan estimular el abandono de nuestros profesionales de sus contratos y funciones; es otra de las acciones que los Estados Unidos utilizan en contra del prestigio de Cuba ante el mundo.
Atacar grupos vulnerables, acoger temas que no han encontrado en Cuba y en muchas partes del mundo, una educación, civismo y cultura para ser mejor entendidos por parte de la población —como pueden ser los derechos de la comunidad LGBTIQ, la igualdad de género, los feminicidios y la discriminación racial—, son aprovechados cada día, una y otra vez, para sostener estos medios que al servicio yanqui manipulan la realidad.
El internet ha facilitado el trabajo de mercenarismo y la jugada desleal que desde la comunicación se nos hace. Han encontrado en las nuevas tecnologías un monopolio para hacer prevalecer una falsa verdad, que gana o se posiciona por seguidores y no por criterios especializados. Sus pretensiones han llegado a sectores que son necesarios para legitimar los contenidos y las demandas.
No podemos ser ingenuos, no podemos ser simples observadores de esta realidad. Tenemos herramientas, inteligencia, argumentos, conquistas, sueños, para enfrentar cualquier adversidad que pretenda imponernos, desde el engaño y el disfraz, un falso espejismo de un sistema social cruel y de dominación.